El Señor llama a tu puerta: ábrele, no te cierres Viene la semana santa, vívela

Esta semana santa está llamada a ser nueva, original para todos aquellos que estén dispuestos a vivirla por dentro. Sí, la procesión irá por dentro. El señor vendrá y si tu le abres tu puerta vital, la de tu casa, tu familia, los tuyos...la celebrará con vosotros y será limpia, sencilla,natural, auténtica... nos cambiará por dentro.

Ya viene la semana santa, con más verdad que nunca

Estoy a la puerta y llamo, si me abres entraré…

Semana

Pronto vamos a inaugurar la Semana Santa, nos adentramos en el misterio del santo triduo pascual. Lo hacemos de rodillas y descalzos ante el misterio de Cristo, sabiendo que todo lo estimamos pérdida comparado con el conocimiento de Jesús.  Necesitamos contemplar y leer creyentemente la vida y el diario de nuestro pueblo, ahora leer esta crisis del coronavirus en el mundo, en nuestro país, en nuestra ciudad, familia, casa… para recoger gestos, signos y acciones que nos ayuden a conectar hoy con el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret. El contexto de cuarentena, forzada por el estado de alarma y emergencia a causa del virus, hace que la semana santa sea única, distinta y que pueda ser, por ello mismo, mucho más original, personal, profunda y posiblemente auténtica. Está en cada uno de nosotros y en el ambiente familiar.

Hemos de animarnos, quizá más que nunca, a la celebración profunda de estos días santos, a dejarnos tocar en el corazón de cada uno de nosotros para que podamos oír y poner nombre a esa voz de Dios que viene a hacernos de nuevo, nos anuncia que otro mundo es posible, y nos dice desde el Apocalipsis: “mira que estoy a la puerta y llamo; si alguien oye mi voz y abre, entraré y cenaremos juntos...”. Está a la puerta de nuestras casas y de nuestra cuarentena.

Una cena, en la intimidad de lo oculto y lo privado, que será recuerdo vivo, sabiendo que recordar significa volver a pasar de un modo continuado y profundo por el corazón los retazos de la vida, los nuestros y los ajenos, y memorial, porque nos hará presentes a nosotros en el paso de Jesús, en su pascua, y nos traerá al espíritu de Jesús resucitado a nuestro presente para que nunca deje de ser Pentecostés. Celebrar la pasión, muerte y resurrección de Cristo como referente de nuestra pasión, nuestra muerte actual – algunos en seres muy queridos a los que ni siquiera han podido despedir ni enterrar- y el deseo profundo de una novedad que nos restaure y nos haga brillar en la verdad y en la luz de lo cotidiano y de lo fraterno.

Desde una cuarentena que se funde con lo cotidiano y lo ordinario

Venimos de la Cuaresma- cuarentena-, jornadas de escrutinio y exorcismo, proceso que nos ofrece la posibilidad de liberación de la persona para poder entregarse a fondo y ser de los demás. Es el símbolo del camino que andamos día a día construyendo la sociedad y el mundo; nos hablan los sociólogos que nuestra sociedad tiene un gran capital social; la capacidad de la relación afectiva e identitaria, que sostiene al mundo y hace que haya más bien que mal y podamos permanecer en la vida. Y lo notamos en la crisis pandémica que estamos viviendo, donde vemos que lo que nos sostiene es la entrega sin más de profesionales de todo tipo, los que son esenciales –sencillos, humildes, cotidianos- para que la vida de la comunidad sea posible, ahí está la eucaristía de lo diario, el camino que no es nombrado ni reconocido en el éxito, pero que nos mantiene y mantiene la vida. Es la cuaresma del vivir diario, que en la dificultad nos va llenando de sentido y ocupando nuestra existencia para llegar a la vida. Es curioso, la cuaresma muestra a la luz lo que lleva muchos años oculto y anónimo en la vida de la gente sencilla, en lo diario. Se trata no de los cuarenta días simbólicos de ayuno de Cristo en el desierto, sino de las más de tres décadas vividas ocultas en el ámbito rural de Nazaret y resumidas en unos versículos en los evangelios: “bajó con sus padres a Nazaret y allí creció en gracia y sabiduría delante de Dios y de los hombres”.

Celebrando nuestra pasión, nuestras muertes y nuestras esperanzas

La vida y nada más que la vida.  La vida de tanta gente que ahora estamos viendo y sintiendo como muy importantes y que no sabíamos que estaban ahí y que tenían ese corazón.  La Semana Santa, la vida, la humanidad, es posible porque hay cuaresma vital, recorrido, pasos, pueblo… lo común y lo público. No hay más sentido de la semana santa que poder celebrar juntos y jubilosos el centro del misterio de la fe desde el centro del misterio de la vida diaria y sencilla de cada uno de los ciudadanos, de los que están caídos y rotos, de los que han caído en esta crisis, de los que se están matando por los otros, como los que encerrados se renuevan y se muestran esperanzados y comprometidos. La vida diaria y las personas de lo diario es el tesoro que más vale y a veces el menos preciado. La semana santa viene a condensar y a sacramentalizar lo cotidiano, para reconocer que es ahí donde el hombre se va haciendo y donde se construye la verdadera historia de la salvación. Celebramos la vida: La familia, padres, madres, hijos, hermanos, amigos, la calle, el pueblo, los vecinos, el trabajo, los profesionales, los nacimientos, las muertes, los niños, los jóvenes, los adultos, los ancianos, la política, la religión, la comunidad cristiana, el grupo, los sacramentos, la economía, las relaciones humanas, la comida, la diversión, el tiempo libre, la fiesta, el cansancio, la salud, la enfermedad, la seguridad, el miedo, la incertidumbre, la esperanza…

Como Manuel y su corazón de niño…- testimonio de Manuel y Pepe-

Manuel, niño de la tropa solidaria, me manda un mensaje en el que me explica cómo reza a Dios para que pase esta pandemia, sin hacer mucho daño, y siente que no vaya a haber semana santa en la calle, pero se compromete a hacerla en su propia casa y a mandarme fotos de todos los pasos de pasión, muerte y resurrección que él mismo va a construir. Y yo me doy cuenta que esa es la verdadera cuaresma y semana santa la que él va a construir con sus pequeñas manos, en el interior de su casa, con su familia, con los sentimientos profundos de su corazón, seguro que nunca olvidará esta semana santa tan suya y tan original. Lo mismo me ocurrirá a mí.

Volver arriba