La doble cara del coronavirus

Millones de personas salimos cada tarde a las 20 horas a compartir un minuto de aplausos. Son gestos cargados de emotividad y llenos de agradecimiento a las personas que están dando no solo su trabajo profesional sino también su entrega personal, aún a riesgo (muy probable) de contraer el contagio. Personas implicadas y comprometidas en los más diversos sectores que contribuyen al sostenimiento vital de nuestra sociedad. Y personas más implicadas aún cuando están en contacto próximo o directo con el coronavirus.

 Esa es una de las caras de la moneda. La otra cara es la de la gestión de las medidas preventivas y curativas ante el contagio. Algún día, cuando pase esto, habrá que analizar la irresponsabilidad, la incompetencia, la manipulación y hasta la posible penalización de las personas a quienes la ciudadanía encargamos que gestionaran la gobernabilidad del país.

 Todo eso se deberá hacer algún día. Pero yo, hablando de lo que sé, debo denunciar ¡ya! algo que conozco. Porque urge, porque duele y porque hay personas necesitadas de que esto se denuncie para que surjan soluciones.

 Esta semana la ministra de defensa denunció, a bombo y platillo, que habían encontrado en algunas residencias a ancianos muertos en sus camas. Y amenazó diciendo que serían “implacables y contundentes” contra este tipo de acciones.

 Lo dijo al momento de ocurrir. Sin comprobar antes las razones de que esos fallecidos no hubieran sido retirados; con la irresponsabilidad de no pensar el daño que estaba haciendo a los residentes, a sus familiares y a sus cuidadores al sembrar las desconfianza y el desconcierto; con la mala fe, me atrevo a decir, de echar balones fuera y culpar a otros, haciéndoles pasar por chivos expiatorios de sus errores.  

 Señora ministra y señor vicepresidente responsable de las residencias de ancianos: ni los ancianos ni sus familiares ni sus cuidadores se merecen esto. No siembren el desconcierto, no metan miedo y ayuden. ¡Ayuden!.

 ¡Ayuden! Porque el personal de las residencias está dando no solo su trabajo al 200 por cien de su capacidad sino comprometiendo su salud. Tan cierto que algunos ya se han dejado la vida en ello. Y ustedes en lugar de ayudar se dedican a inspeccionar; a controlar; a añadirles un trabajo añadido de burocracia de papeles y más papeles que les están exigiendo. ¡Papeles! ¡A la m…. los papeles! deben pensar los gestores de las residencias, desbordados por el estrés de la situación.

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