Reflexiones sobre música, familia y espiritualidad que se proyectan desde Montserrat hasta la Vall de Boí
Bernat Vivancos: "La música de Montserrat me acompaña, es mi sello, casi genético"
El compositor barcelonés Bernat Vivancos lleva 23 años dando clases, pero el hilo que lo une a la música comienza mucho antes. "En casa, la melodía era omnipresente"
Su padre, organista, hasta hace pocos meses tocaba el órgano. Hoy su hijo Oriol —adolescente y en esa etapa en la que la música es prueba, reto y descubrimiento— también se prepara para tocar
Frente al piano de un aula de la Escuela Superior de Música de Cataluña, Vivancos toca unas notas sin esfuerzo, como si el piano fuera un recuerdo que vuelve. Y entonces aparece Montserrat, inevitable… "Aún soy escolán", afirma
| Xavier Pete
(Agencia Flama).- Frente al piano de un aula de la Escuela Superior de Música de Cataluña, el compositor barcelonés Bernat Vivancos se sienta con la familiaridad de quien entra en una habitación propia. Lleva 23 años dando clases, pero el hilo que lo une a la música comienza mucho antes. “En casa, la melodía era omnipresente”, recuerda. Su padre, organista, hasta hace pocos meses tocaba el órgano. “A los 94 años todavía hacía sonar el instrumento como si sus manos no hubieran envejecido”, rememora.
Hoy su hijo Oriol —adolescente y en esa etapa en la que la música es prueba, reto y descubrimiento— también se prepara para tocar. Horas después de esta conversación con Flama tendrá que subir al escenario en una audición, a la que también asistirá Bernat Vivancos. Mientras tanto, en el pasillo de casa le espera una nota de apoyo de su hermano Arnau, escrita a primera hora de la mañana, como explica Vivancos. No coinciden en espacio ni en trayectoria, pero sí en pulsión. “En la familia, la música no se elige, se respira”, reconoce el compositor.
Vivancos toca unas notas sin esfuerzo, como si el piano fuera un recuerdo que vuelve. Y entonces aparece Montserrat, inevitable. “Una aureola armónica montserratina”, como él la define, todavía lo acompaña como una luz sonora que jamás se apaga. De su etapa como escolán no conserva solo un recuerdo, sino una identidad. “Aún soy escolán”, afirma. El canto antiguo se le incrustó dentro como una estructura interna, y en la actualidad compone “más desde la modalidad que desde la tonalidad”, como si la música gregoriana se le hubiera quedado en los huesos.
Bernat Vivancos
Los amigos, las voces, las misas, los monitores, los maestros dejaron en él una huella profunda, pero destaca especialmente al monje benedictino Ireneu Segarra, “maestro mayúsculo, discreto y valiente”, quien le tenía un afecto especial y se convirtió en su máxima influencia musical. “Este año hace 20 años que murió”, señala Vivancos, refiriéndose a un religioso que, “por encima de todo, era una buena persona”.
Taüll: paseos nocturnos como confesión
El relato profesional podría derivar hacia su proyecto digital Ora et honora, pero el espacio que realmente ilumina Vivancos no es una web, sino un valle. Taüll, de noche. Caminatas solitarias bajo la luna o la nieve, auriculares, música que se escucha más profundamente cuando la piedra románica se oscurece y el valle queda mudo. Vivancos explica que “entonces, el pueblo dormido se convierte en catedral sin techo”.
Escuchar cantos litúrgicos por las calles vacías, afirma, “es una forma de oración laica, un ritual personal”. “Nadie sabe que Bernat Vivancos pasea así por Taüll”, comenta sonriendo, pero en esa soledad se origina una parte esencial de su obra. “La austeridad románica, la piedra que guarda siglos, el agua que baja quieta, todo participa del mismo lenguaje”, describe, nombrando los elementos que conviven en sus partituras.
"Escuchar cantos litúrgicos por las calles vacías es una forma de oración laica, un ritual personal"
Bernat Vivancos
De la intimidad mística al sueño operístico
El compositor sueña algún día con ver una ópera suya en el Liceu. No es una ambición desmesurada, sino una continuación natural de lo que ya ha ido construyendo a lo largo de su trayectoria. Obras como Fra Junoy o La agonía de los sonidos, de Jaume Cabré, lo devuelven mentalmente a la escena. Este, según asegura él mismo, sería “un proyecto que conectaría con todo lo que he aprendido, desde Montserrat hasta la ESMUC”, y que le permitiría pensar la música como una extensión de la propia vida.
De Montserrat a la ESMUC, del abuelo que tocaba el órgano de memoria al hijo adolescente que empieza a dar los primeros pasos entre escenarios, hay un hilo que nadie ha roto. Y, en este sentido, Bernat Vivancos no busca cerrarlo: “Solo alargarlo para que la resonancia no muera”, reflexiona. La música, para él, “no es oficio, es existencia”, una manera de vivir y transmitir todo lo que le ha marcado, con sencillez y constancia.
Cuando llegue el silencio: la memoria viva
Y algún día, cuando sus hijos terminen los estudios superiores, Bernat Vivancos tiene la intención de regresar a la Vall de Boí para vivir allí definitivamente. “No tengo prisa por cambiar de vida”, explica, “pero me gustaría vivir allí, rodeado de montaña y silencio”.
Se imagina caminando por las calles de Taüll de noche, escuchando música con los auriculares, y compartiendo esos momentos con su familia. La música continuará presente en el día a día, en los pequeños instantes y en el aire que los envuelve, sin necesidad de grandes gestos ni conmemoraciones, simplemente como parte de la vida que él siempre ha querido vivir.