España,¿ una sociedad sin Espíritu? Los datos estadísticios religiosos y el Espíritu

Los datos estadísticios religiosos y el Espíritu
Los datos estadísticios religiosos y el Espíritu Jose Moreno Losada

Estamos en la semana del Espíritu, ayer celebrábamos su fiesta. Buen momento para dejarnos interpelar por la realidad de espiritualidad y religiosidad de nuestra sociedad española. Seguro que, a la luz del Espíritu, podemos encontrar llamadas vivas y profundas para la renovación de nuestra interioridad, nuestra espiritualidad y nuestra religiosidad. Estamos llamados no a ser muchos sino a vivir con profundidad lo que somos y a buscar caminos nuevos que nos ayuden a renovarnos en el verdadero Espíritu de Cristo.

¿Una sociedad sin espiritualidad? Mala cosa

Pentecostés


Venimos de una sociedad de cristiandad, hace cincuenta años era normal, podríamos
decir que casi de ley, vivir en la religiosidad que pasaba de padres a hijos, no sé si con
convicción y experiencia personal. Se vivía en ambientes religiosos y parecía que todos
crecíamos y nos fortalecíamos en las normas y prácticas cristianas. Sería como el marco
que contiene el hecho de la presentación de Jesús en el templo. Sin embargo, hoy
mismo leo en los medios que las cosas han cambiado bastante y que ya no es tan de
“ley”, tan normalizado la vivencia y la presencia de lo religioso en la sociedad y en la
cultura actual.

Los datos y los hechos

Según el informe último del FUNCAS los datos son llamativos - RD nos daba cuenta de ello-, dan para
la reflexión. Nos dicen:


El número de españoles mayores de edad que se identifica como católico ha bajado en
las últimas cinco décadas. Así, si a mediados de los años setenta el 90% de los
españoles decía serlo, esta cifra ha bajado en la actualidad al 55%, según se desprende
de la última edición de las Notas de Coyuntura Social, de Funcas, que pone en evidencia
la secularización de la sociedad española.
Aunque la disminución en la proporción de católicos es sustantiva en todos los grupos
de edad, es especialmente profunda entre los más jóvenes, según los datos de la
Encuesta Social Europea analizados por Funcas. En 2002, el 60% de la población de 18
a 29 años se identificaba como católica, mientras que en 2024 solo lo hacía el 32%. En
cambio, entre quienes tienen 70 años o más, la identificación como católicos pasó del
89% al 77% en el mismo periodo.
El espacio del catolicismo apenas ha sido ocupado por otras religiones, como podría
esperarse, en parte, por la incorporación de población de origen extranjero a la sociedad
española, sino que en su mayoría se corresponde con quienes "se declaran indiferentes,
agnósticos o ateos", es decir, con quienes no tienen una adscripción religiosa. Así, el
porcentaje de quienes no se identifican con ninguna religión ha pasado del 22% en 2002
al 42% en 2024, lo que representa un cambio sustancial en el panorama religioso del
país.
La pérdida de influencia de la religión en la vida cotidiana se comprueba en dos
indicadores que reflejan el menguante papel de la socialización de las generaciones
venideras en el catolicismo y sugieren que el proceso de secularización todavía tiene
recorrido: el desplome de los matrimonios católicos y la caída paulatina de la matrícula
en la asignatura de religión católica. No así en las cofradía y semana santa de interés
turístico.

Lectura de los datos e interpelación

Ante los datos de la realidad se pueden hacer muchas lecturas, a mí se me ocurre
preguntar en qué estamos creciendo y robusteciéndonos hoy en la sociedad española. Si
los datos confirman que hay menos religiosidad explícita y practicada, que hay muchas
personas que no se identifican como religiosos, y que lo hacen como agnósticos,
indiferentes, ateos. Creo que es fundamental analizar en qué medida estos datos tienen
que ver con la interioridad y la espiritualidad de los seres humanos. Sería un desastre
que el decrecimiento no fuera solo en prácticas de las religiones, sino que eso fuera un
signo de no crecer ni fortalecerse en el interior, en la alteridad, en la trascendencia, en la
compasión y el cuidado mutuo. Parece ser que la ola de secularización no es solo cuestión de generaciones, sino que nos afecta a todos. No es lo mismo que descienda la
práctica religiosa de una religión en la sociedad a que la sociedad desatienda la
dimensión espiritual del ser humano, su interior y el sentimiento de alteridad y
trascendencia. No se duda de que estamos ante una crisis de naturaleza, política, de
economía, tecnológica, armamentística. Me pregunto si no necesitamos volver al
espíritu y a lo que trasciende al individuo y que todo canal que nos ayude a desarrollarlo
y fortalecerlo debería hoy ser reconocido y valorado, incluido el religioso.

Ya nos lo auguraba Nietzsche, con el loco que había matado a Dios. Aunque la religión cristiana y
la iglesia, de la que formo parte y amo, debe renovarse con agilidad y purificarse para
poder servir ante los signos de los tiempos. Traigo a colación el aserto de los que
afirman siendo creyentes, que tampoco creen en el Dios que no aceptan muchos ateos.
Esta mañana me decía a mí mismo reflexionando ante los datos, cómo sería una
sociedad en la que el 32% de los jóvenes hubieran crecido de verdad y estuvieran
fortalecidos en la fe, en la experiencia del Evangelio por haberse encontrado
personalmente con Cristo. Imagino que sería de un impacto y de una fuerza de luz y de
verdad admirables, de humanismo radical. Así también con los adultos, incluidos los
sacerdotes, si viviéramos nuestra fe más allá del marco de la cristiandad, de lo que
parece reglado y de ley, de costumbre y de herencia. Me da la tentación de pensar que
hoy no tenemos tanto que luchar por ser más sino por ser auténticos en medio de esta
sociedad secularizada. Que la gracia de Dios nos acompañe en esta sociedad tan
burguesa. Por ahora puedo deciros que, en mi nueva parroquia en una población de
quinientos habitantes, según los datos de la encuesta, debe haber un joven de cada tres ,
de 18 a 29 años, que se identifique como católico, yo todavía los estoy buscando.
Alguno he conocido en alguna procesión y en algún acto litúrgico festivo, pero lo de
crecer y robustecerse con identidad creo que está un poco lejos todavía. Yo por si acaso
he comenzado con los pequeños abriéndonos juntos al evangelio y no dejo de sentir la
llamada a ser yo más auténtico en mi fe y mi vivencia del evangelio.

Y recibo en canciones la inquietud y la búsqueda de lo humano, tan necesitados de que "recen por mí..."Reza por mí (Siloé)


José Moreno Losada

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