El cine a través de los ojos de la Teología El amor en un escenario de terror: 'El Exorcista', versión original de 1973

'El Exorcista', versión original de 1973
'El Exorcista', versión original de 1973

"Con el estreno, en los cines, de la mediocre secuela de 'El exorcista' de 1973 (con el nombre de “El exorcista: Creyente”), me ha parecido oportuno hablar de la película original"

"Se trata de una genial obra maestra con la que Friedkin ha realizado un drama magistral. Junto con los brillantes escenarios, interpretaciones que encajan en el difuso mundo de las posibilidades de la ciencia y de la fe y entre lo mensurable y lo (in)creíble"

Para la mayoría de la gente, el terror es lo esencial del film. Pero desde un punto de vista teológico (y no sólo), eso es sólo el contexto. De hecho, el núcleo es la vida humana en medio del amor más doloroso

Sé que me gustaría poder decir que lo que se ve en “El Exorcista”  de 1973 es una farsa. No lo puedo hacer

Con el estreno, en los cines, de la mediocre secuela de “El exorcista” de 1973 (con el nombre de “El exorcista: Creyente”), me ha parecido oportuno hablar de la película original.

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En primer lugar, hay que saber que se trata de una genial obra maestra con la que Friedkin ha realizado un drama magistral. Uno en el que el horror del “mal” es (pre)sentido como escenario hasta la médula. Y ello como resultado: de una sólida teología; del hecho de que sea honesto y realista en todo lo que muestra de forma grotesca, horrorosa e incluso blasfema; de la creciente crudeza y tensión, paralelas al lento contacto con los personajes principales; y por último, de una notable y memorable articulación de fotografía, música, sonidos e incluso cuadros subliminales.

Friedkin

Junto con los brillantes escenarios (que dieron lugar, según el ‘National Film Registry’ de Estados Unidos, al rodaje de la “escena del siglo”, cuando Sydow está en la neblinosa obscuridad bajo de una lámpara), la empática y neurótica Burstyn, el venerable y teilhardiano Sydow, el afligido y escéptico Jason Miller, la inocente y sufrida Blair y el paternal y condescendiente Lee Miller son asombrosos. Todos ellos crean interpretaciones que encajan en el difuso mundo de las posibilidades de la ciencia y de la fe y entre lo mensurable y lo (in)creíble.

No sé dónde está lo más difícil de ver en esta obra: si en el esfuerzo médico y psicológico incapaz de tratar algo genuino, pero que escapa totalmente a sus crecientes conocimientos (aunque exiguos en sus campos de acción); o si en el sufrimiento soportado por la joven (que, como nosotros, sólo puede ser alcanzada, en su más íntimo, por Dios-Amor que hizo de esto Su Cielo) y por todos los que la aman de verdad. Pero no se nos escapa el olor de la batalla, más profunda de lo que podemos ver, entre el amor y el desamor.

Hablé, antes, de una especie de escenario de horror. Y para la mayoría de la gente, el terror es lo esencial de “El exorcista”: una película para remover las emociones y los nervios. Pero desde un punto de vista teológico (y no sólo), eso es sólo el contexto. De hecho, el núcleo es la vida humana en medio del amor más doloroso: el amor de la madre que lo arriesga todo para que su hija sea “curada”; el amor de los sacerdotes que se entregan a la “ayuda” gratuita y “ego”-desinteresada, hasta sus mismos sacrificios, en una batalla contra un mal que ya ha sido derrotado en la Cruz, pero que permanece, a través de sus restos, en nuestros “egos”, que son por ellos alimentados, y viceversa.

"Este es el verdadero amor en su máxima expresión: ese del que todos cantamos, pero que, al mismo tiempo y en lo más profundo de nuestro ser, esperamos no tener que experimentar, por mucho que la Biblia nos hable de él"

Este es el verdadero amoren su máxima expresión: ese del que todos cantamos, pero que, al mismo tiempo y en lo más profundo de nuestro ser, esperamos no tener que experimentar, por mucho que la Biblia nos hable de él (y también de las artimañas de esos restos que quieren hacernos sentir indignos de ser amados por Dios-Amor, para que busquemos otros dioses, más “de acuerdo con nuestros gustos”, que fácilmente podemos encontrar en el neopaganismo en el que vivimos). Así que sólo puedo ver en esta película una cierta apología indirecta de Dios y del Catolicismo prudente, serio y totalmente comprometido. Puedo estar equivocado, pero lo dudo.

"Sólo puedo ver en esta película una cierta apología indirecta de Dios y del Catolicismo prudente, serio y totalmente comprometido"

No sé si, pastoralmente hablando, lo mejor es explicar, y correr el riesgo de alimentar curiosidades enfermizas –que luego son aprovechadas por charlatanes oportunistas (eviten los pagos: vivir y ayudar en el amor es gratis)–, o silenciar lo que es, o no, un exorcismo. Sé que me gustaría poder decir que lo que se ve en “El Exorcista”  de 1973 es una farsa. No lo puedo hacer. Y esto debe llevarnos a un esfuerzo por crecer, ya sea en la interfaz entre ciencia y fe, ya sea espiritualmente en el amor, en este caso, a través de la oración, la penitencia, y e los sacramentos administrados objetivamente por la Iglesia.

(EUA; 1973; dirigido por William Friedkin; com Ellen Burstyn, Max von Sydow, Jason Miller, Lee J. Miller, Linda Blair, William O’Malley e Kitty Winn).

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