El sendero del bien común Un rumbo nuevo

David López Royo
David López Royo

"Nuestro mundo está necesitado de calma y serenidad, estamos muchas veces cegados y nuestra perspectiva queda difuminada en un horizonte excesivamente convulso"

"La confrontación nunca puede ser la senda adecuada; pero esto tampoco puede significar que por evitarla aparezcan quienes pretenden imponer sus ideas y principios apoyados en una historia manipulada"

"El diálogo tiene que estar acariciado por la interacción que se da entre las personas. Una realidad que debe de formar parte de un sendero seguro y firme"

"Urge un nuevo rumbo. Nuestro atardecer y nuestro amanecer tiene que ser suave, apoyándonos en el esfuerzo, en el compromiso, en el diálogo y en la concordia"

Atardece pausadamente. El sol se esconde y las sombras se van mezclando con la oscuridad que va tomando poco a poco el espacio que la luz del día ha dejado a la noche. Mientras tanto en la otra cara de la tierra comienza a ocurrir lo contrario, la noche va cediendo su manto, dejándose acariciar por los primeros rayos del sol, y en medio queda un espacio de luz que brilla con fuerza y energía esperando ser arrastrado con suavidad hacia la claridad que aportará una luna llena.

Somos millones de personas las que vivimos entrelazadas entre la luz y las sombras, entre amaneceres y atardeceres, entre el brillo de días claros y días oscurecidos tempranamente por las nubes que ocultan el esplendor de un sol siempre dispuesto a penetrar en los lugares más recónditos del planeta.

Cuando uno se asoma, desde la atalaya de su vida, a contemplar el mundo que le rodea, experimenta las posibilidades que puede tener para secundar la senda que tenga más posibilidades de estar iluminada por una luz, cuya intensidad no pueda nunca cegarte y sirva como compañera de viaje que aporte serenidad y calma para realizar una travesía tranquila.

Nuestro mundo está necesitado de calma y serenidad, estamos muchas veces cegados y nuestra perspectiva queda difuminada en un horizonte excesivamente convulso. La atalaya puede quedar rodeada por nubes obscuras que nos hacen perder la visibilidad penetrando en todos los rincones de nuestra vida.

De ahí que sea necesario trabajar siempre por instaurar un rumbo nuevo a nuestras vidas. Se trata de esforzarnos para no dejarnos arrastrar por una falta de visibilidad que nos conduzca al sendero equivocado.

El esfuerzo y la constancia pueden hacer en nosotros el lugar apropiado para poder cambiar aquello que nos afecta negativamente; pero algo está ocurriendo que no nos está dejando evolucionar con la serenidad debida los procesos de cambio que todas las sociedades están llamadas a experimentar. De ahí, que precisemos establecer un rumbo nuevo, porque si no la atalaya nunca volverá estar acariciada por la brillantez de un sol que aporta luminosidad y claridad para alargar una visión que sea infinita en el horizonte de nuestras vidas.

Estamos sumidos, la mayoría de las veces, en conflictos que no tienen ningún sentido, al contrario hacen que cada persona se vea afectada, sin merecerlo, por las nubes oscuras que otros generan.

Desde la atalaya en la que nos encontramos debemos esforzarnos por no dejarnos arrastrar por quienes intentan cegarnos con sus procedimientos y soflamas. En cada persona está la capacidad de saber mirar al horizonte con positividad o con negatividad.

La confrontación nunca puede ser la senda adecuada; pero esto tampoco puede significar que por evitarla aparezcan quienes pretenden imponer sus ideas y principios apoyados en una historia manipulada. El nuevo rumbo se hace necesario desde la construcción positiva basada en el diálogo constructivo.

Diálogo

El diálogo tiene que estar acariciado por la interacción que se da entre las personas. Una realidad que debe de formar parte de un sendero seguro y firme. No se puede alcanzar el entendimiento si la única visión que se tiene desde la atalaya es a la de un sendero que busca destruir y confrontar a las personas.

Desde la atalaya hay que mirar al sendero de la historia y ver en la misma, iluminados por tránsito del día a la noche y viceversa, todos los acontecimientos que nos han ayudado a construir una historia y una sociedad que tiene como nombre un país. Este se llama España.

Precisamos de un nuevo rumbo; pero éste nunca puede ser el de la destrucción y el de intentar arrollar con sombras y oscuridad lo que, con tanto esfuerzo y sacrificio, se ha ido construyendo a lo largo de los siglos.

La interacción significa convertir en luz todo aquello que nos está alejando a las personas. No podemos dejarnos llevar por los claros oscuros que se dan, de manera convulsiva, cuando la luz del sol cede al anochecer tutelado por las tormentas y huracanes.

Nuestro sendero, nuestra opción elegida desde la atalaya de nuestras vidas, tiene que ser el de la serenidad, la hermandad y la construcción del bien común.

Es verdad que existen personas con responsabilidad política que viven empeñadas en ocultar nuestra historia y nuestra realidad, lo que somos y lo que hemos construido. Lo hacen negando, desde su atalaya, lo que hemos sido en los últimos quinientos años. Mezclan sus intereses particulares con lo que verdaderamente ocurrió. Esto supone adentrarnos en el sendero permanente de la confrontación. Es lo que buscan, es lo que pretenden, es lo que día a día transmiten. Desde esta perspectiva nunca podrá darse una transmisión serena y tranquila entre el día y la noche. Nunca existirá la acaricia suave del sol cuando amanece a la noche, dejando ésta de tener protagonismo para que el nuevo día, nuestro nuevo rumbo, se deje arrastrar por la fuerza de los rayos del sol.

Nuestra atalaya debe de ser un espacio para que las personas podamos participar de los rayos del sol y de las noches estrelladas, con el objetivo de que la luz siempre pueda orientar nuestro esfuerzo y compromiso por construir y no por destruir. Debemos ser protagonistas de la concordia. Nuestro cambio de rumbo tiene que estar orientado en esta dirección porque de esta manera podremos superar lo que nos divide y nos enfrenta.

Hoy, en nuestro país, existe un alto nivel de confrontación y esto no es positivo. Las personas no podemos dejarnos arrastrar por la negatividad, en las que están empeñadas, en adentrarnos, determinadas fuerzas políticas. Nuestra atalaya es la serenidad y la concordia. Nuestro nuevo rumbo la convivencia y el entendimiento.

Futuro

Estoy leyendo en estos días el libro de Vida Truncadas de Manuel Álvarez Tardío y de Fernando del Rey. Sirva mi reflexión de hoy como introducción de lo que escribiré la próxima semana basada en la lectura de este texto.

Concluyo hoy con un párrafo de este libro «Quienes mantenían las posiciones más extremas apelaban a una lógica binaria que avanzaba en la política parlamentaria con igual intensidad que en muchas calles del país:... España o antiEspaña. La radicalización era en parte un instrumento de propaganda, el fruto de la retórica sostenida por los sectores extremistas interesados en despeñar al país por el camino de la violencia insoslayable».

Todo esto nos aleja del sendero del bien común y hace que nuestra atalaya se vea envuelta en un oscuridad permanente.

Urge, por tanto, un nuevo rumbo. Nuestro atardecer y nuestro amanecer tiene que ser suave, apoyándonos en el esfuerzo, en el compromiso, en el diálogo y en la concordia.

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