Emigrantes que nos quitan trabajo y ayudas sociales

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En los últimos años se ha producido un resurgimiento de ideas que explotan el rechazo al extranjero, argumentando que quitan puestos de trabajo a la población local, colapsan los servicios sanitarios, absorben  las ayudas sociales y aumentan la delincuencia.

 El resultado es que se logran exacerbar sentimientos nacionalistas excluyentes. Ese discurso está calando en un creciente sector de la ciudadanía que, expoleada por ciertos movimientos políticos, observa con temor y rechazo la presencia de inmigrantes y refugiados.

 Ese discurso basado en fomentar el odio es claramente contrario a la fuente bíblica de la que se nutre una persona creyente: “Al forastero que reside junto a vosotros, lo miraréis como a uno de vuestro pueblo; y lo amarás como a ti mismo; pues forasteros fuisteis vosotros”.

También para los no creyentes ese discursoestá en contra del humanismo que emana de los Derechos Humanos.

 Desde el humanismo creyente y no creyente se debe comprender que las migraciones han estado presentes a lo largo de toda la historia de la humanidad. Que son algo natural y constante en la historia de las civilizaciones, producto de procesos económicos, políticos o sociales.

 La solución no es fácil, pero no podemos mirar para otro lado sino asumir que nos incumbe y que debemos ponernos manos a la obra:

 Rechazando, en primer lugar, prejuicios negativos relacionados con el racismo, la xenofobia y otras formas de intolerancia. Y condenando la aparición de hechos y conductas criminales de naturaleza xenófoba o racista.

 Rechazando a los movimientos políticos que propugnan formas legales de discriminación.

 Y rechazando, también, movimientos populistas que creen que todo se soluciona con políticas de fronteras abiertas, sin tener en cuenta que pueden provocar resultados completamente contradictorios con el fin perseguido.

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