Domingo XXXI Profundidad:  “Zaqueo baja, que quiero hospedarme en tu casa”

Zaqueo ha sentido como Cristo ha partido su pan, su vida, con él, en su propio lugar, en su propia casa. Al vivirlo, ha sentido que su impureza no ha degenerado a Jesús, sino que la luz y la gracia de él se ha impuesto y ha traído la salvación a su casa. Ahora quiere vivir como salvado, sin sentirse condenado ni querer condenar a nadie. Ahora ya no elige el dinero y la seguridad, ahora ha optado por el riesgo de la vida y del amor, por Dios.

Zaqueo

Profundidad:  “Zaqueo baja, que quiero hospedarme en tu casa”

Impedimentos

La realidad envolvente de una cultura rápida y eficaz, a la vez que competitiva y mercantil, nos adentra en un ensimismamiento ciego que nos insatisface, deambulamos por el mercado pensando en el templo, sustituimos casi sin darnos cuenta Dios por el dinero, la teología por la economía. Tenemos mucho, pero vivimos poco. En medio de esta dinámica, sentimos el deseo de parar y buscar por otros caminos, dudamos de lo que estamos haciendo y nos atrevemos incluso a querer subir y otear en otros lares, en otros caminos, porque hemos oído que hay otra forma de vivir, que hay luz y espíritu. Hay profetas que incluso aseguran que se puede vivir mucho más con menos, si te encuentras con la verdad. Pero para ello hay que subir a lo alto, saltar por encima de esta dinámica envolvente, querer salir a respirar fuera. Así lo hacía Zaqueo.

Profundidad

El encuentro es gracioso y la propuesta trastoca. Zaqueo sale a buscar la luz y el espíritu, y el que es la luz le pide que baje a su propia realidad y que se abra en su interior para buscar lo que no está fuera, sino dentro de él mismo. El Señor quiere que él, en libertad total, le acoja, que haga la experiencia de abrirse en lo más profundo de sí mismo, porque es ahí donde está la verdadera imagen de Dios, de donde puede brotar la sanación, la salud que se hace verdadera alegría. Eso es lo que sintió al acogerlo en su casa, sintió dentro de él mismo lo mejor que Dios había puesto en su corazón y eso le hizo feliz. No se trataba de ser otro, sino de ser él mismo en lo mejor de su propia entraña. Ahora saltaba sobre el impedimento del prejuicio con que le habían marcado, como un pecador, ladrón, recaudador de impuestos. Y se encontraba con una libertad totalmente nueva, la que le generaba Jesús al entrar en sus sentimientos profundos y compartir compasión, perdón y amor sin límites. Se sentía mirado por el amor de Dios y se descubría así mismo en el ser de Cristo, quería ser como El, estar con El, vivir por El.

Generosidad

El verdadero signo de la conversión y la vida en gracia es la generosidad profunda del ser humano. Cuando una persona se descubre a la luz del evangelio, en la mirada de Cristo, cuando se conoce y se acepta, conociendo y sintiendo los sentimientos de Cristo, entonces la fuerza del Espíritu se hace imparable. La alegría de ese encuentro y ese amor dispara el deseo de ser como él, vivir en su libertad. Uno se siente empujado a que nada le pueda atar ni detener, desea acabar con todos los impedimentos que rompen la armonía de un dominio verdadero. Solo es verdadero dueño de sí mismo el que sabe darse hasta el extremo, sólo el que se posee en libertad de puede entregar, dar, hacerse pan partido. Zaqueo ha sentido como Cristo ha partido su pan, su vida, con él, en su propio lugar, en su propia casa. Al vivirlo, ha sentido que su impureza no ha degenerado a Jesús, sino que la luz y la gracia de él, se ha impuesto y ha traído la salvación a su casa. Ahora quiere vivir como salvado, sin sentirse condenado ni querer condenar a nadie. Ahora quiere ser motivo de salvación para los otros, porque esa es su mayor riqueza. Salió a buscar algo auténtico y lo ha encontrado dentro de sí mismo al descubrirse junto a Cristo, ahora tiene en su propia casa lo que buscaba fuera, la luz y el amor. Ahora ya no elige el dinero y la seguridad, ahora ha optado por el riesgo de la vida y del amor, por Dios.

ORACIÓN 

 Desde el vivir de cada día nos dirigimos a Dios, queremos salir de la rutina y del prejuicio, para poder encontrarnos con él en verdad y en amor y le pedimos:

Padre, tú, que en tu Hijo querido, te has bajado al mundo para salvar lo que estaba herido y perdido, ayuda a tu Iglesia a ser sencilla, abajarse hasta el mundo para llevar tu evangelio de humildad y generosidad en favor de todos, sin condenas ni prejuicios. Oremos.

Señor, tu reino y su justicia, es lo que nuestro mundo necesita. Ilumina las decisiones de todos los que tienen algún poder político, económico o social para que actuando en verdad y en justicia, abran caminos de equidad y salvación para los que más sufren en nuestra historia.

Padre, tú quieres que seamos una comunidad que cuide de la casa común, del mundo. Aumenta nuestra fe para que siendo generosos aprendamos a saber vivir más con menos. Ayúdanos a crecer en estilos de vida de libertad y de comunión verdadera.

Padre, el Papa Francisco, desde el espíritu del evangelio, nos está llamando a una verdadera ecología integral. Nos pide a todo el mundo una mirada universal sobre lo humano y la naturaleza, ahora desde la Amazonía. Que los cristianos nos comprometamos y sepamos vivir cuidando y compartiendo con los que más lo necesitan en el mundo.

Concédenos la riqueza de tu luz y tu generosidad

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