Cuando no todo te va bien

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“La envidia es mil veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual.” Lo dijo Miguel de Unamuno

Es una conducta frecuente y extendida que el hombre sea envidioso y envidiado. Pero, ¿dónde nos lleva ese comportamiento?

Nos lleva a vivir angustiados, dominados y desbordados por gran cantidad de emociones negativas. A sentir tristeza ante el bien ajeno; a lamentar la buena fortuna de otra persona; al deseo desordenado de poseer algo que no tenemos.

La envidia, en cualquier caso, nos impide disfrutar de lo que poseemos, por pensar que los otros disfrutan más que nosotros.

Había un pobre que sólo poseía una oveja, a la que trataba como una hija. Y había un rico que poseía numerosos rebaños pero que envidiando la felicidad del pobre le robó su única oveja. Es la historia que relató el profeta Natán al rey David, para ayudarle a arrepentirse sobre su comportamiento. En la Biblia hay muchas otras referencias a este asunto.

Es duro ser poseedor de ese defecto pero es frecuente. Y es más duro, aun, no ser consciente de él porque, en tal caso, además de hacernos sentirnos mal nos roba la paz del corazón.

La alternativa, para superar ese comportamiento que tanto daño nos hace, es ver y reconocer en los demás lo positivo que tienen; es reconocer que no siempre seremos los mejores y que no siempre nos ira bien. Con el convencimiento de que quien así obra no tendrá el corazón torcido por la envidia sino que desarrollará un alma noble y experimentará un gran gozo.

Es lo que te deseo a ti y a todas las personas que aspiran a ser felices. Y aspiro a aplicarme a mi mismo la moraleja del cuento.

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