Vivir y proponer la fe Volver a la fraternidad apostólica de Jesús

Un año más Avila, en la casa de oración de santa Teresa, ha sido lugar de encuentro para sacerdotes diocesanos de distintas puntos de España. La asociación de sacerdotes del Prado ofrecen un tiempo de retiro para compartir estudios del evangelio en torno a temas centrales de la vida ministerial. La temática de estos días ha sido: "vivir y proponer la fe a los pobres, desde la fraternidad apostólica".

“Desde la fraternidad apostólica… vivir y proponer la fe a los pobres”

grupo

Nuevamente la asociación de los sacerdotes del Prado ofrece unos días de ejercicios espirituales en la casa de oración de Sta. Teresa en Ávila. El hilo conductor de los estudios de evangelio programados para las jornadas ha propuesto la consideración de la fraternidad apostólica de Jesús para vivir y proponer la fe a los pobres. Paco Echeveste, párroco de Mondragón, ha sido el encargado de elaborar  y exponer el trabajo bíblico base de la oración y la contemplación en estos días. En el contexto propio de la iglesia hoy, en medio del mundo, es necesaria la propuesta del volver a la consideración y origen de la fraternidad apostólica fundamentada en Cristo. Los presbiterios diocesanos, las comunidades cristianas necesitan volver al fundamento de lo eclesial que se cifra en pequeñas fraternidades centradas en Cristo y en su Palabra.

estudio

Para ello los sacerdotes hemos sido invitados a vivir en claves evangélicas fundamentales para el ejercicio del ministerio:

  • - Necesitamos partir de la experiencia del resucitado, no hay ministerio vivo sino se “ha visto al Señor” y no nos renovamos continuamente en el encuentro con Cristo resucitado desde la oración, la palabra evangélica, los servicios… en medio de la comunidad. Necesitamos una relación teologal con El, que esté llena de amor, pertenencia y obediencia al maestro de Nazaret.

  • - Somos fruto de la acción del Espíritu Santo que nos lleva a la fe viva. Jesús que inicia el camino de la fraternidad en su caminar prepascual lo confirma resucitado, somos fruto del espíritu de la Pascua, que nos ayuda a ver la verdad de una fe que es levadura y sal en medio del mundo sabiendo de contradicciones y sufrimientos. Si nos abrimos al espíritu descubriremos la lógica del don y la mirada esperanzada en la pequeñez y en la minoría. La fraternidad no se sitúa en el camino de los éxitos y las programaciones del todo.

  • cruz

    - Hoy seguimos siendo enviados al mundo, como lo fue Jesús. La mirada al mundo, desde el corazón del Padre, nos ayuda a ver lo que es opresión, injusticia, mentira, esclavitud y nos abre los frentes de la lucha por el pan, la libertad y la fraternidad. Nuestro mundo y el mundo de Jesús están tocados por la misma causa que quiebra la fraternidad, el pecado. Hoy estamos llamados, en nuestra debilidad, a caminar por los espacios y procesos que generan lo que el Reino de Dios proclama.

  • - Nuestra colaboración con Jesús de Nazaret en el anuncio del evangelio, especialmente a los pobres, ha de realizarse desde la comunión que se ejerce en los caminos de la Galilea de los gentiles, donde está la pobreza y la pequeñez. Necesitamos educarnos en pequeñas fraternidades, saber ir de dos en dos, con lo necesario nada más, porque en nuestro horizonte no ha de estar otro objetivo que evangelizar y humanizar, para compartir nuestro pan de vida con el pueblo sencillo de nuestro Dios.

  • - Hoy también necesitamos aprender a orar como discípulos de Cristo. Él nos enseña a saber respirar en el corazón del Padre, a vivir santificando desde los sentimientos de Cristo, enamorándonos de los valores del Reino y deseándolos, partiendo el pan de la bendición de lo humano esperanzado, con la paz del perdón y con la fuerza que resiste al mal. Hoy sentimos la llamada a la conversión de aprender a orar junto al Maestro para poder ser realmente discípulos suyos.

  • guion

    - Desde la oración y la vida saber hacer el camino de la pasión, viviendo la contradicción del amor predicado y de la cruz del dolor y la injusticia que pesa sobre aquellos con los que compartimos el camino. El anuncio del Reino es apasionante pero las pasiones humanas que provocan o facilitan la muerte del inocente son muy fuertes. No podemos permanecer impasibles en esta pasión, hemos de entrar en ellas con el amor de Jesús crucificado. Tenemos el gran reto de estar muy vigilantes para contemplar con profundidad la pasión hoy, el camino de Jesús a Jerusalén.

  • - La comunidad eclesial, la iglesia del Señor, donde se ejerce la comunión de hijos y hermanos ahí está nuestra vida y nuestra entrega, son nuestra familia y nuestros hermanos. Nos alejan de la comunión fraternal, la uniformidad, la parcialidad, el autoritarismo, el activismo, la repetición, el menosprecio de los más débiles y pobres, la falta de apertura y diálogo. Trabajo tenemos para revisarnos y caminar en dirección de lo sinodal y lo fraterno en nuestras iglesias.

  • - Hemos sido llamados para la edificación de la Iglesia y para ello no hay más camino que enraizarnos en el amor de la Trinidad, adentrarnos con verdad en el Evangelio anunciado y creído, en el bautismo de la obediencia a Cristo, en la eucaristía viva de la comunidad, en un modo nuevo de vivir cristificados, que nos abre a relaciones de nueva creación, a la vivencia de servicios generosos y gratuitos que proclaman la gloria de Dios y no la propia.

  • - Toda nuestra labor ha de estar enmarcada en una iglesia que camina enmarcada en la historia humana, que se sabe proyectada desde el plan de Dios, que se entiende desde los primeros padres Adán y Abraham en un marco universal, que se descubre en el ahora del nuevo pueblo de Dios, en una nueva humanidad, que ya ha comenzado y afecta a toda la historia. Pero sobre todo con la conciencia de la plenitud esperada, aguardamos la manifestación gloriosa de nuestro señor Jesucristo, la última palabra de lo absoluto está en la liberación total y absoluta de la plenitud de Cristo resucitado, porque de él y para él existe todo.

  • - Y en nuestro horizonte algo tan sencillo como, enraizados en la fraternidad apostólica de Jesús de Nazaret, ser colaboradores de su Espíritu para ir caminando y favoreciendo pequeñas comunidades fraternas cristianas, que desde la propia vida se abran a la palabra, para construir el Reino de Dios, con gestos de levadura y sal en medio de la humanidad. Para hacerlo posible hemos de estar tan unidos a Cristo que en nuestros presbiterios vivamos a fondo la fraternidad apostólica a la que él nos llama y de la que nos hace partícipes. Necesitamos ser equipos apostólicos de Jesús.

Una vez más estos días, en este espacio, con este alimento de la Palabra han sido un sitio tranquilo y apartado en el que hemos venido a descansar con el Señor. Ahora toca volver a la tarea de la comunidad con el espíritu renovado y con el deseo de digerir lo aquí descubierto.

oración

Volver arriba