Pedalear la bici porque hay ganas, vivir la vida porque hay esperanza. El niño de la bicicleta y mi amigo en la uci

El niño de la bicicleta y mi amigo en la uci
El niño de la bicicleta y mi amigo en la uci

La pasión que habita al pequeño ciclista no lo deja a oscuras y ve caminos en la noche.

Mirando ese niño, pienso en un amigo que está en la uci y sé que también él está luchando para seguir pedaleando la vida

Hay un niño que llega todos los días y esto porque descubrió que teníamos bicicletas en la casa y supo que aceptábamos prestarlas a él y sus amigos y que podían montarlas.  Y así, después de la escuela, cuando ya está cayendo la tarde y ante esa sorpresa de saberse, al menos por un rato, dueño de una bici, coge la suya y empieza a pedalear.  Detrás de la montaña el sol se va acostando y la luz se va alejando inexorable y es entonces que el niño empieza a luchar contra el ocaso, para que el sol no caiga, para que la luz siga, para seguir jugando, dando vueltas, yendo y viniendo a punta de pedalazos, y así con el último hilo de luz, todavía persiste como si fuera mediodía, acelera y se escapa de las sombras que quieren atraparlo.  Y es que en la oscuridad hay todavía luz para él y esto porque no se deja alumbrar desde afuera, se alumbra desde las ganas de seguir volando en ruedas que para él son alas; la pasión que habita al pequeño ciclista no lo deja a oscuras y ve caminos en la noche.

Mirando ese niño, pienso en un amigo que está en la uci, y con él tanta gente, y sé que también él está luchando para seguir pedaleando la vida, aunque por todas partes parezca ocaso y sol poniente.  Así lo siento en cada noticia que me llega del hospital, en cada mensaje que manda contra imposibles, sí, acelerar en el afecto que nos une para que la vida siga, para que nada la detenga y vaya más allá todavía.  Pienso también en todos los que lo cuidan, personal de salud luchando contra imposibles, insistiendo sin dejarse amenazar de lo que parece inexorable, y alentando para que su día siga aun si oscuro, para que la noche sea mediodía, para que la muerte no lo atrape.  Y pienso en todos nosotros, los que lo queremos, los que quisiéramos verlo y abrazarlo y no podemos y alumbrándonos con la fe del amigo enfermo que nos asegura que todo está y estará bien.

Sí, el niño que estoy viendo, pedaleando en la noche porque lleno de ganas por dentro, me hace confiar en que mi amigo, y tantos con él, saldrán airosos de esta porque se alumbran de ganas que no dejan caer su sol y porque tantos a su lado, con su valentía y cuidado, les muestran caminos en la noche.  Sí, pedalear todavía la bici porque hay ganas, vivir la vida porque hay esperanza.

Ocaso
Ocaso

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