"De qué te sirve ganar el mundo si pierdes la vida" El tiempo vivido: la novedad del año

Un nuevo año, medimos el tiempo y lo celebramos simbólicamente. Buen momento para reflexionar sobre nuestra vivencia del mismo. Rodeado de pequeños y muy mayores en estos días navideños, es buen momento para reflexionar sobre el sentido del vivir, de cada día, momento, año... dónde está el valor verdadero del tiempo. Me pregunto qué significa nuestra queja constante de que no tenemos tiempo, de que nos falta... esa manifestación de pobreza. Los cristianos estamos llamados desde la encarnación de Dios a vivir nuestro tiempo humanizándolo. Un tarea que el mundo necesita para salir de su pobreza.

El tiempo y el reloj, la vida

reloj

Acabamos de comenzar un nuevo año y lo hacemos con la sensación de estrenar tiempo, como si de una entrada se tratara en otro espacio y lugar. Pero la reflexión nos ayuda a reconciliarnos con dicho tiempo de un modo nuevo, ahí está lo singular de la celebración.

No hace mucho tiempo comentaba la reflexión que Ana, feligresa de la comunidad, hacía sobre la vulnerabilidad y de su experiencia de enfermedad en ultimidad de vida. Para ella había algo que estaba muy claro: “lo más importante no es el dinero, sino el tiempo”. Me recuerda la ironía de aquellos que están los dos delante de su santo preferido, un señor deseando que le tocara la lotería y una mujercita ya mayor a su lado, al preguntarle el señor que ella qué pedía le decía: “sólo tiempo para gastarme lo que tengo”. Vivimos en una sociedad rapidada donde casi todos comulgamos con la experiencia de la mayor pobreza: “No tenemos tiempo” ¿Pero es verdad que no lo tenemos? Me comentaban el otro día ese pensamiento africano en que se establece un diálogo con la vida tecnológica y apresurada y se afirma: “ustedes tienen relojes para medir continuamente el tiempo, nosotros no tenemos relojes, pero tenemos tiempo”.

Ale

En estos días he podido sentir y reflexionar sobre la vivencia del tiempo que hacen los mayores en la residencia que acompaño y el contraste con las pequeñas sobrinas nietas que me han rodeado y abrazado desde el juego absoluto. Vivencias del tiempo tan distintas y tan cercanas, el deseo de vivir más que de existir, de relacionarse, de alegrarse, de querer y ser queridos, cuidados…

1 de Enero: ¿Bendición?

En la reflexión homilética del día uno de enero, intentaba yo reflexionar a la luz de la Palabra proclamada, conectando por un lado el vivir de María y de Jesús en el contexto de la historia, su sentido del tiempo y traerlo como clave de comprensión de nuestro vivir temporal. Entiendo que el pensamiento cristiano tiene un modo de entender y vivir su dimensión temporal que le es propia y que es tarea para construir el reino en nuestro mundo. A la luz de la filosofía distinguimos entre el tiempo pensado y el tiempo vivido, lo que es medición y lo que es vivencio humanizada, lo que hace que un minuto pueda ser eterno y una jornada pueda parecer un suspiro. Nuestro horizonte de sentido en Cristo es la encarnación, el absoluto y eterno se adentra en la temporalidad de lo humano y lo histórico, en el campo de las criaturas, para dotarlo de sentido de vida. Un horizonte de proyecto amoroso alimentado por la esperanza que se vertebra y se anuncia en las pequeñas esperas.

El tiempo y su valor profundo

compañeros

Contemplar a María y a Jesús es adentrarse en la valoración de cada momento como generosidad del que todo lo puede y lo ama, no hay instante que no esté preñado de gratuidad divina en la expresión de lo humano. El niño acostado en el pesebre y envuelto en la vulnerabilidad de lo medible es la puerta de la posibilidad de lo eterno para el que ama y humaniza su existencia con el cuidado de sí mismo, de los otros y de toda la creación. Ese niño aprenderá a vivir en el día a día de Nazaret, sabiendo humanizar cada jornada, cada encuentro, cada hogar, cada acción… Lo hace en lo oculto y en lo que no cuenta, pero se vive en profundidad, no está el cálculo de resultados en lo conseguido desde el esfuerzo rapidado de la acción en un currículum marcado por intereses exteriores de mercado o de éxito, sino por la profundidad de lo experimentado en la propia intimidad, en la dimensión de la alteridad y de lo trascendente, en la armonía de todo lo creado y sentido. Es desde ahí, como la historia de la salvación se presenta como un gran proyecto del nosotros universal, en comunión y en unidad, con fundamento único y permanente.

Amar y vivir  con tiempo

La figura de lo humano en Nazaret y la bendición pedida para el año nuevo en la liturgia nos invitan una vez más a salir de una rapidación que impide tener y vivir el tiempo, estamos llamados a humanizar este año en todos sus momentos, a cuidarnos y a cuidar, a vivir en la armonía profunda de la casa común, de la familia humana, de la esperanza cristiana. Nuestro tiempo más que un tesoro en nuestro lugar de salvación, es la posibilidad del encuentro y del sentido, un vivir que no está más allá en algo que no tenemos sino en lo profundo de nuestro tiempo vivido ahora y aquí. No busquemos fuera el Reino que tenemos dentro de nosotros. Ojalá este año lo vivamos y lo amemos sin prisas, no digamos nunca que no tenemos tiempo, porque entonces lo que nos puede estar pasando es que no lo estamos viviendo. Vivamos nuestro tiempo, amemos nuestro vivir.

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