"De la familia y la eutanasia, por la cultura de la vida" Francisco Maya: "No a la eutanasia activa, sí a los cuidados paliativos"

Creados para dar vida
Creados para dar vida

"La familia adquiere hoy una relevancia especial en el momento de crisis, de incertidumbre ante la pandemia, de cambio profundo que se encuentra en nuestro mundo"

"El amor familiar ha de llevarnos al respeto mutuo, a crecer valorando a los demás, a aprender a dialogar desde la escucha sincera del otro, a perdonar cuando sea necesario, a cuidar al que lo necesite, a preocuparnos no solo de las necesidades de la propia familia, sino también de la gran familia universal"

"La mejor herencia es la del amor, la del cariño, la de la ternura, la de haberlos enseñado a saber discernir, para tomar las decisiones en la vida a la luz de los valores evangélicos"

"Cuando algunos hablan de muerte digna también deberemos hablar del derecho a la vida digna"

De la familia y la eutanasia: La cultura de la vida

Las claves bíblicas

La Iglesia nos invita hoy a celebrar la fiesta de la Sagrada familia. La familia adquiere hoy una relevancia especial en el momento de crisis, de incertidumbre ante la pandemia, de cambio profundo que se encuentra en nuestro mundo.

Hoy existen muchos modelos de familia. En los evangelios no se habla de un modelo concreto, sí de las actitudes y valores que deben darse en su seno. Las lecturas de hoy nos facilitan el marco de lo que debe ser la familia cristiana, aquellos valores que la definen. La misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión, el perdón. La primera lectura, del Eclesiástico, nos habla de honrar a los otros miembros de familia como uno de los principales principios fundamentales en los que basar las relaciones de la familia cristiana. Se nos dice que nos revistamos de amor para vivir dentro de la familia.

parroquia

Dios y la familia

El amor familiar ha de llevarnos al respeto mutuo, a crecer valorando a los demás, a aprender a dialogar desde la escucha sincera del otro, a perdonar cuando sea necesario, a cuidar al que lo necesite, a preocuparnos no solo de las necesidades de la propia familia, sino también de la gran familia universal. La familia ha de convertirse en ese espacio cálido en el que todos vamos creciendo en los valores del Reino y en donde se transmite la fe, dando a conocer al Dios Amor, al Dios Trinitario, modelo de toda familia. En familia se ora, se reza, se lee con los demás la Palabra de Dios. Porque Dios es el anfitrión principal de la familia, al que nos dirigimos con sencillez, queriendo en nuestra vida cotidiana ser reflejo de su amor, de entrega. En la familia aprendemos a participar, a sacrificarnos por los demás, a perder por los otros, a vivir gratuitamente, sin buscar sólo los intereses personales.

Bien-ser y bien-estar

ellos

Quizá la sociedad de consumo, y la sociedad de mercado en la que vivimos, nos ha llevado a buscar sólo la comodidad familiar, a quedarnos en cubrir las necesidades materiales en la familia, olvidando el bien espiritual de cada persona. No, no se trata de trabajar para que en el hogar no falte un detalle, y que el día de mañana podamos dejarles a los hijos una buena herencia. La mejor herencia es la del amor, la del cariño, la de la ternura, la de haberlos enseñado a saber discernir, para tomar las decisiones en la vida a la luz de los valores evangélicos.

De nada sirve dejarles cosas a los hijos si no hemos sido capaces de dedicarles tiempo, de estar con ellos jugando o ayudándoles en sus tareas, de acompañarlos con cariño en los momentos de su vida. La familia de Nazaret no vivió en un palacio o poseyó un dinero incalculable. Allí hubo pobreza, se pasaron momentos duros, pero se crecía en amor, en la escucha de la Palabra, en el respeto a la misión que el Padre Dios le había encomendado a cada uno. El Papa Francisco en su exhortación Apostólica “Amoris Laetitia” (2016) nos habla de la Alegría del Amor, de la familia como abrazo y del matrimonio como proyecto de vida, de la vida compartida teniendo todo en común (123-125).

Familia, dolor y eutanasia

comunidad

En la familia se protege especialmente a los miembros más frágiles, a los que están enfermos o poseen alguna discapacidad en sus vidas. Ellos suelen ser los preferidos de todos. Así en familia se cultiva la cultura de la vida, y la apuesta por los más necesitados de sus miembros.  Es cierto que hay muchas familias que padecen situaciones muy estresantes ante situaciones límites, ante situaciones de enfermedad en las que deseamos que la persona descanse ante tanto sufrimiento sin prologarle la vida artificialmente con técnicas desproporcionadas.

Distingamos eutanasia y ortotanasia

Pero una cosa es prolongar la vida artificialmente, y otra acabar con la vida de otra persona a petición suya, con el fin de minimizar el sufrimiento. La palabra eutanasia procede del griego eu= bueno y thanatos= muerte. La utilización de este término, “buena muerte”, ha evolucionado y actualmente hace referencia al acto de acabar activamente con la vida de una persona enferma, a petición suya o de un tercero, con el fin de minimizar el sufrimiento

Se plantea que la eutanasia activa es un derecho porque el paciente es autónomo y por tanto dueño de su vida. El derecho de autonomía moralmente justificable podría minar el carácter comunitario de la existencia humana. La autonomía convertida en un derecho absoluto conduce al atomismo moral, al privatismo y a la anarquía. Los seres humanos son animales sociales y no pueden realizarse sino en las relaciones sociales. La comunidad en que reside el paciente tiene también sus derechos morales. El impulso dado actualmente a la autonomía no siempre se está modulando y equilibrando de acuerdo con los derechos morales de las otras personas y la comunidad. En otro sentido, tampoco debe confundirse la “calidad de la vida” con el concepto de “valor de la vida”, pues si la calidad es variable, el valor de la vida humana no lo es y siempre será independiente de las circunstancias.

No a la eutanasia activa, sí a los cuidados paliativos

Cuando algunos hablan de muerte digna también deberemos hablar del derecho a la vida digna. Ese es el que verdaderamente hay que proteger con leyes adecuadas y sostener con recursos suficientes. Una vida digna, que no es lo mismo que una vida fácil, cómoda o carente de dificultad. Y esta vida digna se consigue con una buena ley de cuidados paliativos, no con una ley sobre la eutanasia activa. No a la eutanasia activa, pero SI a los cuidados y SI a evitar todo dolor evitable. Tal es el propósito de la medicina paliativa. Hacer del final una despedida serena, acorde a la dignidad del enfermo, con la atención y medicación que sea precisa. Morir viviendo. De eso Sí que somos partidarios los cristianos. Hablamos, por tanto, de la Ortotanasia: el permitir que la muerte natural llegue en enfermedades incurables y terminales, tratándolas con los máximos tratamientos paliativos para evitar sufrimientos, recurriendo a medidas razonables.

¿Qué vida es digna y cuál no?

vida y muerte

Defender la legalización de la eutanasia diciendo que sólo merece ser protegida la vida digna, identificándola con vida sana es erróneo. Algunos defienden que cuando la salud se deteriora hasta una situación vegetativa, terminal o excesivamente penosa, la vida no merece la pena de ser protegida y cabe justificar la autorización por parte del Estado para su eliminación. No sé si una sociedad que acepta la terminación de la vida de algunas personas, en razón a la precariedad de su salud y por la actuación de terceros, puede infligirse a sí misma la ofensa que supone considerar indigna la vida de algunas personas enfermas o intensamente disminuidas.

paco

Que en este día de la familia cristiana apostemos en todo por una cultura de la vida, ofreciendo vida a cada componente de esta, no confundiendo la vida buena con el puro bienestar, o teniendo como valor absoluto el dinero y el trabajo. Y que seamos solidarios, como lo fue la familia de Nazaret con la gran familia humana.

Francisco Maya Maya. Párroco de la parroquia de Guadalupe en Badajoz. Vicario General de Mérida –Badajoz.

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