Mirad los brotes de lo nuevo y esperad confiados Píldora de Adviento (2)

Señor de la creación y de la historia, del universo y la hoja, de la humanidad y del anciano en soledad, ayúdanos a escucharte en la vida y encontrarnos contigo que vienes cada día a nuestra ser y nuestra casa. Haznos entender la grandeza de ser criaturas tuyas, la dependencia que nos libera y nos fundamenta para desear lo absoluto. Danos la brújula del ser para vivir agradecidos en la naturaleza y comprometidos en la fraternidad que nace de tu evangelio de vida. En medio del dolor y el desnortamiento  enséñanos a abajarnos de alturas falsas y elevarnos en la dignidad de lo amado.  Ven Señor, Jesús.

Luz

La tarea de la historia está en nuestras manos, pero nos sobrepasa, es nuestra y sin embargo solo podemos realizar en las claves de una salvación que nos es dada, que nos trasciende, y que descubrimos cuando sabemos recibirla en el silencio profundo que contempla el fundamento de la vida. Querer construir la historia sin el espíritu que nos habita y nos salva es trabajar en vano.

El adviento es aire fresco de profecía que nos levanta y nos dirige al desierto de un silencio de verdad y de encuentro. Entre los avatares del mundo, llenos de fuerzas y de políticas endiosadas muy desnortadas, se nos pide entrar en el interior de nuestras vidas, en la contemplación de los acontecimientos, para tomar partido por una conversión a lo auténtico, al reconocimiento de que sin Dios no somos nada y con El nos descubrimos como hermanos, en un mundo donde necesitamos el sentido de lo divino para la construcción de redes de comunidad que nacen de la espiritualidad del evangelio. Hoy como nunca nuestra historia necesita abajar montes y elevar valles, para que llegue la salvación.

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