Extraido de "Trama divina, hilvanes humanos" (Ed. PPC) El templo y el culto cristiano. Lo que falta y lo que sobra.

El templo y el culto cristiano. Lo que falta y lo que sobra.
El templo y el culto cristiano. Lo que falta y lo que sobra. José

Y dieron fe a la palabra…

¿Dónde está el verdadero templo? Donde la palabra se hace fe para los que necesitan luz y esperanza. Dios no es de templos, aunque el celo de su casa lo devora. La casa está en medio de la verdad que se realiza entre los hombres, en la encarnación, muerte y resurrección de Jesús. Él es el verdadero templo construido con la piedra angular, es el Señor quien lo ha hecho y ha sido un milagro patente. El amor sigue actuando y cimentando la verdadera religión, la que no está fuera, tampoco en los exvotos-, sino en el cumplimiento de la Escritura que trae salvación encarnada, vida entregada, luz y sanación realizada.

DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE LETRÁN

DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO

cruz Matias

Juan 2,13-22

Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre». Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora». Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?». Jesús contestó: «Destruid este templo y en tres días lo levantaré». Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?». Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.

Nuestro templo y su palabra de fe

El fin de semana en una de las conversaciones con personas queridas y allegadas, mantuve un diálogo por audio de WhatsApp que me pareció sugerente y que considero que tiene que ver con el primer anuncio, o la primera impresión. Hablaba con Ana, que vendrá próximamente a Madrid y que me proponía un encuentro con su hijo y la novia para ir preparando la liturgia matrimonial que tendrá lugar a finales de año.

Me decía que había participado en una celebración presidida por nuestro nuevo arzobispo coadjutor de Mérida-Badajoz. El motivo era celebrar el aniversario del sacerdote fundador de una institución religiosa de laicas consagradas en nuestra diócesis a las que ella está agradecida y quiere mucho. Ana suele celebrar la eucaristía en las parroquias sencillas, bien en Badajoz o bien cuando está fuera por motivos de estudios e investigación. Ejerce en una cátedra de Fisiología en la universidad.

Le había llamado la atención la celebración por desfasada. Los gestos, ritos y símbolos no decían nada o más bien decían y daban pie a claves no muy acordes con la Iglesia sencilla y pobre en la que ella cree y a la que busca.  Comparaba el ceremonial con la actitud sencilla del Papa y hacía referencia incluso a los zapatos que suele usar y la anécdota de que eran los suyos de siempre. No se explica el escaso eco que tienen las humildes formas del Papa con las opulentas de los pastores de su Iglesia. Yo le explicaba que eso era así en las celebraciones solemnes y que, a veces, quienes invitan a presidir son los más interesados en el boato. A Ana, desde el cariño y la cercanía, le extrañaban ciertos detalles: “El gorro será importante, pero no dice nada. El caso es que habló bien, pero al acercarse a las de la institución, noté que puso la mano como para que se la besaran. Yo estoy en la universidad y eso no me gusta, eso está desfasado. No me imagino un becario besando el anillo al catedrático. Y el bastón de plata, o plateado, yo lo veo innecesario. Ya sé que soy inculta, pero si a mí, creyente, me inspira cierto rechazo, imagina al que lo ve desde fuera. Y había un sacerdote jovencito, que se veía de porte simpático, pero le iba cambiando gorro, trayendo y llevando bastón… No sé, daba sensación de servilismo, pero parece que están acostumbrados a ese protocolo… Ellos lo vivirán con normalidad, pero a mí me dio que pensar y sentí cierto dolor como cristiana. Yo, siendo sincera, lo de los gorros, el bastón de mando y esa mano con anillo para besar, los anularía del rito”.

 Más tarde, conversé sobre el mismo tema con una persona cercana y conocida de Ana en la facultad: Trini. Muy implicada en Profesionales Cristianos, que ha participado en Pastoral Universitaria y sigue muy participativa en el quehacer eclesial, especialmente ahora en lo que se refiere a la ecología integral y el movimiento “Laudato si’, con formación creyente que puede entender mejor los signos.  A veces hemos hablado de que la misma universidad tiene gestos, ritos y símbolos de origen eclesiástico, hasta anillos y pectorales. Y ella me respondía, con criterio: “Es verdad Pepe, pero la universidad no reivindica el servicio, la humildad y la pobreza como valores propios y prioritarios…, sino el saber-conocimiento como referencia suprema de su ser. Además, a muchos profesores no les gustan esos ceremoniales universitarios medievales inspirados en la Iglesia…donde la universidad nació. Siendo sincera, tras mi proceso, hoy día, los rituales de la Universidad no me molestan, incluso me gustan, en cuanto son recordatorios de dónde venimos. Pero los de la Iglesia no, porque no ayudan a transmitir la imagen real de Jesús pobre y de su Iglesia de los sencillos”.

Y terminó Trinidad compartiendo que la pena es que nadie les hace llegar de un modo cercano y fraterno a nuestros pastores estos comentarios sinceros, hechos desde la vida real y la normalidad de un hoy eclesial y social. Se alegró cuando le dije que yo se los había hecho llegar a nuestro arzobispo, porque lo encuentro sencillo y cercano, y con actitud de escucha, queriendo conocer de verdad lo que piensa y siente el Pueblo de Dios al que acaba de llegar. Recibió mi comentario con agradecimiento, tras pedirle perdón por mi atrevimiento, hecho de corazón sincero. Sé que hay gente que pide esos elementos como adorno y gloria de los actos que organizan, o sea, que tienen su público, pero son opciones que, más que anunciar, alejan y echan para atrás a los cristianos sencillos y a buena parte de la sociedad.

Los anuncios y sus formas: examen de conciencia

Recientemente la Iglesia española, desde la conferencia episcopal, ha organizado un congreso en torno al primer anuncio en el que se ha planteado cómo anunciar hoy, y cómo llegar a quienes están alejados del mensaje evangélico tanto en las formas como en el fondo. No sería descabellado comenzar el anuncio con la escucha de detalles sencillos como el referido con anterioridad, que están al orden de la calle. Convendría recogerlos de los que tienen buen corazón y creen en el Evangelio. Es tiempo de comenzar a desvestirnos y des-apropiarnos de todos aquellos gestos, símbolos, ritos que realmente no proceden, ni tienen nada que ver con una verdadera base neotestamentaria.

Volvamos a las fuentes y entremos en lo más sencillo del ser cristiano. No nos perdamos en lo externo, en los gestos excesivos y en los elementos de un contexto y una consideración de la Iglesia, la religión, la sociedad y la política que no es de recibo en estos momentos en que deseamos y necesitamos anunciar un Evangelio con frescura y sencillez máxima.

No se trata de juzgar el pasado sino de escuchar el presente, para dejarnos interpelar por las claves evangélicas de Jesús y su Iglesia. No nos escudemos en que esto lo tienen que decidir desde arriba y que no procede que cada uno haga de su capa un sayo.

Ya tenemos ejemplos directos y vivos de obispos, arzobispos, cardenales…, que dejaron la capa y supieron hacer cosas muy sencillas y directas obviando todas estas que son inconvenientes, aunque estén en muchas rúbricas ancestrales de hoy. No indico nombres, porque está muy feo señalar, ni para un lado ni para otro, pero no hay que irse muy lejos.

Sería interesante, en función de lo reflexionado sobre el primer anuncio, que los obispos y los sacerdotes comprendieran que el primer paso sería despojarnos de lo que por simbólico y externo, más que anunciar, nos denuncia.

Yo mismo soy consciente de mi propia vida y ministerio, llamados a escuchar mensajes que me llegan desde mis espacios ministeriales hechos con respeto, cariño y con una invitación directa a ser más comunitario, sinodal y fraterno. He de hacerlo, claro está, en detalles fundamentales, desde mi encuentro con Cristo y su palabra, en la construcción de la comunidad cristiana. Pero eso implica también, me lo apunto, cambios en lo externo: costumbres, modos de vestir, celebrar, predicar, consumir, organizar mi casa y mis cuentas, etc. Qué bueno sería que diéramos pasos rápidos -personales y comunitarios-, en esta dirección, como equipos apostólicos, tanto episcopales como presbiterales. Ya digo, yo intento tomar nota para que este congreso no quede en anécdota de cumplimiento formal y espectacular, sin cambios de formas y modos. Sería comenzar por cosas muy sencillas y viables.

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