In memoriam de Manuel Calvino López-Torrado El olivar de la virgen de Gracia

Manuel Calvino
Manuel Calvino

"Con su vida sacerdotal nos mostró que lo más importante es la comunión y la misión compartida a favor del pueblo y sus gentes, cada uno con sus dones y cualidades"

"En su especialidad estaba la sencillez, saber ser sencillo y natural no es nada fácil. Nos mostró con mucha delicadeza que nunca debemos olvidar quienes somos y de dónde venimos, en nuestro caso del mundo rural, de familias muy sencillas y dignas, somos unos más del pueblo, entre la gente"

"Faltaría a lo esencial sino gritara que todo esto Manolo lo hizo enraizado en Jesucristo, en su evangelio y en su amor hacia él"

"Ojalá los sacerdotes sepamos trabajar con esas cualidades de verdadero pastor: comunión, sencillez, laboriosidad y fijos los ojos en El, en Jesucristo"

El pueblo no quiere olvidar. Me llegan las noticias y fotos del olivar sembrado hoy al costado del santuario de Oliva de la Frontera. Olivos en memoria de Manolo Calvino López-Torrado compañero sacerdote que pasó allí sus últimos años de ministerio sacerdotal, hasta que le llegó la muerte inesperada para todos, con gran dolor para el pueblo y todos los que le conocían.

Recuerdo que meses antes de su enfermedad se dirigió a mí, con el tono persuasivo que él tenía siempre que quería algo, para que escribiera sobre los sacerdotes en el contexto de tanta noticia negativa acerca de la denuncia de abusos y pederastia. Sentía él, como delegado del clero, que necesitábamos palabras de aliento y de ánimo, expresar sentimientos ante el pueblo, en los espacios públicos y seculares, de dolor y de esperanza al mismo tiempo, sobre lo que somos y hacemos, el sentido de nuestra vida. Lo hice en este diario en una de sus tribunas, pero no esperaba volver hacerlo unido a su muerte como pastor de ese pueblo querido para él.

Plantando olivos
Plantando olivos

La verdad que he necesitado dejar pasar el tiempo, un año, hacer duelo reflexivo y creyente, para escribir estas palabras sobre los sacerdotes a la luz de la vida de Manolo Calvino. Los que formábamos parte del mismo curso, los siete que nos ordenamos juntos, siempre hemos estado cercanos y nos conocíamos bastante bien, basta mirarnos o sonreírnos ante una palabra o un gesto y ya estaba todo dicho, por eso cada vez que nos reuníamos era una verdadera fiesta, hasta en su velatorio lloramos con este sentimiento de lo cercano y de lo amado, de lo compartido, trayendo alguna anécdota querida y entrañable que logró nuestra sonrisa y la de su familia.

Y eso siento que es la primera clave con la que vivió su sacerdocio, no tenía en su corazón la búsqueda de una notoriedad personalista, sí el deseo profundo de ser fecundo y de serlo en medio de la fraternidad vivida con todos sus compañeros, abierto y plural, conviviente con todos, teniendo claro que en el horizonte había de estar el pueblo, la gente y el evangelio de Dios Padre, por eso lo importante como él decía era tirar para adelante, poniendo la mirada en Jesús de Nazaret. Con su vida sacerdotal nos mostró que lo más importante es la comunión y la misión compartida a favor del pueblo y sus gentes, cada uno con sus dones y cualidades. Él sabía muy bien reconocer virtudes y capacidades de los compañeros y de los laicos que le rodeaban.

En su especialidad estaba la sencillez, saber ser sencillo y natural no es nada fácil. Nos mostró con mucha delicadeza que nunca debemos olvidar quienes somos y de dónde venimos, en nuestro caso del mundo rural, de familias muy sencillas y dignas, somos unos más del pueblo, entre la gente. Tenía claro este compañero que el horizonte era estar a la altura de los más sencillos de los pueblos para que todos pudieran tener acceso fácil a nosotros y tomarnos sus vidas y sus problemas como propios, que pudieran sentir realmente que somos familia de todos. Para él, este vivir para los demás era el verdadero sentido del celibato, más de una vez nos decía que nada de ser solterones, sino padres y hermanos de todos.

Plantando olivos
Plantando olivos

Junto a la sencillez nos mostró lo qué es la verdadera laboriosidad y tarea del ministerio sacerdotal, nada de eso de que trabajamos media hora y con vino, trabajo a tope, siempre con mil cosas por hacer, creativo, sabiendo involucrar a cientos de feligreses, fueran del teatro, de la carpintería, profesores, madres de familia, agricultores, ganaderos, aficionados a los animales y las mascotas… no había terreno personal al que no supiera llegar en un trabajo sin fin, desde la madrugada hasta al anochecer.

Laboriosidad que pasaba por su formación para poder decir palabras de aliento y de ánimo, en sus predicaciones, en su acompañamiento a grupos, movimientos. Intentó siempre estar atento a todo lo que podía ser nuevo y sumar en el trabajo pastoral, tanto en sus parroquias como en el nivel arciprestal o diocesano. Además, supo acercarse y pedir ayuda cuando veía que sus fuerzas o capacidades no llegaban a algo, sin ningún rubor, “ven y ayúdame a esto que yo no sé”.

Calvino y Morga

Pero faltaría a lo esencial sino gritara que todo esto Manolo lo hizo enraizado en Jesucristo, en su evangelio y en su amor hacia él. Siempre vivió con ilusión la encarnación en el terruño, se las apañó para traer injertos de olivo de Jerusalén, para él eso era un signo de su deseo de estar unido a Cristo, tanto en su pasión como en su resurrección.

Por eso hoy me emociono y necesito escribir de él, hoy que se han sembrado una quincena de olivos de aquellos que él soñaba y deseaba al costado del santuario. Él ya está enraizado en el crucificado que ha resucitado, el pueblo lo sabe y lo siembra con este gesto. Ojalá los sacerdotes sepamos trabajar con esas cualidades de verdadero pastor: comunión, sencillez, laboriosidad y fijos los ojos en El, en Jesucristo. Perdóname Manolo, pero tenía que escribir de ti, lo necesitaba.

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