Orgulloso de mi raza

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El año 1936 tuvo lugar un combate de boxeo entre el alemán Schmeling y Louis, un americano de raza negra. Ganó el alemán y la prensa nazi aprovechó para destacar la superioridad de la raza blanca. Más adelante Louis ganó el combate de revancha y cuando le preguntaron si se sentía orgulloso de su raza respondió: “Sí, estoy orgulloso de mi raza, la raza humana”.

 La historia me parece muy bonita y habla por sí sola, por lo que casi no necesita que te explique la moraleja. Aunque me gusta difundirla, con el deseo de que toque el corazón de alguna de las personas que hablan despectivamente de los “sudacas”, los “negros”, los “moros” o los “gitanos”.

 La historia tiene una segunda y hasta una tercera derivada que pone de manifiesto que hay hombres que alguien puede calificar como ilusos, pero que son hombres buenos y que merecen mi admiración.

 Hitler intentó hacer de Schmeling un héroe, pero éste no solo no apoyó la causa nazi, sino que llegó a proteger a algunas de sus víctimas y Hitler lo acabó persiguiendo.

 Años después de aquellos convulsos años, Schmeling cultivó una estrecha amistad con Louis, hasta el punto de que cuando Louis sufrió serios problemas de salud ocasionados por la cocaína fue el alemán quien se los pagó, al igual que pagó su funeral.

 En el tercer cumpleaños de mi nieta deseo para ella que esté orgullosa de pertenecer a la raza humana.

 Deseo que sea consciente de que el mundo real no es el violento y corrupto que a diario nos presenta la TV. Que sepa que hay, también, gente buena, que es a la que debe tomar como referente. Gente que ha roto el silencio y ha dejado de mirar para otro lado ante la injusticia, la insolidaridad, o la irresponsabilidad.

 El testimonio de esa gente es un germen de esperanza. Y como decía tu bisabuelo, querida Pilar, cuando se siembra bien se acaba recolectando.

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