Natividad de Maria y exaltación de la cruz Tiempo de creación: familia y Dios

Mirar y contemplar la familia en el contexto del tiempo de la creación. La familiaridad como concepto teológico englobante del Dios con nosotros que abarca la creación entera y el proyecto de historia de salvación. Necesitamos ahondar y profundizar en el sentido familiar de la armonía y de la vida, tanto en el origen de lo creador como en el horizonte escatológico de la nueva creación. La consideración de la familia hoy es urgente en la comprensión de todo lo que somos y vivimos, naturaleza e historia.

Mirada familiar a la creación, en Cristo y María.

En estos primeros días de septiembre nuestros pueblos se engalanan y se visten de religiosidad popular ante la devoción profunda que les provoca la festividad de María y la de Cristo. Hoy la liturgia nos propone considerar la fiesta de la natividad de la virgen María, la madre de Jesús de Nazaret. Desde el siglo VI en oriente viene celebrándose esta fiesta. Esta consideración del nacimiento de María, como la de Jesús, nos llevan a la consideración de la perspectiva natural e histórica de nuestro credo cristiano.

Estas celebraciones nos ayudan a adentrarnos en la consideración teológica fundamental del Enmanuel, “Dios con nosotros”. En esta consideración creyente naturaleza e historia van de la mano, el creador se hace criatura, y la historia lugar de revelación y de proceso de salvación. Nosotros también nos descubrimos a la luz del creador como naturaleza e historia, somos naturaleza, criaturas con las criaturas, y somos historia en un proyecto de futuro y de esperanza, en una vida con sentido. En medio de la naturaleza estamos llamados a la relación fundante de la construcción de nuestro yo en la apertura al tú, y a los otros, en el deseo de ser nosotros. Este ser criaturas se rodea de dignidad y grandeza en la referencia de la familia.

Nos llama la atención como en Atapuerca, nos hablan los arqueólogos de restos de una criatura humana que aun teniendo enfermedad que le impediría vivir, sobrevive porque ha sido cuidada por la comunidad familiar, alimentada, trasladada… Hablamos de más de 450.000 años. La condición humana es más que pura naturaleza, o es naturaleza vinculada a la historia de una relación que se abre al sentido y a la comunión.

La familia genera cultura de amor compasivo, de realización del nosotros más allá del puro ego cerrado en su propia biología. En la mirada creyente nuestra fe confiesa que somos imagen de Dios en esta visión familiar de lo humano, que nuestro Dios no es una divinidad solitaria, sino comunitaria y amorosa en sí misma y hacia nosotros. Por eso entendemos tanto el misterio de la creación, como el de la encarnación y la resurrección. Todo es en la visión de lo amoroso y lo comunitario. Y desde ahí fundamentamos nuestro sentido de familia.

Actualmente nuestra cultura muy tamizada por la grandeza de lo tecnológico se ha involucrado en modos de consideración de lo humano y lo natural que generan interpelaciones muy fuertes a la sociedad y también a la propia iglesia. Nos preocupa la relación entre tecnología y humanismo, tecnología y naturaleza, y esto cuestiona incluso el sentido profundo del nosotros que viene a realizarse en el ámbito de lo familiar. Qué y cómo considerar lo que es natural y lo que es realmente familiar en medio de la historia, que es naturaleza y qué cultura, donde se funden y se encuentran, donde se complementan y se identifican sin destruirse.

Tenemos un debate fuerte entre la consideración del puro bienestar y del horizonte del bien ser. Dónde está el punto de encuentro real de las dimensiones de lo natural y de lo humano, de lo biológico y lo histórico, de lo natural y lo familiar. Hoy unimos la consideración de la natividad de la virgen con su relación a Cristo, su encarnación y vemos la llamada al cuidado de lo humano y lo natural en el proceso de las claves cristológicas, tanto de creación, encarnación, como de muerte y resurrección. Cómo mirar el sentido teológico de lo familiar en esta cultura, en esta sociedad.

En Cristo descubrimos:

  • - Al creador que se ha hecho criatura y que nada le es ajeno, porque sabe que el Padre todo lo ha creado por amor y al amor lo llama. No hay separación entre naturaleza e historia. Todo está llamado a la plenitud en un proceso de salvación. Es el camino de la unidad y la armonía la que conduce a la omega de todo lo que existe.
  • - Al hermano de lo humano: que se hace débil con los débiles, niño con los niños, pobre con los pobres, aldeano con los sencillos, enfermo con los enfermos… y que entiende su vida como entrega para la compasión y la identidad con los últimos.
  • - Al que trabaja por el Reino de Dios y su justicia: que contempla la realidad como don, que sabe de la fraternidad universal, que asienta los verdaderos principios de las bienaventuranzas más allá de los juicios y las condenas. Que denuncia lo que duele y rompe lo humano y lo natural.
  • - Al que da sentido a la muerte y la transforma en clave de vida y de salvación. Que abre caminos de esperanza aun en medio de la destrucción y la injusticia y levanta el ánimo para un día nuevo, una tierra y una creación resucitadas.
  • - Al que llama e invita a colaborar en el camino de una nueva realidad que comienza en la construcción de cada día lleno de profundidad teológica en medio de lo humano y lo natural.

Los cristianos tenemos el reto, como María, de unirnos a esta imagen de Dios en Cristo para ir viviendo y construyendo nuestro mundo como lugar de salvación y de esperanza de plenitud. En medio de esta sociedad estamos llamados a construir lo humano desde el sentido de lo familiar, como ha sido nuestro Dios. Familiar con la creación, fraterno con la humanidad y autor del cielo nuevo y de la tierra nueva. ¿A qué sentido de lo familiar estamos llamados desde Cristo? Tenemos el reto de reflexionar y profundizar en lo fundamental de este amor divino que se define como “Dios con nosotros”.

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