Sobre la tarea de los que creen y sobre una verdad del credo difícil de explicar La escopetarra de César López y la bajada de Cristo a los infiernos

César López, creador de la escopetarra
César López, creador de la escopetarra https://images.app.goo.gl/NBeBfqHk7Caof5h17

Hace ya unos años, cuando el atentado en el Club El Nogal de Bogotá, un triste hecho de desesperación de los tantos de nuestro conflicto armado, César López se fue con sus amigos músicos, sus canciones y su mensaje, a poner una nota de esperanza en medio de ese infierno.

Así fue como un AK-47 se convirtió en guitarra, la escopetarra. Si el soldado había tomado la guitarra de César para destruirla, César tomaría el fusil del soldado y lo transformaría en instrumento de paz.

Cuando confiamos acariciamos y transformamos la realidad; tocamos y sale a flote lo mejor de las cosas y la gente. Esa fe que toca lo maldito y lo hace bendito, que fecunda los infiernos y los preña de cielo.

Creo que, en este país de guerra, sí hombres y mujeres de fe, la tarea en la que nadie nos puede remplazar es bajar con Cristo a los infiernos y poner allí esperanza y razones para confiar.

Hace ya unos años, cuando el atentado en el Club El Nogal de Bogotá, un triste hecho de desesperación de los tantos de nuestro conflicto armado, César López se fue con sus amigos músicos, sus canciones y su mensaje, a poner una nota de esperanza en medio de ese infierno.  Mientras ofrecía su concierto de vida en el escenario de muerte, un militar, aturdido por la violencia, le arrebató la guitarra al artista y se la destruyó.  En esas, César vio que el soldado tenía colgada en su pecho un AK-47, de la misma manera que él, hasta ese momento, había llevado su guitarra.  El guitarrista comprendió que tendría que “desquitarse” a lo bien de esa agresión: si el soldado había tomado la guitarra de César para destruirla, César tomaría el fusil del soldado y lo transformaría en instrumento de paz, si la guitarra de César fue acallada por la violencia, Cesar haría que el arma del soldado soltará acordes y cantara para la vida. Así fue como se originó “la escopetarra”.

La escopetarra
La escopetarra https://images.app.goo.gl/gRRVMT3AR3muH3Zx9

Y César cumplió su sueño, se fue por los cuarteles a buscar un AK-47 y, cuando por fin lo tuvo en sus manos, lo convirtió en su guitarra, y así, siguió haciéndose a muchas más armas de excombatientes y las transformaba para que no les salieran más balas y sí mucha alegría. Ahora César es embajador de reconciliación y va por Colombia y por el mundo, dando su invención a otros músicos y, cada vez que en algún lugar vuelve a explotar el infierno de la guerra sale para allá, con su escopetarra, y ofrece con su música razones para confiar y creer en la humanidad. “Uno sabe, dice, que lo que tiene colgado es un objeto que ya se pasió por la muerte y que ahora uno lo está tratando de usar para la vida”.  El profeta había dicho que llegaría un tiempo así, el de Cristo, en el que la gente de fe fundiría las armas para hacer arados, pero no se imaginaba, y lo debe estar gozando desde el cielo, que esa misma gente, como nuestro César, sacaría guitarras de los fusiles. 

César, y con él todos los animados por la fe, y no me refiero a una fe necesariamente confesional, muestran que las profecías se cumplen y que el bien siempre gana, que el mal ya está derrotado.  Cuando confiamos acariciamos y transformamos la realidad; tocamos y sale a flote lo mejor de las cosas y la gente: tocamos gusanos y sin que nos demos cuenta les salen alas y se vuelven mariposas; tocamos semillas y estas explotan pacientes en árboles de sombra, color y sabrosura; tocamos piedras y ellas cogen forma y nos dejan comulgar inspirados en su alma escondida; tocamos personas extrañas, tal vez desplazados y migrantes, y nos sorprendemos siendo íntimos, una familia sola, hijos e hijas de un solo Padre; tocamos las distancias y se vuelven amistad, la noche cerrada y se vuelve mediodía, el límite y resultamos en el infinito, el segundo y lo hacemos eternidad.  Tocamos y hacemos milagros, como César, que acarició fusiles y se le convirtieron en guitarras, las que suena con otros artistas, haciendo un coro por la paz.

César López, creador de la escopetarra
César López, creador de la escopetarra https://images.app.goo.gl/LuTtqxD7os8hNmRT9

En esta constatación, le encuentro sentido a esa verdad del credo cristiano tan difícil de entender y tan distorsionada casi siempre en explicaciones fáciles de misa y olla, esa que dice que Cristo descendió a los infiernos.  Sí, Cristo, el consumador de la fe, con su encarnación, yendo a la cruz, bajando hasta la desesperación más honda en la que pareciera no haber Dios, puso allí esperanza, dejó ver el amor más grande, y gracias a él y a esta bajada, la muerte ya no está muerta y, aun en las circunstancias más difíciles, se puede siempre esperar lo mejor. Así Cesar fue hasta El Nogal con sus canciones y una nueva historia comenzó; y, desde ese día, sigue yendo allí donde el odio destruye y masacra y, en esos ambientes imposibles, donde también pareciera que no haya Dios, la escopetarra inspira esperanza, lo que servía para matar es ahora instrumento que da vida.  Este César, aunque lo que afirmo aquí pueda estar lejos de sus pensamientos, tiene que ser un místico y Cristo sigue tocando con sus manos y bajando con él a los infiernos.  Me gusta esa fe de César, la que tal vez él mismo no se imagina tener, esa fe que toca lo maldito y lo hace bendito, que fecunda los infiernos y los preña de cielo.  

Creo que, en este país de guerra, sí hombres y mujeres de fe, la tarea en la que nadie nos puede remplazar es bajar con Cristo a los infiernos y poner allí esperanza y razones para confiar; creer nos pide algo más que mirar el mundo por la televisión y en la internet; algo así es lo que Francisco nos sugiere cuando nos dice que tenemos que ser “callejeros de la fe”.  Necesitamos muchas más escopetarras.

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