La encíclica al margen de la polarización política y religiosa

Vivimos en medio de una polarización y tensión que afecta no solo a la política sino también a la sociedad civil y a la Iglesia. No es fácil adoptar un posicionamiento personal, ajeno a visiones sesgadas y manipulaciones. Pongo como ejemplo de ello lo ocurrido con las diversas interpretaciones de la última encíclica del Papa “Hermanos todos”.

En los días posteriores a la publicación de la encíclica los medios de comunicación han prestado menos atención a la misma que a las intrigas vaticanas en torno al cardenal Becciu, por su vinculación con la compra de un lujoso edificio en Londres. Esta distorsión de la realidad, invirtiendo el orden de importancia de las cosas, poco ayuda a discernir.

En el contexto de polarización de posturas la encíclica ha provocado reacciones extrañas en el mundo de la política y la sociedad civil. Destacada por sectores de izquierda y cuestionada por católicos de toda la vida. Silenciada desde muchos ámbitos de la Iglesia.

En la web del Opus Dei se dice que la encíclica debería ayudarnos a reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad que no se quede en las palabras. Con ánimo de impulsar ese sueño resumo, a continuación, algunas valoraciones en torno a la encíclica.

VALORACIONES DESDE LA POLÍTICA Y LA SOCIEDAD CIVIL

“Comparto con el Papa el llamamiento a construir un mundo más justo y solidario…agradezco que alce su voz en defensa de los más vulnerables y clame contra los efectos del neoliberalismo y el populismo”. (Pedro Sánchez, presidente del gobierno español).

José Ramón Bauzá, eurodiputado de Ciudadanos y expresidente de Baleares: “La encíclica, como alegato comunista, es una falta de respeto a millones de católicos que cada día mejoran el mundo de manera altruista gracias a la riqueza que genera la libertad económica. Es mejor que hable de Dios y deje la economía a un lado”. 

Pablo Echenique, portavoz de Podemos en el Congreso: “Tiempos extraños en los que PP, Ciudadanos y Vox piensan que una encíclica papal es un peligroso manifiesto socialcomunista y narcobolivariano”.

Lorenzo Bernaldo de Quirós, director de la Fundación Internacional para la Libertad presidida por Mario Vargas Llosa: “El Papa considera el derecho a la propiedad un derecho natural secundario y derivado del principio del destino universal de los bienes creados. Es una fantástica declaración que asumiría un comunista”.

Íñigo Errejón: “Algunos dicen ser cristianos pero cuando el Papa critica la desigualdad resultan ser devotos solo del neoliberalismo”.

El semanario de la Gran Logia de España destaca que la encíclica “abraza la Fraternidad universal, el gran principio de la Masonería moderna”.

La encíclica está impregnada de prejuicios y de conceptos económicos errados. Las mejores intenciones no bastan para alcanzar los fines deseados y hasta pueden ser un obstáculo cuando alientan ideas fracasadas. (Diego Barceló Larran, IESE).

VALORACIONES DESDE DENTRO DE LA IGLESIA

“Expone una serie de principios que responden a la tradición cristiana más profunda y de todas las religiones, aunque a muchos les parecerán nuevas y escandalosas….Muchos pensarán que son sueños irreales y utópicos, pero está en perfecta coherencia con el Evangelio y la doctrina social de la Iglesia….. Francisco no se limita a exhortar a curar a los heridos de hoy sino que propone un cambio global de sociedad para evitar que estos hechos se vayan reproduciendo: luchar contra las causas estructurales de la pobreza y la desigualdad” (Víctor Codina teólogo latinoamericano).

 La encíclica “da la impresión de que fue escrita por un masón”. (cardenal Carlo M. Vigano, que fue retirado como nuncio apostólico en EE.UU).

 La combinación de la parábola del buen samaritano con la contribución de las religiones a la fraternidad del mundo señala la aportación más explícita que podemos hacer como cristianos (Gabino Uríbarri- Comillas).

 La encíclica propone abrir una nueva puerta “para que el oxígeno de la fraternidad pueda entrar entre personas de diferentes creencias religiosas, entre creyentes y no creyentes''. Esa es una fraternidad más bien masónica que hace una especie de mezcolanza grotesca religiosa cuando no me canso de repetir que todas las religiones ni son iguales ni pueden serlo pues la única religión e Iglesia ofrecida por Dios al hombre fue la católica, las demás o son heréticas, erradas o simplemente cismáticas. Son ellos los que están errados, no los católicos, son ellos los que deben abrazar nuevamente la fe católica para volver a reconciliarse con Cristo y así poder ser salvados en su regreso. La Iglesia católica debe seguir siendo la Iglesia de siempre, una Iglesia tradicional que preserve intacta, sin cambios, su sagrada doctrina (Luis Losada, El Yunque).

 El Papa apela al cambio personal incidiendo en el cambio de las estructuras. Las estructuras nos deben importar. Y si no nos importan, es que no hemos entendido de qué cambio habla el cristianismo cuando se refiere a la conversión individual. La culpabilización individual unilateral no es modo de afrontar los problemas; la exculpación de toda responsabilidad personal y la consiguiente culpabilización en el colectivo, tampoco. La encíclica pone luz sobre ese dilema al reconocer que ¡el samaritano actúa!” (Francisco Ruiz, decano Facultad Teología Deusto).

 La encíclica apunta a una tercera vía entre el liberalismo y el populismo (Andrea Riccardi, fundador de la comunidad de San Egidio).

 Nos impulsa a reflexionar para que “frente a diversas y actuales formas de eliminar o de ignorar a otros seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras”. (web OPUS).

 Estas son las valoraciones que yo he encontrado y considerado significativas. Sin duda que las habrá más y mejores pero, aun acudiendo a todas ellas, el resultado sería insuficiente. Porque lo que se precisa es leer e interpretar la encíclica no en clave política sino en clave orante. Conscientes de que viene de un Papa de todos, que quiere impulsar la construcción de un mundo más justo, anteponiendo la dignidad humana a los intereses financieros.

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