Y tras el confinamiento… ¿ahora qué?

¿Qué va a ocurrir tras el confinamiento? ¿Cómo va a afectar a nuestro estado emocional?  ¿Cómo va a afectar a nuestra sociedad? ¿Qué hacer para evitar quedarnos hundidos en la miseria y la desesperación? ¿Qué se puede hacer para que no sea un mero paréntesis tras el cual volvamos a la locura anterior? ¿Qué hacer y cómo hacerlo para que redunde en beneficio de la humanidad?.....

 Cuando creíamos dominar el mundo, la vida y sus circunstancias, un simple virus ha puesto todo patas arriba. Un mundo endiosado en todo y por todo ha sido incapaz de disponer de los medios para hacer frente a un virus, que ha atemorizado a la población mundial y ha puesto al descubierto su vulnerabilidad.

 La singularidad y gravedad de la crisis generada por el covid-19 está teniendo repercusiones que ninguna persona recuerda haber vivido anteriormente. Y por ese motivo las proyecciones a futuro son solo hipótesis que generan argumentos tanto optimistas como pesimistas.

 Señalan los expertos que cuando se produce un desastre es fácil que genere inseguridad, confusión, preocupación, ansiedad, depresión y estrés postraumático, afectando a la salud física y emocional. Dicen, que ante una pandemia que surge inesperadamente, que afecta a distintos niveles hasta llegar a matar y que amenaza con afectarnos a todos, el riesgo de resultar traumatizados es evidente.

 Los profesionales sanitarios que se han tenido que enfrentar a un escenario nunca visto, sin medios, y poniendo en riesgo su vida, van a tardar a superar el malestar psíquico que se les ha generado. Las personas con fallecidos en su entorno están pendientes de un duelo que no han podido vivir con normalidad. La soledad de las personas mayores era uno de los grandes retos que la sociedad actual tenía sin resolver y el covid 19 lo ha agravado aun más. Y a muchos jóvenes, que ya fueron las principales víctimas de la crisis económica de la última década, se les presenta un futuro nada halagüeño.

 El impacto emocional mencionado se va a ver agravado por el hecho de que, aun cuando llegue la vacuna que minimice el riesgo sanitario, los problemas económicos que están surgiendo van a ser de una magnitud considerable. Van a ser catastróficos para amplios segmentos de población, que tendrán difícil acceder a los bienes más esenciales para llevar una vida digna. Y, según dicen los expertos, estas situaciones son caldo de cultivo para generar conductas agresivas que provocarán conflictos sociales y dispararán el consumo de drogas así como las depresiones y suicidios.

 Dicen los expertos que, tras el confinamiento, surgirá la obsesión por protegernos; por no tocar a nada ni a nadie; que aumentarán el miedo y la desconfianza a relacionarnos con personas desconocidas; que perderemos la riqueza del contacto físico en las relaciones interpersonales.  

 Pensando ya en el futuro algunas personas hacen suya la frase de Borges: “Pronto dejamos de recordar lo que era inolvidable”. Y una vez pasadas las primeras reacciones humanitarias intentarán pasar página, olvidar lo que decían iba a ser inolvidable y volver al ritmo de vida anterior.

Otras personas, en cambio, consideramos que debemos dejar de ser espectadores silenciosos y convertirnos en actores decididos a que no se olvide lo que debe ser inolvidable. Porque las lecciones a extraer del coronavirus constituyen una auténtica exigencia ética que no se puede olvidar.

Lo que comenzamos a interpretar como un mal sueño no tenemos más remedio que aceptar que es una realidad. ¿Cuál es la manera de superarla?

Si hay algo que distingue al ser humano es la resiliencia y la capacidad de superación. ¿Por qué no vamos a creer que el estrés que ha generado el covid 19 supone un trastorno adaptativo que es controlable y que vamos a controlar?

Adaptémonos a esa situación y ayudemos a que otros se adapten, llevando a cabo los cambios personales, sociales y políticos requeridos.

La tragedia surgida y el sufrimiento generado no es un asunto privado para llevar en secreto, como si de algo vergonzante se tratara. Recordemos lo mejor del confinamiento. Veámoslo no como un castigo sino como una medida para cuidarnos y no contagiarnos; como una oportunidad para disfrutar de cosas que nuestra vida cotidiana no favorecía. Descubramos, ensalcemos y cultivemos esa visión más optimista de nuestra vida.

Durante el confinamiento la familia y los amigos se han hecho especialmente presentes en nuestras vidas. Nos hemos dado cuenta del valor que tenían gestos que antes considerábamos rutinarios. Y con el uso de las redes sociales le hemos echado imaginación para estar en contacto con los nuestros y enlazarlos a nuestras vidas. Mantengamos viva la tabla de salvación que hemos encontrado en el entorno familiar y de amigos durante el confinamiento. Valoremos y cultivemos el enriquecimiento personal que nos ha producido. 

 Cultivemos el sentimiento de comunidad, de apoyo mutuo y de solidaridad, como lo hemos empezado a hacer cada tarde desde nuestras ventanas. Traduzcamos ese gesto en acciones concretas, sólidas y perdurables que saque la mejor versión humana de cada uno de nosotros.

Un gran humanista como Havel afirma que “la tragedia del hombre moderno no radica en el hecho de que desconoce el sentido de la vida, sino en que eso le preocupa cada vez menos”. Observa que califica esa indiferencia como “tragedia”. Y yo también creo que lo es.

Pues bien, el covid 19 nos ha dado la oportunidad de reconsiderar lo que realmente es importante en la vida. Oportunidad para saber diferenciar, en nuestra escala de prioridades, entre lo que es primordial de lo que es secundario. Porque vivir es elegir y elegir lleva consigo la necesidad de priorizar. Nos ha surgido la oportunidad para descubrir cuales son los principios básicos en los que se apoya nuestra existencia y ser capaces de vivir de acuerdo con esa escala de valores elegida.

A lo largo de toda la historia el hombre ha sido capaz de lo peor y de lo mejor. Confiemos, apostemos y busquemos que brote lo mejor de la humanidad. Critiquemos constructivamente, siendo testigos de esperanza y contribuyendo a buscar soluciones.

El mundo está falto de líderes. Blandos y débiles algunos; vergonzosos otros. Pero la solución no es quitar a unos para poner a otros. La solución constructiva y no destructiva pasa por regenerar la confianza en la política, para que se haga una buena gestión del bien común. Y eso no lo van a hacer los políticos por propia iniciativa. Se necesita que tu, yo y la sociedad civil evitemos ser manipulados, desarrollemos la conciencia crítica y nos impliquemos en esa regeneración.

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