Extraido de "Trazos de evangelio, trozos de vida" (PPC) La asunción de la vida... la asunción de María

La importancia de saber vivir el desvivir y hacer centro de tu vida la piedra que desecharon los arquitectos... el centro de tu vivir no es otro que el conocimiento de Nuestro Señor Jesucristo y el darlo a conocer. Es Jesús el que te busca y sale a tu encuentro para que tú en la sinfonia de lo divino puedas ser un arcorde encarnado. Ahí andamos entre migrantes y en Gaudajira, gloria a Dios.
| Jose Moreno Losada
ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA

Lucas 1,39-56
En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá».
María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia –como lo había prometido a nuestros padres– en favor de Abrahán y su descendencia por siempre». María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.
El fin de la creación: la gloria de Dios
La teología se hace gozosa cuando ayuda a entender que la gloria de Dios es que el hombre viva. Considero un misterio desbordante que Dios reciba gloria en el proceso de realización de la creación y de lo humano, y que lo sea en cada criatura y en cada ser personal. La festividad de la Asunción de la María es signo claro de esta verdad de fe, ella proclama la gloria, la grandeza del Señor desde la alegría inmensa que siente en su ser, en su interior. El Dios de su vida y de su pueblo que se fija en su pequeñez, le lleva por amor a la grandeza de su plenitud por los siglos de los siglos. Desde ahí se entiende que se pusiera en camino y fuera a prisa a la montaña, no podía hacer otra cosa que lo que su corazón mandaba; tocada de Dios y de su alegría tenía que compartirla y asumir las dificultades y el momento del otro para facilitarle y alegrarle. La gloria de Dios se manifestó en aquel encuentro, allí ya estaba María en ese proceso de asunción sin vuelta atrás. Así es el amor de Dios y así se empeña en que cada persona lo viva.
Yo quiero tú seas feliz
Ayer viví un encuentro de diálogo sincero, de libertad sencilla, de serenidad y paz en la fraternidad de lo apostólico. En la diócesis están reorganizando las responsabilidades y tras haber estado yo un año liberado en Madrid, medio sabático y formativo, me planteaban cuestiones de apostolado. Para ello se hacía necesario una conversación tranquila con mi pastor, tanto con don Celso que está en etapa de próxima jubilación como con don José, el arzobispo coadjutor que en breve asumirá la responsabilidad diocesana total. Ahora me refiero al encuentro con don Celso en la mañana. Se dispuso en una actitud de escucha total, aunque yo le ofrecí que comenzara él la conversación con sus expectativas para mi compromiso ministerial en la diócesis, quiso que le contara yo y le pusiera en situación de mi proceso y de mi momento. Intenté analizar y presentar en síntesis lo que ha sido trabajo de interiorización en el curso acerca de la lectura creyente de mi propia historia y del quehacer ministerial a lo largo de más de cuatro décadas. No es que mi vida haya sido extraordinaria, pero está llena de acontecimientos, decisiones, etapas, lugares, personas, tomas de postura, implicación en proyectos, distintos campos de acción… Como me decían algunos de los que más me conocen, se ve un proceso que más que estar llevado por mí, me ha ido llevando y de algún modo he ido aprendiendo a obedecer desde la realidad aquello que se me ofrecía y me interpelaba.
El momento y el clima fraterno que se respiraba me ayudó a desgranar las líneas pastorales en las que me he movido, las claves que he adquirido, las cuestiones diocesanas, apostólicos, parroquiales, docentes, así como las personales. Planteaba yo la posibilidad de tener en cuenta los elementos que en este momento más me llamaban: estudio del evangelio, cercanía al mundo de los inmigrantes, sinodalidad y corresponsabilidad laical, así como dimensión comunitaria cercana. Junto a otros había reflexionado con paz, que lo importante no era el dónde, ni siquiera el qué, sino el cómo, las actitudes fundamentales que me gustaría tener presentes en esta etapa última ministerial, después de todo lo vivido y realizado. Fue rico el contraste y la comunión en la valoración y reflexión de lo que se iba suscitando en mi esquema trabajado y sintetizado.
Don Celso fue aportando y compartiendo, desde su vida, sentimientos y visión de lo importante. Al analizar su tiempo en nuestra diócesis ahora que ya está en tiempo de propina, tras haber cumplido los setenta y cinco años hace tiempo - compartiendo tarea con el nuevo arzobispo-, me expresaba con vehemencia que está muy contento, que ha sido feliz: “Me siento muy bien con este pueblo y sus gentes, con el presbiterio, pero también con esa multitud de personas sencillas en todas las parroquias, que son fieles, sean como sean sus curas. Muchas mujeres profundas que se agarran a Dios como referente y resisten en su vivir generoso y participativo a su manera”. Manifestaba que ese vivir le ha llegado y sobrepasado positivamente.
Desde ese sentimiento, se dirigía a mí expresándome que agradece todo lo que yo había trabajado, deseaba que sintiera que lo valora y admira. Me encantó su deseo profundo y sincero al decirme con sencillez: “Pepe yo quiero, que tú estés contento, sereno, feliz, en lo que hagas y donde estés”. Lo entendí perfectamente, se trataba de buscar la verdad del evangelio en la misión más allá de lo que hacemos, más en la compasión que en la perfección.
Al orar ahora ante la fiesta de la Asunción, con este evangelio de María, descubro, nuestro encuentro en clave de alegría apostólica compartida, de mirada común en un horizonte que no es de facilidad, pero si lo es de esperanza y de atención mutua. La estructura y la institución no puede apagar el amor, todo debe servir para la gloria de Dios, pero sin olvidar nunca que esa gloria pasa por la asunción de lo humano en la alegría y el gozo de lo divino que se experimenta en la comunidad y en la fraternidad; misión donde lo que marcan las relaciones han de ser los encuentros vivificantes de donación y comunión entre todos nosotros.
La Asunción y el reto de los cuidados: todo está interconectado
Son muchas las llamadas e interpelaciones en los últimos años con respecto a la relación y conexión de toda la realidad, de todos los seres humanos, con toda la naturaleza. En los últimos años hemos escuchado gritos de luz que nos invitaban a la alegría del evangelio, versada en el cuidado de la creación; transversalizada por el gozo del amor, desde lo más pequeños de la amazonia y lanzados a la fraternidad Universal. La misión está llamada a la universalidad, a la asunción de todo lo creado. Los caminos del ecumenismo y del diálogo interreligioso, como de lo humano, no pueden ir por horizontes diversos. Aunque sean veredas, tenemos que caminar en la dirección de la vida y de lo integral, lo que desde la Iglesia católica estamos llamando ecología integral y que tan buena acogida está teniendo en ámbitos laicales.
Nos urge crear y establecer nudos en una red de ecología integral para la fraternidad. En este sentido, desearíamos ir armando una red, en la que seamos nudos los cristianos, para sensibilizarnos de esta armonía y horizonte de asunción en una comunión sin exclusión. La Iglesia ha de invitar con corazón de ciudadanía a todas las personas de buena voluntad que puedan ejercer influencia en la educación y en la promoción de estilos de vida que favorezcan el cuidado y la conexión saludable de todo lo existente.
Desde nuestra tierra, con nuestro pueblo y sus gentes, cada uno desde su lugar de referencia y origen hemos de buscar los caminos que sanen y salven lo que hoy está roto y desunido en la creación y en la historia. Será una alegría poder servir de nudo y tener una voz en nuestra sociedad, unidos a todas las personas de buena voluntad, y tocados por la gracia de nuestro ser creyentes y humanos. La verdadera asunción de lo natural y lo humano es un reto universal y para nosotros teológico.