La tarea aunque todavía tiene tintes de tradición y costumbre se va haciendo cada vez más ardua. El quehacer de los catequistas tiene un valor alto en estos momentos en los que un despertar en la fe y el iniciar en ella no es lo usual en el modo de vida que se impone en nuestras sociedades. La parroquia, sin embargo, sabe que se juega mucho en estos caminos de fe incipientes. Nos volcamos  para trabajar con los padres y favorecer lo que es un camino en el espíritu, esa dimensión de templo y de interioridad que hay en cada niña y niño que se acerca. Por eso nos gozamos los sacerdotesy los catequistas cuando los padres se involucran activamente desde su propio vivir creyente. Hay momentos en los que lo explicitan de un modo directo y claro. Este es el caso de  Ángel Domínguez, padre de unos de los comulgandos, que ayer exponía en nuestra celebración comunitaria parroquial las claves de este proceso que están viviendo losniños y la trayectoria que les queda por andar.