Ven Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo Pentecostés: "No podemos seguir así"

¿Del discurso al hecho va mucho trecho? El Espíritu se muestra en la acción transformadora de los acontecimientos y de las comunidades. No es el espíritu del discurso sino de la vida en la realización de los hechos, el discurso sólo ha de existir para dar razón del cambio profundo vivido, en la experiencia de que el resucitado nos ha transformado y  nosotros ya no tenemos miedo, creemos en la fraternidad universal aunque el hecho haya de pasar por la muerte en la cruz. Los hechos han de ser manifiestos en toda la realidad eclesial, pertenecen al bautismo: somos sacerdotes, profetas y reyes, por la unción del mismo espíritu.

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No podemos seguir así, la Iglesia está necesitada del Espíritu Santo y el Espíritu cuenta con nosotros para responder de un modo nuevo a este mundo y a esta Iglesia que necesita de cambios profundos. Los materiales de la conferencia episcopal con motivo de pentecostés, reflexionando sobre el día del apostolado seglar, son claros al respecto:

“Hoy, la construcción De la Iglesia, bajo la superior mirada del Santo Espíritu, no precisa solo de la plantatio Ecclesiae, la roturación de nuevas iglesias donde no ha llegado el Evangelio, cuanto de severas obras de rehabilitación en los países, como es el caso de España y toda Europa, donde hace ya siglos que fue plantada. Porque, cuando el Espíritu innovador y creativo de Pentecostés fue paulatinamente sustituido por las normas y costumbres, el acomodamiento y la resignación, la casa de la comunidad, el hogar de la fe y motor de la evangelización se fue vaciando de vida y llenando de inercias. La casa se hizo inhabitable. Por un lado, se levantaron aduanas, como dice el papa Francisco, en contraposición del carácter materno y acogedor de la Iglesia. Y nos enzarzamos en polémicas sobre cuestiones estrictamente organizativas y litúrgicas.”

Los obispos en su comunicado reconocen que hemos de abrirnos, sin seguridades ni añoranzas, a la verdad de un tiempo nuevo en el que hemos de reconocer los odres y saber crear el vino nuevo con la fuerza del Espíritu y una actitud de escucha profunda ante la realidad que nos permita caminar unidos en dirección de vida y verdad:

“Estamos ante una posibilidad de cambio profundo, en autenticidad y coherencia, ante un decisivo impulso evangelizador. Se trata ciertamente de una respuesta imprevista que es el Espíritu quien guía y es una aventura para vivir en comunidad. La tarea es enorme, sus contornos no están totalmente definidos; no conocemos por dónde y cómo discurrirá este camino. No sabemos qué nos aguarda. Solo que debemos ponernos en camino porque el Espíritu Santo nos necesita, nos llama a escuchar, discernir y seguir construyendo juntos un Pueblo de Dios en salida, que anuncie el Evangelio con alegría y sea fuente de esperanza en el momento actual”

Nunca como hoy necesitamos implorar la presencia del Espíritu en nuestros corazones, en el seno de nuestras comunidades y movimientos, parroquias, en nuestras iglesias diocesanas, para el mundo. Abramos el corazón en esta espera pentecostal y dejemos que sople con vida y novedad el espíritu del resucitado en nosotros, imploremos su presencia:

“Espíritu santo, ven y llena los corazones de tus fieles.”

 Un nuevo pentecostés para una iglesia sinodal que busca los caminos originales de aquella Iglesia que Jesús quería y por la que dio su vida.

Ahora es tiempo del Espíritu, dejemos que se mueva con libertad en nuestro mundo, en nuestros espacios eclesiales, en nuestras vidas personales y comunitarias.

Él nos llevará con sus mociones y alumbrará nuestros discernimientos para que estén llenos de verdad y de luz.

Hoy la humanidad necesita recibir los rayos del espíritu y nosotros, pequeños y sencillos bautizados, somos los elegidos para que su luz nos traspase y pueda llegar a muchos rincones oscuros, tristes y dolorosos de la humanidad y de la naturaleza.

Queremos conducirnos en retos que sean construcción de la verdadera comunidad universal.

El Espíritu viene a reconstruir lo que estaba roto y perdido, dentro y fuera de la iglesia, quiere que se acaben las torres de babel actuales y las barcas que se hunden en los mares, cargadas de sueños y esperanzas de los más pobres.

Ahora es tiempo de salvación para poder gritar “Laudato si”, para ser todos, sin exclusión, “Fratelli tutti”. Ahora es el tiempo del Espíritu.

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