Curso de verano de la Universidad Complutense de Madrid Diálogo interreligioso frente a identitarismo excluyente

Durante los pasados días 5 y 6 de julio, tuvo lugar el curso “Diálogo interreligioso frente a identitarismo excluyente” en el marco de los cursos de verano de la Complutense de El Escorial. Compartimos con todos vosotros nuestra reflexión y experiencia en este encuentro sobre un tema tan necesario como el diálogo interreligioso y en el que ambos tuvimos el honor de participar.

Querido Javier:

El curso de verano “Diálogo interreligioso frente a identitarismo excluyente”, organizado por la Universidad Complutense de Madrid y la Fundatión for Islamic Culture and Religious Tolerance, y coordinado por los profesores Fernando Amérigo (UCM) y Mohamed Dahiri (UCM), ha supuesto una significativa contribución para la reflexión y el avance de esta cuestión en España, país que en tantas ocasiones los prejuicios laicistas pretenden negar cualquier legitimidad pública a las religiones y los vestigios confesionales desearían volver a una “España católica”. Frente a estos posicionamientos que continúan polarizando el debate público, el sentir y el pensar común de los distintos ponentes, entre los que tuvimos la fortuna de escuchar a Carlos Osoro, cardenal-arzobispo de Madrid, Mercedes Murillo, subdirectora general de Libertad Religiosa, Omar Habtur Alderie,, director general del consejo de la Fatwa de los Emiratos Árabes Unidos, Inés Mazarrasa, director de la Fundación Pluralismo y Convivencia, Joaquín Corcobado, de la Federación Española de Municipios y Provincias, así como a los académicos Fernando Amérigo, Joan Hernández Serret, Antonio de Diego y tu magistral intervención, querido Javier, enfatizasteis que el diálogo es la alternativa a todo tipo de identitarismo excluyente.

La reflexión que compartí en este privilegiado espacio, en el marco de una última mesa sobre el futuro del diálogo interreligioso, centró su mirada en tres retos que responden, en mi opinión, ante las amenazas del identitarismo excluyente y que alimentan nuestra esperanza de que el diálogo interreligioso sea una vía hacia un mundo más humano, justo y habitable.

En primer lugar, debemos superar la oposición entre secularidad y religiones. Para ello, creo que es necesario un replanteamiento de la historia de la secularidad y la laicidad que sea capaz de ir más allá de la dialéctica entre religión y secularidad, para comprender que también las religiones han efectuado aportaciones significativas a la consecución de la neutralidad y el pluralismo social. Prueba de ello da el impacto del Concilio Vaticano II en España. Esta perspectiva de diálogo entre religiones y secularidad es la que caracteriza, en mi opinión, al Documento sobre la fraternidad Humana, firmado por el Papa Francisco y el Gran Imán de Al-Azhar en Abu Dabi en 2019 y la significativa elección del concepto “fraternidad”, propio de las tradiciones religiosas pero también de la modernidad Ilustrada para articular la declaración.

El segundo reto para el futuro del diálogo interreligioso apunta a la vida cotidiana, al día a día. Es evidente el avance que se ha efectuado a nivel institucional e internacional , como muestran los distintos encuentros interreligiosos, quizá el último particularmente mediático entre el líder chií Al-Sistani y el Papa Francisco en Irak, así como la voluntad de las Naciones Unidas y de la UNESCO de promover esta perspectiva intercultural e interreligiosa. Sin embargo, la pregunta que surge es ¿hasta qué punto estos encuentros calan en las comunidades religiosas y en la población en general?

Por eso, junto con la importancia del diálogo institucional, se abre el reto de un “diálogo en la vida” que genere espacios de encuentro sencillos, concretos, cotidianos entre las personas de una sociedad como la española, que ya es diversa cultural, étnica y religiosamente. Basta con echar un vistazo a los informes del Observatorio del Pluralismo Religioso o, más fácilmente, darse un paseo por nuestras calles. En este punto también es fundamental que la educación a todos los niveles se base en una verdadera búsqueda del conocimiento a través del encuentro, que favorezca que las personas que emprendan diálogo interreligioso estén ya acostumbradas a dialogar y que los frutos de estos encuentros prendan en una sociedad de personas dialogantes y en diálogo.

Por último, el diálogo necesita verse complementado en acciones concretas y específicas. Puede pasar que, en el calor del encuentro y de la amistad, se vuelva a repetir ese evangélico “qué bien se está aquí, hagamos tres tiendas”. Tampoco podemos obviar el peligro de la moda del diálogo interreligioso, que puede favorecer la generación de iniciativas que motiven el encuentro porque es lo que se espera, lo que se debe, lo que hay que hacer. En ese momento el diálogo interreligioso se convierte en amistad o tarea. Y aunque tiene algo de ambas, no puede verse reducido a ninguna de las dos categorías.

Por eso, el diálogo necesita la acción para y por el otro  y, sobre todo, frente a tantas situaciones de injusticia y de miseria ante las que las religiones pueden y deben alzar la palabra. Es hacer con el Papa Francisco el viaje que le condujo del Documento sobre la Fraternidad Humana hacia Fratelli Tutti, y que se puede observar en el texto de la propia encíclica. Es soñar con Casaldáliga un futuro de diálogo interreligioso dentro de una más amplia intersolidaridad humana.

Las dinámicas del identitarismo excluyente están transformando parte de nuestro mundo con el efecto del miedo, la crispación y el odio que generan. Ante este escenario, el diálogo interreligioso no puede quedarse en mero encuentro o en cruce de palabras, sino que debe ser un diálogo transformador que abra vías hacia un futuro distinto en el que, como el samaritano, veamos en cualquier otro a un hermano. El reto fundamental del diálogo interreligioso es, ante todo, el reto de cambiar de mirada. No se trata de modificar quienes somos, eso es lo que busca el identitarismo excluyente, sino que más allá de esas diferencias, sepamos descubrir a un hermano, a una hermana, particularmente en todos aquellos que más sufren la injusticia y reclaman una dignidad que el diálogo interreligioso puede ayudar a restaurar.

Rafael

Querido Rafael:

Te agradezco profundamente el recuerdo vivo del Curso que describes y alabo tu acierto tan oportuno para cumplir con el deber de acercar a los lectores de Religión Digital, por la propia voluntad dialógica que esta Revista telemática propicia y que es, además, la raíz de nuestra colaboración con ella, la significación de ese simbólico y relevante encuentro que acogía nuestra Universidad Complutense en esa referencia veraniega casi indispensable que supone para los grandes problemas y desafíos de España en Europa y el mundo globalizado. Que la reflexión sobre la religión y su compleja relevancia en nuestras plurales y diversas sociedades esté presente en este y otros Cursos y Seminarios sólo puede llenarnos de alegría compartida.

Debo también señalar con gratitud y enfáticamente para general conocimiento que cuanto resumida y certeramente glosas con la debida profundidad e importancia sobre los desafíos que con tanta valentía como rigor nos regalaste representó el broche de oro que tan bien expresaba lo mejor del compromiso intelectual y moral que supiste leer en el consenso exigente que la gran mayoría de profesores, responsables púbicos y asistentes, en diálogo constante y exigente, tratamos de reflejar sobre sujeto tan relevante nada menos que para el conjunto de la humanidad en este preciso tiempo y, cómo no por ello, para nuestro propio país.

Permíteme añadir algún matiz, quizá con más extensa glosa, que busca únicamente ayudar a mostrar la riqueza expresada en tus palabras y que todos a cuantos me refería igualmente nos ofrecieron. El primero no puede ser otro que la propia relevancia del  tema central, no tanto por la relevancia que de modo general se otorga pertinentemente al diálogo inter-religioso, especialmente desde el Concilio Vaticano desde nuestro mundo más cercano, que supo dinamizarlo de modo fundamental proyectándolo al conjunto de todos las religiones y confesiones vivas en el mundo, sino además y de modo tan claro la propia dialéctica “frente al identitarismo excluyente” mirada ya no tan frecuente y a un tiempo necesaria y exigente. Al fin y al cabo tal perspectiva, si era honesta como así resultó, iba a precisar de una reflexión crítica “intra-religiosa” y la no menor sobre las sociedades actuales de la aldea  global, cuyas ineludibles diversidades albergan tales formas de “identitarismos” de múltiple origen, significado actual y no menor y grave repercusión para la necesaria convivencia y “fraternidad” que todos evocábamos, como demuestran populismos y voluntades de exclusión de toda laya.

Quisiera por ello resaltar la conciencia general, que tú bien defendías desde la muy razonable validez de las ideas básicas que el fecundo filósofo alemán, tan europeo, Habermas desea alcanzar con la original perspectiva de su famoso “tiempo postsecular”, en la que nos atrevimos a vislumbrar su valor universal, siempre que profundicemos en su posición interpeladora general sobre laicismos seguramente ya estériles y obsoletos, y al mismo tiempo nadie tenga la tentación de una interpretación neo-colonial de una u otra parte del mundo que quisiera instrumentalizar una determinada cosmovisión geo-política confesional.

Se abría así el paso a la segunda coincidencia, a mi ver, sobre la necesidad de predicar, en el pensar y el hacer, una “laicidad positiva” desde la conciencia de la responsabilidad ciudadana y de los poderes públicos que impondría una “ética civil” que nutre y sostiene la dignidad humana como fundamento universal de los Derechos Humanos y deben hacer posibles y efectivos los Estados Sociales y Democráticos de Derecho. Tal posición permite afirmar con la conveniente radicalidad en la necesaria separación del Estado de cualquier religión o confesión religiosa, sin mezcla de intereses o legitimaciones recíprocas ilegítimas, al tiempo que se abre un fecundo campo de cooperación justamente en todos los desafíos que tan bien ilustra la reciente apelación a todos los valores de la fraternidad que solemnemente proclamaran el papa Francisco y el gran imán del Al-Ahzar de El Cairo. Fue en tal sentido muy importante el cuasi descubrimiento que enunciabas y poníamos en valor colectivamente sobre esa “secularidad inclusiva” por cuanto comporta la pertenencia esencial de sus hombres y mujeres, ya ciudadanos, sea cual sea su confesión o creencia, incluidas obviamente la escéptica, agnóstica o atea y también el “patrimonio” y “depósito de significado” que cada una de ellas atesora y sigue recreando para apreciación del conjunto social y cultural.

Por ello, resultó pleno de interés y hasta de cierta emoción escuchar el magisterio académico y autoridades religiosas y responsables públicos, que abordaron muchas de estas cuestiones ponderando críticamente evoluciones, fortalezas, debilidades, y muy especialmente retos aún pendientes, como los derivados de la emancipación efectiva y ejercicio efectivo de las mujeres, la deslegitimación efectiva de los fundamentalismos que siguen instrumentalizando creencias y morales positivas de las religiones, las insuficiencias de las formaciones de los responsables religiosos y laicos, la necesidad de una gestión pública y privada que valore y garantice los derechos especialmente públicos de las confesiones religiosas y la comprensión de sus interpelaciones proféticas.

Si fue especialmente significativo y entrañable el discurso y talante comprometidos del cardenal Carlos Osoro, fue tan interesante como clara y valiente la posición intelectual y política del profesor y director general de la Fatwa de los Emiratos Árabes, Omar Habtur Alderie, ambos tras la lección magistral e introductoria, con admirable rigor y proyección jurídica, política y social del director del Curso y hasta hace muy poco durante los últimos ocho años del Instituto de Ciencias de las Religiones de la UCM, así como la modesta intervención sobre las dificultades de la convivencia y los peligros aún vivos de la violencia que intenta la legitimación religiosa, de quien esto escribe.

Las perspectivas de futuro de un diálogo más complejo y exigente fueron tratados por el joven profesor de la Universidad Pablo Olavide, Antonio de Diego, autor de reciente y excelente libro sobre populismos que enfatizó los retos positivos desde la mirada islámica, mientras el profesor de sociología Joan Hernández Servet nos desveló una cartografía y guía a un tiempo para el ejercicio teórico y práctico de esta nueva etapa del diálogo inter-religioso para cerrar con tus tan poderoso análisis y no menores potentes desafíos, querido Rafael. Junto a ellos, fueron especialmente valiosas las miradas de Mercedes Murillo, desde su alta responsabilidad sobre la gestión de las Religiones y Confesiones desde el Ministerio de la Presidencia; la de Inés Mazarrasa, que nos ilustró con admirable competencia de cuantas acciones positivas lleva y sigue realizando la Fundación Pluralismo y Convivencia del Ministerio de Justicia para hacer efectivos los derechos y necesidades de nuestra ya gran diversidad religiosa, dándonos la primicia del trabajo documental, tan original, sobre las experiencias juveniles de precisamente de esa pluralidad confesional; culminó esa interesantísima mesa la apasionada y e inteligente contribución de Joaquín Corcobado, de la FEMP, quien demostró y enfatizó muy certera y singularmente el papel tan relevante de los Ayuntamiento en esa políticas de colaboración positiva del poder público más cercano a los ciudadanos.

Tal vez, para concluir, deberíamos enfatizar el camino que aún falta por recorrer para que el diálogo inter-religioso se combine con el necesario intra-religioso, que exige la atención y respeto a las diversidades de cada Religión o Confesión, pero también el que llegue al conjunto de la sociedad civil, que precisa ante todo de un conocimiento más cabal de los desafíos tan relevantes para la paz, convivencia y dignidad humana en el proceso global. Con todo, fueron dos días intensos y animosos, que quedan aquí reflejados para la mejor comprensión y análisis dialógico de nuestros apreciados lectores.

Javier

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