"¿Qué peso posee el factor religioso en las protestas?" Tres reflexiones en torno al 'Black Lives Matter': religión, dignidad universal y revisionismo histórico

La cara de George Floyd en un cartel
La cara de George Floyd en un cartel

"La relevancia del movimiento Black Lives Matter nos conduce hacia toda una serie de importantes cuestiones sobre las que hoy debatiremos en DiáLogos: ¿Tiene aún cabida en esta reclamación la idea universal de sujeto? ¿Dónde está el límite del revisionismo histórico?"

"Otra vez todo el potencial profético de la Biblia, su sabiduría y su sueño de un mundo mejor, el sueño de Dios, atenazado por ciertos intereses y fines políticos"

"Por mi parte, prefiero seguir mirando frente a frente a Cervantes y reconocer en él al genio, pero -también- al hombre claroscuro, a la historia claroscura, mi propia claroscuridad"

Querido Javier:

He seguido, como tantas personas en el mundo, todos los sucesos relacionados con el movimiento surgido a raíz de la desafortunada muerte de George Floyd, y que ha adoptado el lema Black Lives Matter. Por su importancia, podríamos decir, que hoy Marx escribiría que el antirracismo, el anticolonialismo y la perspectiva de género se han convertido en el nuevo “fantasma” que recorre el mundo, como ya lo hiciese el movimiento obrero durante el siglo XIX. Me gustaría compartir contigo tres reflexiones que me surgen al respecto y que, espero, puedan nutrir nuestro diálogo de este domingo.

Es ciertamente revelador el peso del factor religioso en todos los sucesos de estas últimas semanas, que nos muestra –a su vez– la importancia que continúa teniendo la religión para comprender la actualidad, así como la continuación de una triste deriva de los últimos años.

Sí, la religión continúa teniendo importancia como dinámica explicativa de muchos procesos, y el propio Trump, consciente de esta relevancia, se ha fotografiado con una Biblia en St John’s Episcopal church (Washington D.C.), dejando para la posteridad una tan impactante como triste foto. Otra vez todo el potencial profético de la Biblia, su sabiduría y su sueño de un mundo mejor, el sueño de Dios, atenazado por ciertos intereses y fines políticos, utilizado prácticamente como un mensaje (¿una amenaza?) frente a la deriva que parte del movimiento Black Lives Matter había tomado. Como bien sabes, su foto está lejos de ser una excepción, y en Bolivia ya se vivió algo parecido con Jeanine Áñez.

La foto de la Biblia en Bolivia
La foto de la Biblia en Bolivia

A la vez, esta foto nos confirma una triste deriva: si en los movimientos contra el racismo de los años sesenta el factor religioso tuvo un papel fundamental para dar voz y palabra a la protesta (solo hace falta recordar que Martin Luther King era pastor), todo el potencial de reclamación que tiene la Biblia ha desaparecido de Black Lives Matter, como analizaba un sugerente artículo recientemente. La secularización, que ha sido más fuerte en los espacios de izquierda y en la juventud, ha favorecido que la Biblia quede en el cajón de quien sale a manifestarse (o quizá otros se la hayan quitado antes de las manos), aunque hay que subrayar notables excepciones a esta regla, como es el caso del interesante discurso de la política demócrata Alexandria Ocasio-Cortez, también en Estados Unidos.

Segunda nota. Claro que Black Lives Matter [las vidas negras importan], y yo lo firmo también. Pero hay algo que me gustaría subrayar de los movimientos de protestas, justas en tantos de los casos, de los últimos años. ¿No estamos renunciando en parte de nuestras más recientes reclamaciones al ideal universal? Es decir, las vidas negras importan porque son vidas, porque las personas negras son personas, con todas las implicaciones y dignidad de la palabra, sin necesidad de añadir más matices. Lógicamente, hay que empezar por algún espacio concreto para continuar con el aún pendiente horizonte de igualdad de reconocimiento y de derechos, pero quizá es necesario en este punto hacer un recordatorio del ideal universal, tan presente en el humanismo como en el cristianismo y el marxismo, y tan necesario para no olvidarnos del todo al que aspiramos: Black Lives Matter because every life matters.

A. Ocasio-Cortez
A. Ocasio-Cortez

Por último, no quería terminar sin hacer referencia a toda la serie de movimientos que, a raíz de las protestas, están aplicando un revisionismo histórico extremo. No solo el cruel Leopoldo II de Bélgica ha aparecido con pintadas, sino Voltaire, Junípero Serra, Winston Churchill y hasta Cervantes han sido blanco de ataques en los que se les acusaba de machistas o racistas. No cabe duda de que es necesario revisar los mitos sobre los que toda civilización se asienta. Esto nos aligera de las cargas contraídas y nos facilita mirar el futuro desde una perspectiva más liviana. Sin embargo, ¿cuál es el límite?

De nuevo, el deber de la memoria sale a nuestro paso, querido Javier, pero también su pregunta por los límites, cuestión fundamental. Es la distancia que media entre revisión y revisionismo, entre crítica e hipercriticismo, entre debatir y disputar, entre deber de memoria e imposición del olvido. Ojalá fuéramos luz, pero somos claroscuro, trigo y cizaña a un mismo tiempo (siempre me pareció que esta parábola, más que hacer referencia a personas distintas, hablaba de lo que cada uno llevamos dentro). Somos contradicción, diría Simone Weil. Y, así también, la historia es contradicción. El olvido de esta realidad podría conducir a un paradójico punto en el que la imposición de este olvido, que desea borrar a Voltaire y a Cervantes, acabara por vaciar de contenido al Black Lives Matter. Si no hay nada que recordar, nada en lo cual reconocer claroscuros en nuestra historia, ¿qué sentido tiene cualquier reclamación por la emancipación? ¿De qué? ¿Ante quién? 

"La secularización, que ha sido más fuerte en los espacios de izquierda y en la juventud, ha favorecido que la Biblia quede en el cajón de quien sale a manifestarse"

Yo, por mi parte, prefiero seguir mirando frente a frente a Cervantes y reconocer en él al genio, pero -también- al hombre claroscuro, a la historia claroscura, mi propia claroscuridad. Y contemplar, en el contexto de su propia vida, un marco en el que la valoración de la mujer o de las distintas razas era muy distinta a las exigencias actuales, sí, pero también un contexto que se inscribe en una larga historia de lucha por la justicia, que no empieza hoy, que sigue en Black Lives Matter y en todas las voces que mañana continuarán clamando “justicia, justicia justicia”, como desde hace tiempo lleva gritando nuestro querido Don Quijote.

Rafael

Querido Rafael:

Las tres reflexiones que hoy nos propones, a partir de las relevantes manifestaciones sociales en los Estados Unidos de Norteamérica, y con menor intensidad en muchas partes del mundo, ante la muerte cruel y gratuita de George Floyd, que expresa Black Lives Matter, son de gran calado e importancia y resultan tan necesarias como pertinentes. Si sabrosa es tu invocación o evocación del viejo Marx ante esa trilogía tan potente y justificada, que fundamenta el “nuevo espíritu” que a tantos, insuficientes aún, nos convoca (debemos retomar este “signo de los tiempos” algún día con más calma) cada uno de tus criterios merece una pequeña glosa por su relevancia.

Escultura de Don Quijote y Sancho Panza
Escultura de Don Quijote y Sancho Panza EFE

Llamas la atención, de nuevo y con razón, sobre el peso del factor religioso, te entristece, como no puede ni debe ser de otra manera, la instrumentalización política de Dios, que en el caso de Trump y su gesto con la Biblia llega, a mi ver, a la manifestación de una verdadera obscenidad inmoral. Le desautorizaba con claridad y contundencia la propia obispa episcopaliana de Washington, Mariann E. Budde, con sus 18 años a sus espaldas en una parroquia de Minneapolis, señalando que “el presidente utilizó la Biblia, el más sagrado texto de la tradición judeocristiana y a una de las iglesias de mi diócesis, como telón de fondo de un mensaje antitético a la enseñanzas de Jesús y a todo lo que defiende nuestra iglesia”.

Uno este testimonio a los que recoges, desde la necesaria memoria de Luther King, para enfatizar no tanto la lejanía bíblica (en USA el mosaico social y cultural es tan vivo y lleno de colores, que conviven compromisos de solidaridad laicos y religiosos sin las fronteras que, a veces, en Europa marcamos con excesiva exclusión del otro). Con todo, de todas las instrumentalizaciones posibles del discurso religioso, seguramente la mas grave es la que busca consciente legitimar un comportamiento injusto del poder y aquí la denuncia profética, la que con razón enraízas en la palabra bíblica, la judía y la cristiana, cobran una fuerza inusitada y un atractivo empoderamiento para el bagaje de ese “espíritu nuevo” por su valor y la “auctoritas” de sus creadores, desde cada ejemplar profeta hasta el propio Jesús de Nazaret.

Trump con Biblia
Trump con Biblia

Reclamas en tu segunda reflexión, tan importante, la radicalidad de la persona como sujeto del ideal universal que debe dirigir nuestra pensar y conducta. Muy cierto, querido amigo. Es la dignidad constitutiva del ser humano la que sustenta desde su primer aliento de vida hasta su ausencia de la comunidad humana y, por ello, cobra sentido en su insatisfecha realidad en tantas personas afroamericanas, como en sus hermanos hispanos o como el que sufre la pobreza radical en cualquier lugar del mundo, que esta pandemia está agudizando ante para nuestro escándalo e impotencia.

Déjame, en este sentido, señalar una sensibilidad relativamente positiva que reflejaba estas semanas nuestro apreciado Centro de referencia para nuestro trabajo académico, que es el Pew Research, de USA también, y que en el caso del racismo y la etnicidad tiene una fecunda tradición analítica de decenios. Como sólo sucede en contadas ocasiones por su relevancia histórica, el propio instituto ha querido editorializar, con loable compromiso directo de su presidente y la vicepresidenta, en un relevante texto,  Condemning Racism, de 5 de junio, que repasa la propia trayectoria del Centro sobre el fenómeno y recuerda su informe de “Race in America”, de 2019, con datos escalofriantes. Junto a este testimonio del más alto nivel, una encuesta reciente, de marzo de este mismo año, enfatizaba “esa enorme mayoría que destacaba la importancia de que su presidente tuviera una conducta ética y moral” (6 de cada diez “muy” y otros tres “bastante”).

Curas en manifestación por el asesinato de Floyd
Curas en manifestación por el asesinato de Floyd

Pero aún en tu segundo punto volvías a nuestro sentido compromiso, intelectual y moral, es decir político para su buena conducta, con el deber de memoria para, desde su aprecio por la víctima y la reconstrucción de la verdad, podamos contribuir a deslegitimar conductas distorsionadas sobre personalidades y acontecimientos históricos, que se acercan más a una actitud neo-ortodoxa intolerante, que a la precisa consideración crítica y, por ello, rigurosa, como bien ejemplificas con el patrimonio que atesoran nuestros mejores autores clásicos. Me preocupa, además, esa actitud que describes con precisión por cuanto, en algunos casos, manifiesta el empoderamiento de las identidades por encima o en contra de los valores que antes predicábamos como radicales por su perspectiva de la dignidad universal de cada ser humano.

En fin, llegamos así a ese final con el que tanto me identifico, porque su apreciación conceptual y sensibilidad me acompañan desde la conciencia de mis primeros despertares adolescentes. Hace ya tanto tiempo me impresionó una reflexión que repetía el venerable obispo brasileño Helder Cámara cuando decía de sí mismo. “cada día me levanto sabiendo que debo luchar al 'fascista' que llevo dentro”.  La honestidad que manifiesta el énfasis que pones en el “claroscuro”, el público y, mas aún, el personal, el de nuestra conducta cotidiana, resulta nos conduce de nuevo al reconocimiento de nuestras ofensas e insuficiencias y al desafío del perdón. Ves así, querido amigo, que esa  conciencia que con razón describes como inherente al hombre y a la sociedad es también el punto de partida de esa necesaria utopía de la ética civil, que se nutre también de un largo patrimonio de la moral religiosa, sin duda, con sus “claroscuros”, entre los primeros los que propiciaron el primer intento serio de la articulación de los Derechos Humanos a partir de nuestra Escuela de Salamanca del siglo XVI. El deber de memoria ilumina así ese “nuevo espíritu” que por fortuna lucha y trabaja por la humanidad de la dignidad.

Javier

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