El cine a través de los ojos de la Teología 'La Sala de Profesores': el amor frente a las instituciones

Imagen del film "La Sala de Profesores"
Imagen del film "La Sala de Profesores"

"Hay muchas películas muy buenas sobre profesores, quizás porque la vida de un profesor ofrece situaciones universales con las que los que estudian o enseñan querrían identificarse"

"Con la producción alemana 'La Sala de Profesores' estamos al máximo nivel de calidad. Es una metáfora social y política compacta, insólita y opresiva que nos atrapa parca e irónicamente con su trama en cascada de suspense psicológico y moral"

"Una película, pues, para los que tienen 'los nervios de acero' y una disposición seria para pensar en lo que están viendo y/o en lo que ya han visto"

Hay muchas películas muy buenas sobre profesores, quizás porque la vida de un profesor ofrece situaciones universales con las que los que estudian o enseñan querrían identificarse. Con la producción alemana 'La Sala de Profesores' estamos al máximo nivel de calidad. Es una metáfora social y política compacta, insólita y opresiva que nos atrapa parca e irónicamente con su trama en cascada de suspense psicológico y moral. Una película, pues, para los que tienen “los nervios de acero” y una disposición seria para pensar en lo que están viendo y/o en lo que ya han visto.

Consigue el libro regalo 'Yo estoy con Francisco'

Sí; Benesch se ve muy ayudada por: una serie de otros actores de primera clase; un “encajonamiento” visual asfixiante que impide amplias panorámicas de lo patentado y fuera de las cuales proceden, a veces, sonidos ominosos; una banda sonora minimalista y desconcertante; escenarios fríos e impersonales; y elegantes movimientos de cámara que, junto con fuertes recortes editoriales, son desorientadores. Dicho esto, Benesch es más que magnífica en su papel (a veces resonante solamente por sus ojos) de alguien frágil, furioso, compasivo y estirado.

Fotograma de "La sala de profesores"
Fotograma de "La sala de profesores"

Como cristianos y, por tanto, personas llamadas a vivir con el corazón abierto como la tumba para acoger a quienes servimos, sabemos que dejaremos un pliegue en el mundo. Un pliegue, resultado de negar esas realidades y acabar adhiriéndonos al instinto de rebaño que nos sirve opiniones enlatadas que infunden consonancia apática frente a la censura, la corrupción generalizada y la locura que parecen crecer a nuestro alrededor. O un pliegue, porque aceptamos esas tres actitudes convertidas en hábitos amorosos en quien quiere ser más humano, diciendo “sí” a la subida a una libertad que es nuestra semejanza con Dios.

El mundo nunca ha sido blanco o negro, excepto quizás en la Cruz. Pero para los que quieren ser luz (en la Luz) del Mundo, las consecuencias nefastas suelen surgir en espiral, desde las primeras experiencias de institucionalización (en guarderías) hasta las últimas (quizá en hospitales), pasando por las intermedias (escuelas y lugares de trabajo). La ambivalencia arraiga en nosotros y la lógica del “estar quieto y callado” se vuelve seductora, aceptada y vivida de manera estandarizada. Pero esto no nos traerá la paz, porque Dios no es anticuado, ni aficionado a los “preceptos”, sino admirador del amor del Tabor que desvela su sueño: que seamos humanos.

Ese amor que transfigura nuestros ojos para que, por fin, podamos ver la realidad tal y como es y aceptemos ir en busca de la oveja número 100 – la que más problemas nos da. No existe la antes denominada vida en el sueño divino si nos movemos en las diversas circunstancias (que no son maquetas ni laboratorios del Mundo Real, sino este mismo Mundo Real) por realidades distintas del amor que cumple la libertad. Por eso Jesús no daba órdenes, sino que recomendaba (y siempre con una discreción infinita). Aparte de esto, surgen sospechas, desconfianzas, críticas y calumnias incluso sobre los que sólo han pedido ayuda – en lo que genera dolor por lo absurdo de las relaciones en este mundo de redes sociales antisociales.

“Ser o no ser” ya no es la cuestión. Estamos obligados a ser una pieza en un deshonesto y deshumanizador “castillo de cartas” estructural, que, con el tiempo, se derrumbará en pedazos. Y esto porque, si hay quien ambicione enterrar el amor en el frío, este amor nunca permanecerá en la tumba, sino que mostrará, con una convulsión para nuestros “egos”, que la belleza de la rectitud es el resultado, normal y siempre posible, de la unión de los ánimos en la verdad y en el amor. No –lo admito– únicamente por la razón, pero siempre con razones, sobre todo aceptando vivir la vida en la Vida. 

(Alemania; 2023; dirigido por Ilker Çatak; con Leonie Benesch, Leonard Stettnisch, Eva Löbau, Michael Klammer y Anne-Kathrin Gummich)

La sala de profesores” | Proceso

Etiquetas

Volver arriba