Reflexión sobre los acontecimientos de las últimas semanas desde la apuesta por la fraternidad Más allá del odio: comenzar de nuevo desde la fraternidad

Atentado en el centro de Viena
Atentado en el centro de Viena

Frente a la deriva de los acontecimientos sucedidos en las últimas semanas, hoy renovamos en DiáLogos nuestra apuesta por la fraternidad

La raíz común de este concepto en tradiciones religiosas y seculares lo convierte en uno de los términos más acuciantes para repensarnos y repensar nuestro mundo

Se han herido simbólicamente dos conceptos esenciales del mejor legado universal y cosmopolita de la Ilustración: la educación (el profesor Paty en Francia y la escuela atacada en Kabul) y la protección de la pluralidad religiosa (el ataque en las proximidades de una sinagoga en Viena y en una iglesia en Francia)

Querido Javier:

En las últimas semanas se han sucedido distintos acontecimientos que parecen acercarnos hacia un mundo más polarizado, dividido y hostil. Los atentados terroristas acaecidos en Francia, en Kabul y en Viena han sido mediáticamente sucedidos por la profunda división que atraviesa una de las más afianzadas democracias modernas, sin olvidar todas las situaciones derivadas de la expansión y de las consecuencias de la COVID-19, convertida en martilleo incesante de todas las demás noticias y realidades.

A pesar de las considerables diferencias que atraviesan a cada una de las tres situaciones destacadas, todas ellas nos revelan la fragilidad –pero también la importancia– de la fraternidad en el mundo que estamos viviendo, tal y como ha subrayado Fratelli Tutti, la última encíclica del Papa Francisco. Personalmente, creo que no soy capaz de concebir otro concepto tan vapuleado como necesario para repensarnos actualmente.

Los acontecimientos de las últimas semanas nos muestran la fragilidad en estos momentos de un ideal universal de fraternidad. Los diferentes atentados han arrebatado vidas humanas, pero también han herido simbólicamente dos conceptos esenciales del mejor legado universal y cosmopolita de la Ilustración: la educación (el profesor Paty en Francia y la escuela atacada en Kabul) y la protección de la pluralidad religiosa (el ataque en las proximidades de una sinagoga en Viena y en una iglesia en Francia). Además, sumergen a nuestras sociedades en el sinsentido de la espiral de la ira, aprovechada para hacer injustas etiquetas generalistas de la violencia perpetrada por unos individuos concretos. Todo esto se desarrolla, además, en un ambiente enrarecido, en el que la necesaria distancia física en no pocas ocasiones se acaba convirtiendo en distancia social.

Homenaje en la basílica de Notre Dame de Niza
Homenaje en la basílica de Notre Dame de Niza

Por su parte, el caso de Estados Unidos es la muestra de que la tierra común del encuentro, llámese el “pactismo” de la Transición en el caso español, el overlapping consensus de los sistemas liberales, con sus luces y sombras, se encuentra cada vez más menguada en sociedades que han visto aumentar el grado de polarización incesantemente en las últimas décadas. Extraña suena cualquier invitación a construir la democracia a partir de todo aquello que nos une, que parte primeramente del reconocimiento de la común humanidad –la fraternidad– como cimiento fundamental.

Sin embargo, esta fraternidad herida, que no abatida, se me antoja hoy como el primer cimiento para comenzar el replanteamiento de todo aquello que estamos viviendo y que nos atrapa, sin dejar espacio a que surja la distancia crítica con lo experimentado. Fraternidad –y sororidad, claro está– constituye un concepto privilegiado para todo, para todos, en medio de la crispación que nos envuelve.

Frente a la deriva fundamentalista de cualquier credo, la fraternidad es parte esencial del legado de las religiones, especialmente de aquellas que poseen una vocación universalista, como son los casos del cristianismo y del islam. Así lo reconocieron el Papa Francisco y el Gran Imán Al Tayyeb en el Documento sobre la fraternidad humana, signado en Abu Dabi en 2019 desde la común convicción “de que las enseñanzas verdaderas de las religiones invitan a permanecer anclados en los valores de la paz; a sostener los valores del conocimiento recíproco, de la fraternidad humana y de la convivencia común”.

Manifestación contra Macron en Estambul
Manifestación contra Macron en Estambul

El potencial de la fraternidad no se queda aquí. Hacia esa promesa de postsecularización, hacia ese marco que ubica el diálogo entre las voces religiosas –entre todas– y las seculares en el centro de su propuesta, la fraternidad se revela como un concepto particularmente importante para comenzar la conversación. En la fraternidad no solo convergen diferentes tradiciones religiosas, sino que también se encuentran estas con el legado de la secularidad, la Ilustración y la modernidad. Precisamente la herencia de las Luces hizo de la fraternidad núcleo esencial del ideal cívico de la ciudadanía universal, convirtiéndose en parte de la triada fundamental de la Revolución Francesa.

Frente al nihilismo de la violencia, la negación de la alteridad que conlleva la polarización y el materialismo de nuestra cotidianeidad, el reto es redescubrirnos humanos para poder ver en el otro a un semejante, a un ciudadano, a un hermano, a hermana y, así, caminar juntos más allá del odio; sobrepasar juntos ese “protegernos de los demás”, imperativo en estos tiempos de pandemia, para ser capaces de crear un horizonte de esperanza compartida, haciendo de la fraternidad -como cantaban Simon y Garfunkel- "bridge over troubled water" [puente sobre agua turbulenta].

Rafael

Querido Rafael:

Sabíamos bien que, a pesar de una siempre anhelada comunicación mayor que las muchas circunstancias que nos rodean la convierten en escasa y por ello en un bien más deseado aún, nos tocaba realizar una reflexión inevitable sobre la triple realidad que nos interpela exigiéndonos además el compromiso siempre irrenunciable para nosotros.

Se acercaba el tan simbólico martes que cada lustro convoca al pueblo de la primera democracia formal de la Modernidad y aún primera potencia mundial, aunque ya tocada muy sustancialmente por la siguiente que la acecha y un mundo multipolar, cualidades ambas de esta era global percibidas por no pocos de sus ciudadanos y responsables políticos, económicos y sociales, seguramente con un miedo cuasi ancestral, capaz de explicar no pocos de sus erráticos comportamientos, a la par que incrementan el de las demás naciones de este momento del mundo.

Si además tan noble ejercicio de la democracia podría convertirse en un plebiscito sobre ese epifenómeno casi indescriptible de Trump, no pocos vivimos una no pequeña congoja existencial, teñida con una esperanza racional, que cuando acabo de escribirte ha explosionado en irresistible alegría al saber que tal fantasma está a punto de desaparecer desde una contestación renovada del empeño democrático.

Manifestación de las iglesias contra las políticas migratorias de Trump
Manifestación de las iglesias contra las políticas migratorias de Trump

Cierto que tal sentimiento se mantenía inevitablemente contenido por ese sufrimiento, ciego y distópico, que se acrecienta al ver crecer aún a nuestro inmediato alrededor demasiadas víctimas de una pandemia aterradora y cruel, que desafía, inmisericorde, a científicos, hombres y mujeres que contra ella se baten cada día en tantos terrenos necesarios y tantas personas que ennoblecen la condición humana. Y en tal escenario irrumpía, de nuevo de forma desgarradora, el rostro, que parecía velado, del terrorismo, de nuevo desgarrador e insensato, con el sello de su manipulación de Dios y lo sagrado, adobado de manifestaciones sociales y mediáticas deseosas, todas ellas en algunos países de mantenido y exasperante autoritarismo, contra un vago y ya cansino estereotipo del “occidente colonial”.

Por supuesto, porque las tres cosas nos suceden, el viejo mercado sin alma ni corazón, ahora más global aún, incrementa las desigualdades mundiales, se recrudecen viejas y nuevas pobrezas, en mundos emergentes y antiguos, y mujeres, niños y ancianos, de demasiados lugares, más cercanos o lejanos de cada dónde, siguen sufriendo su condición estructural alejada de su radical dignidad, dando la mano a la pléyade de emigrantes que ha tiempo han perdido el miedo al miedo en busca de tan justa e idéntica exigencia humana.

Desigualdad
Desigualdad

Si me he detenido en una descripción tan evidente era sólo para expresarte, mi querido amigo, cuán pertinente y urgente se hace la renaciente utopía referencial que hoy nos propones, explicando con tanta sutileza y vívida avidez en unas palabras que logras hacer suyas por ello para tantos, ese verdadero programa para la humanidad en torno a la fraternidad, que destila, sin duda, tu, nuestra y de tantos, deuda con el papa Francisco y su última Encíclica.

Cierto, sin duda, que la tradición de tan deseable virtud cívica tiene, sólo en nuestra tradición patrimonial de Occidente, una larga evocación pagana en la antigüedad desde la autoridad de Aristóteles hasta la preocupación social del estoicismo, así como religiosa desde la matriz judía al imperativo moral cristiano y la profunda teología paulina y joánica, sin dejar de valorar igualmente la de Oriente, igualmente más laica desde la aportación de Confucio o Lao-Tse o más sagrada en el hinduismo o budismo.

Con todo, tres cosas me gustaría enfatizar de tu ambiciosa y formidable propuesta. La primera, sin duda, es el potencial que nace de una fuente compartida y voluntaria, subrayo, porque se quiere reconocer en su valor y cohesión la suma que hoy caracteriza sustancialmente la característica de nuestro común afán colectivo en la diversidad. La aprobación de la trilogía revolucionaria de libertad, igualdad y fraternidad, hoy, es un valor de creyentes, agnósticos, ateos, sin afiliación… en definitiva, hija de la voluntad del camino que conduce a los Derechos Humanos y los Estados de Derecho democráticos y constitucionales, cuyo origen tiene aquella doble matriz.

"El rostro, que parecía velado, del terrorismo, de nuevo desgarrador e insensato, con el sello de su manipulación de Dios y lo sagrado"

En segundo lugar, desemboca en una característica de la filosofía política, igualmente de doble raíz, pero de vocación ilustrada, que hoy cabe hacer exigencia del quehacer político, como el gran filósofo español Domènech, supo argumentar y promover de forma magistral.

Finalmente, tu inquietud y propuesta nos lleva a esa voluntad dialógica que tanto buscamos en estas líneas periódicas como exigencia de superación de cualquier polarización excluyente, tan apremiante en nuestro tiempo y en tantas latitudes, pero al mismo tiempo, a mi ver, la fraternidad constituye la columna vertebral de esa ética civil que establece el compromiso político de todos, colectivo e individual, social y personal, para hacer efectiva la dignidad de cada uno en el entero trascurso de su vida, al desembocar en su corolario de solidaridad.

Un nuevo abrazo.

Javier

Desplazados a causa de la pandemia
Desplazados a causa de la pandemia

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