En puertas de ser mayor

En una sociedad utilitarista, que practica la cultura del descarte, no es fácil asumir que uno se va haciendo mayor. Surgen resistencias, justificadas, a aceptar que se está próximo a cruzar la puerta que da acceso a la ancianidad. ¿Vale la pena ocultarlo, como si eso no fuera con nosotros? ¿Cómo afrontar esas circunstancias de la vida?

 Cuando yo era joven había en mi pueblo un rincón donde se juntaban las personas mayores del lugar. En una ocasión les pregunté qué era lo que les impulsaba a acudir allí todos los días. Las respuestas, aunque variadas, se pueden sintetizar en una idea: buscaban el acompañamiento mutuo.

  • - “Quedarme todo el día solo en casa me enturbia la mente”, me dijo uno.
  • - “Necesito alguien con quien soltar la lengua”, me dijo otro.
  • - “Desde aquí vemos pasar la vida y hacerlo juntos la hace más llevadera”. Fue otra de las respuestas.

 He recordado aquel lugar al leer el documento ‘La vejez: nuestro futuro. La condición de las personas mayores después de la pandemia’, recientemente publicado por la Pontificia Academia de la Vida.

 En realidad llevo bastante tiempo volviendo, mentalmente, a aquel lugar. Una vez que ha pasado aquella etapa de mi vida en la que me sentí reconocido profesionalmente ahora, una vez jubilado, me pregunto, desde ese lugar: ¿cómo es mi vida?

 El documento mencionado es un duro alegato contra la cultura del descarte que nuestra sociedad practica con las personas mayores. En la síntesis entre la reflexión suscitada por la lectura de ese documento y el “rincón de los mayores” de mi pueblo mi inquietud se dispara. Cuando yo aún no me veo mayor pero los demás no me aceptan como joven ¿qué puedo hacer con mi vida?.

 Sé que no será fácil, pero me voy a empeñar en buscar compañeros con los que recorrer el camino que me queda por delante; hacer la vida más llevadera; practicar el acompañamiento mutuo; dar VIDA a mis años y envejecer con dignidad.

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