Extraido de "Trazos de evangelio, trozos de vida" (PPC) No he venido a traer paz... la tensión de una guerra injusta

Duelo ucraniano... al comienzo de una guerra loca, ahora siguen sin rumbo ni razón... se encuentran los magnates, Putin y Trumph -con camaras y escenarios en Alaska- para decidir la vida o la muerte de los pobres y los débiles. Mientras esto ocurra no hay paz y Dios no bendice esta situación. No hay más que un modo de ser creyente en este momento, la identificación con las víctimas sea en Ucrania, en Gaza... en cualquier lugar del mundo.
| Jose Moreno Losada
DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO
Lucas 12,49-53
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra».
El éxodo de la vida y la historia
La clave del éxodo no es una determinación exterior impuesta, sino la dimensión propia del existir, del ser. Sólo somos en la medida en que estamos en salida, nos realizamos en el camino del encuentro, en el proceso de la historia. Dios mismo muestra su esencia a la humanidad en la acción de su existencia, en su salir de sí mismo para darse sin medida. Desde ese salir y darse se entiende la creación de todo, especialmente del ser humano. La propia historia es el resultado de ese encuentro que se produce sólo si hay una mirada cómplice hacia fuera.
El pueblo de Israel tuvo que aprender a ser y a vivir en ese caminar que, aun teniendo horizonte, encontraba sentido en el mismo camino. La realidad no fue fácil, se avanzó de crisis en crisis, superando divisiones, rupturas, desigualdades, miedos, prepotencias… Jesús entendió esta clave teológica de vida y libertad y la encarnó en su propio vivir, en su misión, en su mensaje y en su entrega. Se grabó a fuego: “Tú eres mi hijo querido”, y los discípulos lo entendieron bien al afirmar que “tanto amó Dios al mundo que le entregó a su hijo único”. Él ha venido a traer éxodo y camino de vida a nuestro vivir personal y comunitario.
Amor, cuidado y conflictos
María, feligresa de la parroquia, me cuenta un día de fiesta en la Codosera, con motivo del festival de la canción misionera, que en el chalet de su familia que tienen en Badajoz, tienen acogida a una familia ucraniana. Me la describe con cariño y con humor, se ha venido la abuela con dos de sus hijas, sus cuatro nietos, un perro y cuatro gatos, todos en coche. Allá han quedado los hombres de la familia.
La razón de por qué han llegado hasta nuestra ciudad es de fraternidad consumada. Conocían a una familia ucraniana por motivos de trabajo, hoy el trabajo es globalizado, tu compañero de mesa puede ser de cualquier país, una mesa redonda como el mundo dice la canción. A través de las redes y el trabajo, se conocen, se visitan presencialmente, crece su relación de amistad. Ahora llega la guerra y naturalmente se preocupan y se ponen a disposición. Directamente el compañero no quiere trasladarse, pero conoce personas muy cercanas, mujeres que sí han de hacerlo, y comienza la comunión de bienes, la visión de fondo de los cristianos, todo lo tenían en común y nadie pasaba necesidad.
La familia pacense, junto a amigos y conocidos, acogen a estas mujeres en su casa de campo y cuidan de ellos, les acompañan, les consuelan y comienzan a buscar los medios para que se integren el tiempo que han de estar entre nosotros, sabiendo que desean volver cuanto antes y que su corazón está partido con los que han quedado allí en el peligro y en la intemperie desnuda.
Hoy me vuelve a llamar María. La familia ucraniana está de luto riguroso y llanto sin consuelo. Le han comunicado la muerte del marido de la abuela, la heroína que se lanzó a esta aventura. Ellos son religiosos ortodoxos y aquí no hay comunidad ortodoxa, necesitan consuelo espiritual. La muerte del abuelo ha sido dramática, al verse solo y ante el terror de la guerra no ha logrado resistir el dolor, la desesperanza, la angustia y ha decidido acabar con su existencia. Su dolor no tiene límites en los familiares. Sienten hasta temor religioso, por haber muerto de esta manera.
Ahora necesitan palabras de fe y esperanza, de un Dios que se ha abrazado a este hombre roto, desde su sentir crucificado y muerto en la cruz. La situación de soledad e infierno que impide la respiración de lo humano y rompe el corazón verdadero de alguien que ama hasta la muerte y que se ha quedado desolado sin sus amados. Nos ponemos a ello, celebraremos la eucaristía por él en nuestra parroquia, buscaremos personas que sepan hablar su idioma para comunicarles palabra de comunión y consuelo. Pero sobre todo nos dejaremos afectar por esta interpelación, por este hecho de muerte que ha de traernos vida y luz para nuestra existencia, para nuestra espiritualidad personal y comunitaria. Aquí hay llamada a la reflexión profunda y a la conversión sincera, la comunidad ya se está moviendo, Lourdes habla con Marina ucraniana ya afincada en Badajoz hace años, estaremos atentos a su duelo y le acompañaremos. Hasta el arzobispo me habló de la disponibilidad de Virginia, religiosa colaboradora suya, que tiene ascendencia ucraniana y habla su idioma.
La humanidad quiere vivir, pero la guerra es el signo estúpido y cruel que hace imposible la vida. Es incalculable el dolor y las consecuencias universales de una guerra en cualquier lugar. Necesitamos reflexionar y lanzarnos en la apuesta por la vida. Ahora rodearemos a esta familia con la fraternidad que les trajo hasta aquí como respuesta al odio y a la violencia, pero no dejaremos escapar esta ocasión para profundizar en nuestra espiritualidad humana y creyente. Hemos de acoger la llamada de los cuidados y de la ternura frente a la frialdad del ansia que se lleva por delante a los que aman y quieren vivir y que acaba en contra de los mismos que provocan la muerte. Hoy duelo ucraniano en el corazón de pacenses que apuestan por la vida desde el cuidado y la ternura. Muerte y vida, odio y amor al mismo tiempo, en la misma tierra y en el mismo hecho. Apostamos por la fraternidad.
La tensión de la libertad y el Dios del éxodo
Así entendió el pueblo de Israel a Dios, como Aquel que les liberó de la esclavitud a fin de poder ser un pueblo capaz de encarnar la propuesta de vida que el Señor tiene para el resto de naciones y pueblos. De este modo también deberían haberse entendido a sí mismos, es decir, como el pueblo liberado para liberar a otros, los que han recibido la misericordia divina para poder compartirla con los demás.
Todos sabemos que la realidad fue muy diferente. Israel fracasó en muchos aspectos, no supieron recibir la gracia soberana de Dios con todas sus implicaciones, acabaron divididos. Lejos de liberar a nadie acabaron cayendo ellos mismos en diferentes formas de esclavitudes, incluida aquella que les llevó a una interpretación de la Escritura revelada que no dejaba ver a Dios, al menos no al Padre de Jesús como podemos ver con toda claridad en cada uno de los Evangelios.
Con la misma honestidad que la Biblia usa para describirnos esta triste realidad se nos muestra también que la fidelidad soberana de Dios es mayor que la debilidad humana. Bien nos enseña María, la hermana de Aarón "Cantad al Señor, porque sublime ha sido su victoria; caballos y jinetes hundió en el mar" (Exodo 15:21)
La pertinencia y actualidad de la Palabra de Dios no deja de asombrarnos, ya que también nosotros hemos sido constituidos como un único pueblo de Dios, un único cuerpo de Cristo, liberados de la esclavitud de otros faraones que nos impedían vivir con dignidad y esperanza: la ignorancia, la arrogancia, el egoísmo, ansías de poder... También nosotros tenemos el privilegio de ser testimonio vivo del amor y el perdón de Dios. También nosotros hemos fracasado en no pocas ocasiones a la hora de alcanzar esta meta.
Pero el Dios del éxodo está con nosotros, en realidad no ha hecho otra cosa que acercarse cada vez más a la débil condición humana a fin de mostrarnos con mayor claridad la magnitud de su amor y poder. El Dios encarnado en Jesús de Nazaret continúa guiándonos con su Espíritu Santo hacia la liberación plena, aquella en la que no hay lugar para las divisiones ni rivalidades, aquella en la que acaban hundidos en el mar los "caballos" de la intolerancia y los "jinetes" del rencor, aquella que nos lleva a cantar ya desde ahora "Fue tu diestra quien lo hizo, resplandeciente de poder; tu diestra, Señor, aniquiló al enemigo" (Éxodo 15: 6)
Los cristianos todos, sin división, queremos acogernos ante estas palabras de liberación y orar unidos para liberarnos de todas las cadenas y ofrecer juntos al mundo la salvación del Evangelio de Jesús, el Cristo.