Agraciado y agradecido Soy un cura sexagenario, agraciado y agradecido

"¿Cómo le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación e invocaré su nombre en medio de la asamblea." Ya llega el día del cumpleaños y ya están tirándome de las orejas todos los cercanos para que no se me olvide que voy a cumplirlos pronto. Sí, este año serán 64, el 27 de Marzo. Cada año se suman los motivos para agradecer y sentirme agraciado. A ver si me dejo ceñir y que "Otro" me pueda llevar donde él quiera para seguir dando gracias.

Soy un cura sexagenario (64) agradecido

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Cada vez que recibo un toque, una llamada, un correo… siento interiormente un agradecimiento inmenso; por eso no puedo no escribir, aunque la cuaresma me llame a estar más en silencio, me reconforto en los mismos sentimientos que narraba hace años.

Me permitiré romper lo ordinario del ayuno y dejaré que hoy sea solemnidad por todos los que estáis tocando a mi puerta con deseo de felicidad para mí. Vosotros, aún sin saberlo, me dais la solemnidad en una gratuidad total e insospechada.

Hoy recuerdo la plegaria eucarística cuando nos dirigimos al Padre confesando que no podemos ofrecerle otra cosa que el gran tesoro que Él mismo nos ha concedido, la entrega perfecta y sacrificial de su hijo, Jesucristo. Al sentir en mi cumpleaños, lo que es diario en la vida, vuestro deseo de que sea feliz y vuestra felicitación por mi persona y mi vida –os lanzáis hasta la alabanza y el agradecimiento por mi persona en vuestro cariño desbordante-, me doy cuenta que todo lo que tengo y que puedo dar u ofrecer, no es nada más que lo que estoy recibiendo de cada uno de vosotros en cada relación y en cada momento.

Estoy en una etapa de mi vida donde cada vez estoy más convencido que lo que más me interpela y me anima a transformarme –convertirme en clave cuaresmal- es la grandeza y la bondad de las personas que me rodeáis. Veo en vosotros una revelación de la imagen seductora de Dios que me envuelve y, continuamente, me está invitando a pasar de la ética a la mística, de la obligación a la contemplación. Voy siendo consciente de cómo Dios me ha ido enriqueciendo, en mi pobreza, con todas las personas que ha puesto en mi camino, y que el ministerio ha sido una fuente que, dentro de mí, ha ido naciendo y saltando según me iba encontrando con todos vosotros; fuente que hoy es imparable y me lanza a la vida eterna con un deseo profundo de amor que hambreo en mi debilidad, pero de un modo esperanzado.

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Según recibo la felicitación de cada uno de vosotros, me adentro en el contexto, relación, afecto, lugares, momentos… y me siento vivo y agradecido, lleno de gracia y gratuidad. Musito en mi interior con una inspiración y expiración profunda que me hace sentir la trascendencia de lo absoluto, manifestada en la encarnación de la historia de mi propia vida hecha a retazos y trozos de vuestras vidas. En vosotros he ido comulgando lo que soy y lo que amo, en vosotros se me ha dado el Padre y, como Él, quiero quereros, porque en vuestro querer Él me ha querido eternamente. Por eso, no dudéis que hoy cuando llegue el momento de la celebración eucarística, en la doxología final de la plegaría, haré una inspiración y expiración –con todo el amor de los 64 años- y en el “por Cristo, con Él y en Él” estarán todas vuestras felicitaciones, todos los trozos de vida que el Señor me ha dado en vosotros y con los que yo voy pudiendo construir mi proyecto de vida y mi historia.

Soy débil y pequeño, defectuoso, pero no hay duda de que estoy sobrepasado por la gracia y que, a través de vosotros, Dios está consiguiendo que sea hasta “gracioso”. Todo un milagro de exageración y de ternura, donde Dios siempre me manifiesta que está usando conmigo una medida remecida y rebosante. No se puede dar más que lo que Él me está dando con todos vosotros, sin excluir a ninguno de los que he encontrado y estoy encontrando en mi camino ¡Ah!, y permitidme un beso sonoro y exclamativo –desde esa inspiración y expiración profunda aludida- que no pretende ser excluyente, sino incluyente, a mil por cien:  ¡ Vivan la madre y el padre que me parieron¡ (son, por cierto, los primeros que he besado esta mañana al levantarme –ellos ya en la eternidad-, y en ellos os he querido besar a todos).

José Moreno Losada. Sacerdote de Badajoz

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