Calma en la tempestad

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Cuentan que un rey convocó un concurso con un importante premio para quien lograra pintar un cuadro que sirviera de referencia para explicar a sus súbditos lo que es la paz.

Participaron muchos artistas, con obras que representaban, en su mayoría, espléndidos amaneceres, bellas puestas de sol, lagos en calma, aves sobrevolando montañas nevadas.

Se presentó también un cuadro que representaba un cielo relampagueante y un mar agitado que chocaba contra las rocas. Los organizadores lo relegaron a un rincón apartado del resto.

Cuando el rey visitó la exposición vio todos los cuadros y se detuvo en este último decidiendo que debía ser el premiado.

Al preguntarle su colaborador de confianza las razones de elegir un cuadro tan violento le respondió: Acércate y míralo con detalle.

En medio de aquella tormenta había un arbusto en el que un pajarillo había hecho su nido. El rey le explicó que la paz no significa estar en un lugar sin ruido, amenazas o problemas. Que el mensaje que quería se trasmitiera a sus súbditos, a través de aquel cuadro, era que la paz es estar en medio de todos esos elementos y aún así lograr sentirse en calma.

He conocido personas cuya fe les da una enorme fuerza para afrontar las circunstancias más difíciles. Capaces de tirar adelante cuando otros tiran la toalla. Convencidos de lo que hacen. Transmitiendo una gran serenidad. Desconcertando a unos interlocutores que se plantean ¿de dónde le vendrá esa energía vital?

¡Qué bello reto para una persona creyente!

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