Un Dios sin asesor de imagen (II)


Cuando todo un Dios Omnipotente fue temblorosa debilidad, fruto de las limpias entrañas de la inmaculada María, la pobre de Yhawé, no hubo truenos ni relámpagos, ni redobles de tambores, ni toques de tubas y trompetas, ni recepciones oficiales, ni casi nada de lo que habría si en vez de nacer el Dios, que nos hizo a su imagen, naciese un diosecito hecho a nuestra imagen.

Sólo sospecharon que pasaba algo tan natural que por eso mismo podía ser sobrenatural, unos pobres pastores jornaleros de ricos no pastores que pasaban la noche al raso y que, por no tener, ni tenían puertas que los guardasen; porque tampoco nada tenían que guardar. Eran ellos los encargados de guardar los rebaños para engorde de sus amos y señores, -falsos pastores-, situados en la escala que va desde arrogantes emperadores a ridículas marionetas que, como todos los herodes de todos los tiempos, son manipuladas por los hilos de las ansias de poder.
Andando el tiempo, para ayudar a comprender que aquel nacimiento había tenido mucho de especial dentro de su sencillez, se contó que unos ángeles, en son muy armonioso y apacible, proclamaron la gloria de Dios en el cielo y la paz en la tierra para las gentes de buena voluntad. Los de mala voluntad no eran excluídos, no. Es que simplemente renunciaran por sí mismos a entrar, por no estar dispuestos a cambiar odios por paces ni arrogancias por tolerancias ni trajes carísimos por la ropa del banquete.
Aquellos ángeles, históricos o teológicos, que tanto prueba una cosa como otra, sólo pudieron ser escuchados por los que no tenían puertas, porque los que las tenían estaban por el lado de dentro bien abrigados y refugiados en aposentos acolchados donde no es posible ser molestado por estridentes gemidos del pueblo bajo ni por angelicales pregones que lleguen de lo alto.



Como resulta comprensible, encerrados en sus búnkeres blindados con cristales ahumados, no pudieron enterarse de que detrás del vidrio ahumado, del otro lado, Dios lloraba con lágrimas de niño por todos los niños que ni lágrimas tienen, ni, a veces, quien llore por ellos.
Como los que tenemos puertas acostumbramos a cerrar temprano, por si acaso, tampoco los del lado de dentro supieron que un hombre con rostro de padre agobiado y una mujer con cara de dolores de parto anduvieran al atardecer por la villa pidiendo casa cubierta para Dios, sin encontrarla, porque, por mor de uno recuento de posibles contribuyentes, no había lugar en las posadas para no contribuyentes ni para un Dios no metalizado. Ni unos ni el Otro interesan a mercaderes que negocian con posadas, con el frío y con frágiles pateras.

Cuando se fue sabiendo que Dios, burlando minuciosas programaciones y requintados protocolos, había nacido tan pobremente que sólo se habían percatado unos pocos, hubo broncas y dimisiones forzadas de inferiores no culpables para salvar a superiores culpables, pero, como siempre, las dimisiones llegaron con retardo en relación con los hechos dimitentes.
Todavía es hoy el día en que selectos portadores de amplios ropajes talares y llamativas y anchas filacterias no acaban de entender que el hecho de nacer Dios tan pobremente no es discriminatorio de ricos sino inclusivo de pobres, para que estos no sientan miedos ni reparos a la hora de acercarse a él sin necesidad de pedir audiencia ni de pasar el filtro de imprescindibles pontífices intermediarios.

¡Lo que son las cosas! Incluso hubo quien quiso hacerle cargar con la culpa de no ser bien recibido al que bajaba de lo alto por no atenerse a tradiciones ancestrales y saltar leyes escritas y no escritas, usos y costumbres piadosas. No faltaron hombres, que cerraban el paso a mujeres y niños, creyentes de toda la vida como aquel que en el descanso de un baile benéfico, de esos que desgravan en la declaración de IRPF, dijo:
- ¡Así no se puede seguir creyendo! ¡Esto es una farsa! ¡Yo me doy de baja! ¡Se va a enterar ese dios de lo que pierde! A partir de ahora paso a celebrar las navidades y dejo de celebrar la navidad. Maña mismo me compro un disfraz del papá Noel cocacolario y dejo de marcar la cruz”.
Otro, más comedido y perro viejo, trató de apaciguar diciéndole:
-No deberías tomarte la cosa tan a pecho, ¿no ves que creer aún te puede ser rentable?


Prosiguió el contrariado:

-De una cosa así, se avisa en tiempo y forma, ¡pardiez! De haber sabido quiénes eran los pedigüeños de posada en la villa da la qe no se puede esperar cosa buena, Belén, pondríamos a su disposición la "suite" de huéspedes y el propio ginecólogo particular de mi mujer. Pero así nos dejan en ridículo. ¿Qué dirán de nosotros las generaciones venideras?
Terció un tercero, que para eso están los terceros, para terciar:
-Como esto no cambie, no dirán nada.

Después de muchos años pienso que la historia se repite, pero parece ser que no, porque ahora las cerraduras ya no valen. El papá noel lo mismo entra por las chimeneas que se cuela por debajo de las puertas o infecta ordenadores y entra on line con su saco repleto del nuevo espíritu de las navidades. Con ese espíritu que flota cual pez en el agua en burbujas de champán.

Los que todavía en pleno siglo XXI no tienen puertas con doble tranca, o re-tranca, siguen celebrando desde fuera lo que una vez fue la genialidad de un Dios que se hizo solidario con todos los sin puertas. Y lo celebran, si pueden, con algún diferente a media noche; como por ejemplo: higos pasos, algo de carne y, a lo mejor, leche e incluso mazapán. Los del lado de dentro también siguen celebrando a media noche y a medio día que los del lado de fuera por fin también puedan celebrar un día, gracias a voluntaristas declaraciones universales de derechos humanos que ellos generosamente les otorgan, y celebran, solidarizándose con estos, con algún diferente; como por ejemplo: angulas, caviar, y caldos gran reserva, pagados, en su mayoría, con tarjetas opacas, intereses de preferentes, o tráficos de influencias.

A causa de mal disimular respeto a quienes no respeta y de no herir imaginarias susceptibilidades, también hay quien celebra sin celebrar nada, o sin saber lo que celebra, o con mucho cuidadito de que no se sospeche que está celebrando un acontecimiento religioso, o envolviendo en agresividad lo que otros celebran con amor, o dándose de baja de algo en lo que desde hace tiempo ya no estaban en alta, o tratando de retrógrados a los que dicen que fe y cultura son compatibles, o acusando de usurpadores a los que celebran el nacimiento de quien pra ellos es Luz del mundo en las mismas fechas en que otros celebraban el nacimiento del Sol invicto. Pero, señores, ¿qué se celebra, una fecha o un evento? ¿A ti qué te parece?

Sería muy injusto, demagógico e intolerable no reconocer que también sigue habiendo quiénes saben bien lo que celebran y a Quién celebran y quiénes sufren persecución por celebrar y quiénes saben que nadie puede celebrar en solitario, porque celebrar es compartir sobre todo cuando se celebra que todo un Dios comparte con humildad nuestra humanidad. Hay quiénes celebran de verdad tanto entre los que teniendo muchas cosas, hacen huecos para Dios y los demás, como entre los que teniendo pocas cosas materiales se sienten llenos del Espíritu Paráclito.
También hoy como entonces nace la Paz y el Bien en corazones abiertos, y por el contrario, en los corazones cerrados al amor no puede renacer Dios, ni el bien, ni la belleza.

También hoy como entonces los fríos protocolos, hijos bastardos de estériles leguleyos siguen matando el espíritu, como ya dijo Pablo, y tratando de imponerle aristotélicas directrices al mismo Dios.
También hoy como entonces el Dios hecho hombre para enseñarnos a vivir en la verdad, en la hermandad y en el amor, sigue siendo sencillamente genial y original. Sólo un Dios tan radicalmente genial puede merecer ser celebrado por siglos de siglos. Sólo un Dios radicalmente original puede seguir diciéndonos que no adulteremos la Navidad con frutas de fantasía colgadas de árboles de mentira mientras negamos pan y acogida a niños que lloran desarrapados pidiendo salvación en cualquier cuadra, en cualquiera cueva, en cualquier mar, detrás de cualquier alambrada, o que mueren, pobrecitos, en cualquier arenal
¿Qué si he quedado desahogado después de un relato relativamente cáustico de la mayor historia de amor eterno? No, amigo o amiga, que debes serlo si llegaste leyéndome hasta aquí. Dios me libre de sentirme mero relator. También soy actor en esta historia y, lamentablemente, de los que tienen sus puertas menos de medio entreabiertas, que “una cosa es predicar y otra dar trigo”.

Con los mejores deseos dejo esta felicitación de Navidad de Ramón Irago Silva, su esposa que tanto colaboró en este montaje y mía.

https://vimeo.com/83154001

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