Romance de Semana Santa Pasión y muerte en la calle

Pasión y muerte en la calle
Pasión y muerte en la calle Kimberly Cruz Medinilla Lacaba

Semana Santa en la calle
de pena, dolor y pueblo…

Pasión y muerte en la calle

Semana Santa en la calle
de pena, dolor y pueblo.
Huerto de Getsemaní,
Jesús penando en el huerto.
Tiembla y el sudor de sangre
le corre por todo el cuerpo.
(¿Aún siguen sus tres amigos
tan ajenos y durmiendo?)
Viene Judas Iscariote:
“Al que bese detenedlo”.
Negra en el alma y la noche,
va delante en el cortejo
gente con palos y espadas
a prender al Nazareno.
El traidor, en su traición,
se acerca y le estampa un beso
mientras con la voz mentida
le dice: “Salve, Maestro”.
Atado como un bandido
lo empujan sin miramientos
dejando atrás los olivos
que se retuercen gimiendo.

Bajo las andas, ocultos,
se duelen los costaleros.
Lloran las bandas de música
con acentos lastimeros.

Llega a casa de Caifás
tropezando y sin aliento.
“¿Es cierto que tú dijiste:
‘Puedo destruir el templo
y construirlo en tres días?’”.
Y Jesús guarda silencio.
Ante todo el Sanedrín
Caifás pregunta de nuevo:
“Dices que eres el Mesías,
el Hijo de Dios, ¿es cierto?”.
“Sí, tú lo has dicho, Caifás,
y tenlo por verdadero.
Vendré como Hijo de Dios
sobre las nubes del cielo”.
Un rasgar de vestiduras                                                                                                                         saja su tela al silencio
y todas las bocas gritan:
“¡Basta ya! ¡De muerte es reo!”.

Crujen las andas y el trono
y gimen los costaleros
mientras la banda de música
alza en dolor su crescendo.

Costaleros

De pronto se lanza un “Ay”
desde un balcón saetero.
“Ay” de saeta que sube
hasta clavarse en el cielo.
La multitud, traspasada,
se detiene en el cortejo
y respira su congoja
con una herida en el pecho.

Pasan y pasan los pasos
que portan al Nazareno.
Va de Caifás a Pilatos.
Pilatos se siente ajeno
y se lo remite a Herodes
que entre curioso y contento
quiere ver milagrerías
que cuentan del Nazareno.
Pregunta Herodes, pregunta,
mas Jesús guarda silencio
ante el asombro de Herodes,
enemigo y zorro viejo
que le ofrece con los suyos
su regalo de desprecio.
A Jesús viste de loco
y lo devuelve de nuevo
a Pilatos quien, cobarde,
en la duda prisionero,
el indulto a Barrabás
o a Jesús ofrece al pueblo.
Rechaza el pueblo a Jesús
dando a Barrabás por bueno.
Y el gobernador lo entrega
al látigo y al tormento.

Jesús

Sangrad como a latigazos,
hombros de los costaleros.

Atruenen por sus heridas
la banda y sus instrumentos.
¿Se ha clavado otra saeta
en el corazón del cielo?

Ya va con la cruz a cuestas
seguido del Cirineo.
Jesús se encuentra a su Madre
tocada de un velo negro.
La llaman la Dolorosa,
siete espadas en el pecho,
como el mar es su tristeza,
alta pleamar su duelo.

A Jesús en el calvario
lo clavan en el madero.
Crucificado y amante,
tiene los brazos abiertos.
Antes de morir dirá
con el corazón ardiendo:
“Padre, perdona a estas gentes
que no saben lo que han hecho”.

Un eclipse de repente
deja a oscuras al cortejo.
Estallan todas las bandas
de terremoto y estruendo,
ciega la cera en los cirios
y mudos los costaleros.

Eclipse

***

La procesión ha acabado.
Lento se remueve el pueblo.
Y poco a poco las calles
retornan a su ajetreo.

Pero ya nada es igual
ni por fuera ni por dentro,
que la noche y la ciudad
se han quedado sin aliento,
vivas de cruz y de llanto
y muertas con Cristo muerto.

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