Mi rincón de pensar

A veces los padres de mis nietas las mandan al rincón de pensar, cuando consideran que están alteradas y necesitan reflexionar sobre su comportamiento.

 Yo también tengo mi rincón de pensar. Lo necesito tanto que, azuzado por la fatiga pandémica, me he saltado varias veces la legalidad, para hacerme los 300 kms que me separan de mi rincón soriano.

 En mi ultima escapada me empapé del humanismo cristiano de San Pedro Poveda, un sacerdote asesinado en la guerra civil española.

 Leí sus reflexiones sobre la bondad, la tolerancia, el dialogo, el respeto del otro, el clima de confianza y no de imposición, la mirada valorativa del otro, la actitud blanda, dulce, compasiva y tierna con el otro pero fuerte, dura rigurosa, inquebrantable conmigo mismo…..la bondad como estilo de vida.

 Pensé que lo que realza mi apreciación de la bondad y le da valor es que existe su contrario: la maldad. Me imaginé mi encuentro con Poveda, algún día, preguntándole: ¿todos los que te mataron eran malos y los que mataron a los que te mataron eran buenos?

 Pensé cómo interpretar lo que me rodea en clave de bondad. Cómo evitar hacer una lectura sesgada, en la que los que piensan como yo son los poseedores únicos de la verdad. Los que votan lo mismo que yo frente a los que votan diferente; los que están en mi movimiento religioso y no en ese que vive la fe de otra manera; los que siempre aparecen ensalzados, en este medio en el que escribo, frente a los que siempre son criticados; los afines a los que siempre justifico frente a los que ya de entrada veo con mirada crítica. Cómo evitar hacer una lectura de mi comportamiento personal basada en el autoengaño.

 Pensé que no es fácil evitar esa interpretación sesgada de la realidad. Sesgada por ignorancia o, peor aún, sesgada por manipulación deliberada.

 Pensé que todavía era peor, para evitar esa división de buenos y malos, hacer una interpretación relativista de la realidad, en la que nada es bueno ni malo. Porque el resultado sería un mundo que no es ni fu ni fa: opaco, gris, anodino, incoloro, soso, aburrido….

 Ese rincón del que hablo está impregnado de Machado y le recordé, cuando dice: “Tu verdad?. No, la verdad; y ven conmigo a buscarla”.

 Pensé que las cosas de la vida política, religiosa, social, familiar o personal son más complicadas de lo que parece. Recordé haber leído, en otro de mis autores preferidos (Miret Magdalena): “cada vez tengo menos seguridades, porque en casi todo es difícil conocer la verdad”.

 Volví de mi rincón pensando que la dificultad de encontrar la verdad no justifica que no deba buscarla. Buscarla en la meditación y el encuentro conmigo mismo. Para discernir sin prejuicios ni ideas preconcebidas. Sin lecturas sesgadas de mis circunstancias personales.

 Aporto un dato más que ayuda a entender la dificultad de encontrar la verdad. Tiene que ver con el hecho de que, en la escapada comentada, no logré resolver, de esas circunstancias mías, si debía confesarme de haber burlado la legalidad para acudir a mi rincón de pensar.  Porque no estaba arrepentido de haberlo hecho; y porque no sé si, fuera de ese rincón, habría sido capaz de propiciar el encuentro conmigo mismo que tanto necesitaba.

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