A propósito de la contienda electoral en Colombia De ese Dios, también nosotros cristianos somos ateos

https://youtu.be/LRKIhqh0FXY
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Estamos en Colombia en plena contienda electoral y no han faltado estos días, en las homilías y en los avisos parroquiales, los llamados a votar por candidatos de fe católica y a descartar a los que se profesan ateos o agnósticos.  Quiero reflexionar sobre este llamado, esta especie de cruzada política, a veces tan común en nuestros templos y en los grupos eclesiales.

El llamado a votar sólo por católicos y a descartar a los que se profesan agnósticos o ateos no tiene asidero en el Evangelio.

Hay gobernantes y políticos que hablan de Dios y que predican...De ese Dios del que ellos hablan nosotros los cristianos somos ateos, como fuimos ateos en los tiempos del imperio romano y por eso fuimos perseguidos y asesinados.

La conclusión es que el deseo de muchos cristianos, exhortados por algunos jerarcas, de ir a las elecciones a votar lo católico y por los católicos, no es otra cosa que nostalgia de paganismo, un olvido de Jesús. 

En la política de Dios los votos no son para él, son para reconocer la autoridad de los que sufren.

Estamos en Colombia en plena contienda electoral y no han faltado estos días, en las homilías y en los avisos parroquiales, los llamados a votar por candidatos de fe católica y a descartar a los que se profesan ateos o agnósticos.  Quiero reflexionar sobre este llamado, esta especie de cruzada política, a veces tan común en nuestros templos y en los grupos eclesiales.

Vayamos derechos a los evangelios y preguntémosles esta cosa, sobre si va con Jesús el querer asegurarse de que todos para acreditarse como buenos, tengan partida de bautismo y den pruebas de fe católica y ortodoxia.  La respuesta podría sorprendernos.

Jesús dijo bien claro que no bastaba con decir “Señor, Señor” y que de lo que había de que preocuparse era de la voluntad de Dios, de lo que le gusta a Dios, y esto, según se ve en las opciones de mismo Jesús no es otra cosa que la vida de los pobres; puede haber gobernantes que invocan a Dios, que van con la Biblia bajo el brazo, que se llenan de devoción y ensartan jaculatorias en sus discursos, que van de gancho con los clérigos, que rezan a la virgen de Chiquinquirá, y esto no representa ninguna garantía. 

Otro pasaje en el que Jesús desestima esta cruzada política es la historia del hombre dejado medio muerto en la cuneta:  pasaron dos muy religiosos, apurados por sus rezos y deberes en el templo, y no les importó la víctima; vino luego un samaritano, uno de esos que los devotos israelitas tenían por ateo y descreído, y ese fue el que se detuvo, se bajó de su cabalgadura, le limpió las heridas y lo llevó a lugar seguro.  Aquí la ortodoxia, la que parece tan importante a mucha gente de Iglesia, no sirvió para nada, y sí lo fue la actitud compasiva hacia la víctima.

Y finalmente, el llamado juicio final de Mateo 25 también nos deja sin apoyo para pretender que los otros, para ser buenos, tengan que recitar el credo y hablar de Dios: estas condiciones no aparecen por ninguna parte, y lo que sí es decisivo allí es lo que pasa con los más pequeños, los que tienen hambre y sed, los que no tienen casa y tierra, los que están desnudos y enfermos.  El Dios de Jesucristo no está pues muy interesado en lo que creemos y sí en lo que hacemos.

Así pues, el llamado a votar sólo por católicos y a descartar a los que se profesan agnósticos o ateos no tiene asidero en el Evangelio.  Lo contrario es cierto, en la tradición pagana, el emperador era sacerdote y se daba el título de “sumo pontífice”, los sacerdotes y el culto eran pagados por el estado, el imperio obligaba a todos a sacrificar a sus dioses, en las sesiones del senado romano se daba culto y se quemaba incienso.  La conclusión es que el deseo de muchos cristianos, exhortados por algunos jerarcas, de ir a las elecciones a votar lo católico y por los católicos, no es otra cosa que nostalgia de paganismo, un olvido de Jesús. 

Sí, para Jesús, como para todos los profetas de Israel, el problema no era el ateísmo o la doctrina profesada, el problema era la idolatría y las víctimas humanas que pedían los ídolos en sus altares; Jesús y los profetas nunca defendieron doctrinas, siempre defendieron a los pobres, al huérfano, al extranjero y a la viuda; esa, lo dijo Santiago en su carta, es la religión pura.  Hay gobernantes que hablan de Dios y que predican, y al mismo tiempo se oponen a los acuerdos de paz, a la restitución de tierras, al resarcimiento de las víctimas; hablan de Dios y ponen a los pobres en los altares de sus ídolos:  la economía que mata, la seguridad del estado y las armas, el dinero fácil y narcotráfico, las ideologías.   De ese Dios del que ellos hablan nosotros los cristianos somos ateos, como fuimos ateos en los tiempos del imperio romano y por eso fuimos perseguidos y asesinados.

La gloria de Dios es la vida de la gente, era el dicho de San Ireneo de Lyon, y San Oscar Romero llegó a precisarlo todavía más y añadió que la gloria de Dios es la vida de los pobres.  Así que a la hora de votar no hay que fijarse quien dice Dios de modo correcto, esto es paganismo, hay que fijarse quien está con la gente y con los pobres, esto es Evangelio.  Creo que a Dios no le interese tanto lo que pensamos o digamos  de él y no esté tan preocupado por la fe de los candidatos y su posición con respecto a la Iglesia; Dios está preocupado sí, y quisiera que los futuros gobernantes le ayudaran en esto, por la suerte de los nueve millones de víctimas de la guerra, por encontrar los 120.000 desaparecidos, por la cantidad de familias a las que les siguen arrebatando la tierra, por las mujeres que siguen siendo degradadas y botín de guerra, por los innumerables que en vano hacen filas en las EPS para tener derecho a la salud, por los niños y jóvenes sin acceso a los medios para educarse, por los líderes sociales que están siendo exterminados, por la gente excluida en las periferias, por los reinsertados que quieren una segunda oportunidad, por la mitad de la población que está contada en la pobreza…

Dios no tiene preocupaciones de ortodoxia en los candidatos, sería muy egocéntrico si las tuviera:  al votar lo que hay que poner en la mira es a las víctimas; si no se piensa en ellas, así se vote por un católico muy convencido, el voto es culto a un ídolo, no al Dios de Jesús.  En la política de Dios los votos no son para él, son para reconocer la autoridad de los que sufren.

Jairo Alberto, mxy

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