Permaneced en mi amor y daréis frutos abundantes Oración por la unidad de los cristianos (4)

La delegada de ecumenismo de Coria - Cáceres nos invita hoy a la oración sencilla, esa fuente en la que ha de enraizar nuestro deseo de la unidad. El Papa Francisco ayer nos alentó a orar de verdad por la unidad. Frente al mal de la división sólo nuestro encuentro orante con Cristo ante el Padre nos llevará al amor y a la unidad en la verdad. No hay unidad sin espíritu. El esfuerzo sin amor no une, divide.

OCTAVARIO. Día 4
María José Sánchez , Delegada de ecumenismo en Cáceres nos invita hoy a orar insistentemente y unidos por la comunión y el ecumenismo. No habrá unidad entre los cristianos sin la oración verdadera y común. El papa Francisco nos lo decía ayer con claridad…
“La solución a las divisiones no es oponerse a alguien, porque la discordia genera otra discordia. El verdadero remedio empieza por pedir a Dios la paz, la reconciliación, la unidad. Esto vale ante todo para los cristianos: la unidad puede llegar solo como fruto de la oración. Los esfuerzos diplomáticos y los diálogos académicos no bastan. Jesús lo sabía y nos ha abierto el camino, rezando. Nuestra oración por la unidad es así una humilde pero confiada participación en la oración del Señor, quien prometió que toda oración hecha en su nombre será escuchada por el Padre (cf. Jn 15,7). En este punto podemos preguntarnos: “¿Yo rezo por la unidad?”. Es la voluntad de Jesús, pero, si revisamos las intenciones por las que rezamos, probablemente nos demos cuenta de que hemos rezado poco, quizá nunca, por la unidad de los cristianos. Rezar significa luchar por la unidad. Sí, luchar, porque nuestro enemigo, el diablo, como dice la palabra misma, es el divisor. Jesús pide la unidad en el Espíritu Santo, hacer unidad. El diablo siempre divide, porque es conveniente para él dividir. Cuando oramos y lo hacemos juntos, entonces descubrimos que los cristianos de otras confesiones, con sus tradiciones, con su historia, son dones de Dios, son dones presentes en los territorios de nuestras comunidades diocesanas y parroquiales. Empecemos a rezar por ellos y, cuando sea posible, con ellos. Así aprenderemos a amarlos y a apreciarlos. La oración, recuerda el Concilio, es el alma de todo el movimiento ecuménico (cf. Unitatis redintegratio,

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Oremos hoy juntos por la unidad.
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