«Si he hablado mal, declara lo que está mal; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?» "Yo no estoy con el papa Francisco"... me gustaría.

"Yo no estoy con el papa Francisco"... me gustaría.
"Yo no estoy con el papa Francisco"... me gustaría. Enrique Alarcón

Querido Pepe. Gracias por compartir tu reflexión sobre Francisco conmigo. Tus palabras llenas de sencillez y amor me han emocionado. Después de haber estado un mes viviendo en Santa Marta y tenerlo tan cercano, viendo su humanidad y su fragilidad, me resuenan muy hondo tus bellas reflexiones. Un gran abrazo hermano.

Este es el eco ante mi reflexión de Enrique Alarcón García, miembro del movimiento FRATER de la acción católica que fue llamado como laico para ser miembro sinodal en Roma y reflexionar con todos sobre la sinodalidad aportando desde su realidad y movimiento apostólico. Ellos han trabajado muy bien todo el proceso sinodal y creen en él. En Roma se dieron cuenta.

“…Yo no estoy con el Papa”, me gustaría.

No soy del papa y no lo soy porque él no quiere que lo seamos. No busca devotos ni seguidores, sino hermanos en la construcción del reino y en el compromiso por vivir el Evangelio en medio del mundo entre los hermanos. Desea una Iglesia sencilla y encarnada propia de Jesús de Nazaret.

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cardenal-barreto-libro-laudato-si-850x310 Jose Moreno Losada

En más de una ocasión he escrito sobre el Papa y sus gestos, también he escrito libros pastorales en torno a “Laudato si” y Querida Amazonía, acompañado por laicos del movimiento de Profesionales Cristianos. Hemos hecho proceso de reflexión respecto a la ecología integral y las profesiones, atendiendo a sus inspiraciones; y he leído mucho de lo que ha escrito y compartido como pastor de la Iglesia Universal. Tengo que confesar que lo admiro y que me siento muy interpelado por su ministerio petrino.

El pasado 28 de diciembre se me ocurrió realizar una broma sencilla entre las personas cercanas. Les comuniqué que me iría a una estancia en Roma de unos tres meses, y la razón era que el papa, a través de un cardenal amigo, había conocido el libro que he publicado sobre los evangelios dominicales en PPC

libro

–“Trazos de evangelio, trozos de Vida”-  y  me había llamado a estar este tiempo allí. Muchos de los que lo recibieron el WhatsApp se lo creyeron, y yo me quedé extrañado de tanta inocencia en las personas queridas. Luego, reflexioné y pensé que lo habían creído no tanto porque correspondiera mis posibilidades literarias y pastorales, sino porque es creíble en este papa, y en su modo de ser tan sencillo y tan cercano, y de serlo desde todos sus límites.  Pocos días antes había estado en Galicia con otro sacerdote amigo y estaba muy ilusionado porque había enviado una carta al papa, de unas cinco paginas escritas a mano, vía correo electrónico, escaneadas, y a las dos horas le estaba llamando un número extraño que no lo recibió pensando que sería de esas llamadas en vacío y tontería. Al día siguiente lo volvieron a llamar y allí estaba el papa Francisco al aparato, hablando con él del contenido de su misiva, agradeciendo y animándole, en ese proceso de crecimiento y de búsqueda ministerial que estaba llevando a cabo y en el que se sentía animado por la postura del pastor universal. También se interesó por un compañero para el que le pedía su oración. Todos estos gestos los hace consciente de la seriedad de su ministerio, de la carga y misión que tiene. Entiende que estos detalles forman parte de la verdad que no puede ser olvidada por ser parte de la realidad viva de cada día en todos los rincones del mundo.

Detrás de estos gestos considero que hay claves ministeriales, de las que yo me siento lejos, pero deseoso de tenerlas. Y me atrevo a indicar, a vuela pluma, algunas de ellas:

inclina

El papa se inclina ante el pueblo de Dios. Sabe que el poder que tiene no es suyo ni para él, sino que es para ellos. Sabe que es pastor de una Iglesia que tiene poder para expulsar los espíritus inmundos y liberar a los oprimidos, para sanar enfermedades y curar sufrimientos. Por eso tiene claro que ha de fijar la atención en los lugares y pueblos que sufren, en los heridos de la historia, los desgraciados y los excluidos. Sólo desde ellos y para ellos tiene sentido su poder. Es cuestión de fidelidad a Cristo el Señor.

                Yo tengo que pedir perdón porque aún me falta bastante para inclinarme de corazón y de verdad ante el pueblo que sufre y espera liberación, sanación y consuelo.

todos

- El papa se abre al Espíritu y siente la necesidad de empujar a la familia eclesial católica a abrir puertas y ventanas, sin miedo, a todos, todos, todos. No es una pose, es el reflejo claro de que la salvación es universal y que Pentecostés sigue vivo y activo en medio de nosotros. El miedo, que produce el deseo de asegurar, conservar y defender, no viene del Espíritu, ni fue el que sostuvo a Cristo en la predicación del reino y la manifestación de sus signos.

                Yo tengo que pedir perdón por lo que hay de miedo en mis decisiones y posturas ministeriales y ciudadanas en medio de mi sociedad y mi comunidad cristiana.

evangelio

- El papa hace un uso del Evangelio iluminador y de discernimiento, lo descubro como un verdadero discípulo de Cristo y un auténtico servidor de la humanidad. El modo de anunciar el mensaje me despierta y provoca en mí un deseo del estudio del Evangelio de modo nuevo. Esta forma de presentar la Buena Noticia, vitalmente, con rectitud de intención y abierto al Espíritu sin miedos ni seguridades, es nuevo y renueva a la Iglesia.

                Yo sigo aún iniciándome en el deseo de dejarme hacer por el evangelio, todavía la ideología de mi propio pensar y razonar se impone a la frescura del detalle y el gesto de la escritura que trastoca y despierta a sueños más comunitarios, fraternos y de iguales.

Podría seguir, porque son muchos los apuntes de los que voy tomando nota en su ser y hacer: sus zapatos, sus abrazos, su silla de ruegas, sus risas, sus miradas, sus viajes, sus respuestas, nombramientos, sus visitas y recepción de personas, sus contactos con los problemas y las personalidades implicadas, sus reflexiones antes los sacerdotes y obispos, su cariño con los pobres y su cercanía…

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PHOTO-2024-01-14-18-23-07 Enrique Alarcón

Trato de guardarlos y los contemplo, desde los evangelios que descifra y presenta con ellos. Además, lo hace consciente de sus debilidades y límites, no sólo físicos y de salud, sino de carácter y pensamiento; esa debilidad aceptada y abierta a la acción del Padre que es capaz de sacar la fuerza de lo débil y la compasión de lo que puede ser duro por la historia en cada uno de nosotros. Ahora, últimamente, ha dicho que sabe que está cercano a la muerte, por la lógica de lo natural y de los achaques que va viviendo, y ha mostrado su pequeño deseo de lugar para ser enterrado, ahí junto a María en el altar al que suele ir a rezarle, antes y después de ser papa, otra muestra más de entender que el ministerio va mucho más allá de nosotros mismos. Que la fuerza del evangelio permanecerá y él quiere ser fiel hasta el último momento, en el hágase de María también está el suyo.

Yo no soy el papa Francisco, pero me gustaría ser de Cristo como percibo que él lo es. Convencido de su amor y su bondad. Con ese criterio, eterno ya, de que ha sido enviado para amar y salvar al mundo, no para juzgarlo. Razón de más para no juzgar al papa que quiere ser fiel a ese Evangelio. Y me encanta la claridad y confianza de su postura para el encuentro y el diálogo, creo que puede hacer suya la frase de Jesús -aunque sé que él no haría este uso del evangelio- :«Si he hablado mal, declara lo que está mal; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?»

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