En el día del Padre Oración al Padre, desde el cuidado a un padre anciano

Mañana en nuestra parroquia será el grupo de la salud y la atención a los mayores quien anime la celebración litúrgica del cuarto domingo de cuaresma donde se nos invita a ver con el corazón del Padre para salir de nuestras cegueras y nuestros prejuicios. Le hemos pedido a Isabel Lara, de la fraternidad de Foucauld, que lleva un tiempo cuidando a su padre de noventa y cuatro años, que  nos ayude a orar desde su vivencia de cuidados. Y aquí tenemos su oración compartida que  nos ayuda a ver de otro modo lo que es la dedicación al cuidado de un mayor en sus ultimos pasos vitales.

El privilegio divino de poder cuidar a un padre

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Padre nuestro que estás en los Cielos y en cada uno de nuestros corazones, cómo agradecerte la gracia y privilegio que es acompañar y cuidar de mi padre terrestre los últimos días de su vida.

 Sí, Padre, para mi es una gracia que te he pedido regularmente, al ver como poco apoco su capacidad de autonomía iba decayendo, acercándose a su fin. La gracia de no sentirme en tensión entre dos fidelidades, entre dos deberes. Tú has hecho que en el momento oportuno esto se realizara.  ¡Padre qué agradecida estoy! 

Lo siento como un privilegio, porque muchos quisieran poder vivirlo con sus propios padres y no pueden.

El privilegio de ser yo quien escuche mil y una vez sus mismas historias y chistes…de ser yo quien acompañe sus rabietas antes la impotencia de querer hacer algo sencillo y no poder…o que no le salga la palabra que quiere decir…de ser yo quien escuche: “Pero este mundo se ha vuelto loco!!! ¡Cómo es posible una sociedad que permita…!

 El privilegio de ser testigo de sus esfuerzos por darse el paseíto todos los días, y así tenerme contenta, aunque le duelan las rodillas…el privilegio de verle disfrutar tanto comiéndose sus churritos o su pastelito merecido después del esfuerzo de caminar.

 El privilegio de ayudarle a des-dramatizar cuando no le da tiempo de ir al wáter y se ensucia …Privilegio de hacerle sentir que cuando todo se ponga feo y esté completamente dependiente yo estaré con él, y que no será una carga porque yo no lo viviré así….y que llegado el momento allí estaremos, yo y mis hermanos,  para entregártelo  a Ti, Padre del Cielo,  de mano a mano.

 El privilegio de entrar sencillamente con él en el misterio de la vejez. Padre tu que has creado todo por amor y todo lo que has hecho ha sido muy bueno, ¿Por qué has querido que el fin de nuestros días, para la mayoría de los mortales, pase por la prueba definitiva de la vejez?  Desprenderse de todo lo que hemos aprendido con esfuerzo, despojarnos de nuestra autonomía…quedarnos en la más grande vulnerabilidad y a la merced de las otras personas. Prueba terrible que a todos nos da miedo y pavor… ¿Por qué?  Intuyo que es sencillamente porque tenemos que llegar ante ti, tal como tú eres, un Dios vulnerable que no se contenta con su propia autosuficiencia…

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Desde que estoy con él, aprendo a relacionarme contigo de forma diferente. No tengo esos tiempos de oración en una capilla sencilla y acogedora…pero te hablo y te canto bajito mientras paseamos, pasito a pasito, muy lentamente. Soy menos eficaz, menos creativa, pero aprendo la paciencia y la gratuidad sin pretensiones y sin necesidad de justificar mi vida por lo que hago.

 Y no puedo terminar mi oración Padre sin recordar ante ti y pedir por todas las personas que cuidan de tantos mayores, a pesar de no ser de su familia. Mujeres y hombres, en su mayoría extranjeros que, aunque lo hagan para sobrevivir, lo hacen con delicadeza y atención. Haz que la sociedad los reconozca y les valores como merecen. 

Isabel Lara (De la Fraternidad de Foucauld)

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