Misión Putumayo trabaja el empoderamiento de la mujer, su participación social, su independencia económica y emocional, y también su incorporación activa a la vida de la comunidad cristiana.
Aquellos días, los niños y los jóvenes fueron nuestra compañía más habitual. Son como tierra reseca, deseosa de novedad, de estar juntos, de relaciones positivas, del alimento fortalecedor que es el cariño expresado.
Desde hace 26 años navegan por toda la Amazonía de un lugar a otro. Conviven con la gente, se van a la chacra, escuchan, comparten y registran lo que descubren en cada comunidad. No se quedan mucho tiempo, pero su bagaje de conocimiento práctico de los pueblos indígenas y ribereños es inmenso.
Tejen relaciones entre iglesias fronterizas, conectan cuencas, acompañan a nuevos misioneros, levantan datos geográficos, ubican a indígenas no contactados, activan proyectos, propician sinergias… Hace años que ya experimentan, con todas las limitaciones, lo que todos estamos llamados a vivir: sumarnos en diversidad de carismas, instituciones, nacionalidades y pelajes.
Cuando estuve ante Ella, un poderoso silencio me embargó, sus ojos se posaban sobre mí. No tenía casi nada que decir, porque Ella conocía lo que hay en mi vida. Apoyé mi frente en su manto, toqué su rodilla caminante con mi anillo, y la mano fue a mi corazón. Todo lo vivido estaba ahí, pero supe que la Madre estará atenta al futuro. Como mi mamá en sus últimos días. Sentí una ternura honda y confiada.
Noto cómo las gotas de sudor van resbalando por mis piernas, bajo mis pantalones. Es un bochorno pegajoso y persistente al que no te puedes enfrentar porque te rodea, te sancocha, se cuela por todas partes y te exprime lentamente.
Han ocurrido tantas cosas, tantísimas… Sin embargo, casi nada se ha realizado de la manera en que lo imaginé. Fui enviado a la diócesis de Chachapoyas pero pronto conocí la Amazonía y, en un seísmo interior de sorpresa y convicción, supe que este era mi destino, lo que Dios realmente quería para mí.
Vine “a ofrecer mi corazón”. No a trabajar, no a estar, no a pasar de refilón; sino a entregarlo todo, sin guardarme ninguna carta, “sin diseños ni intentos”, toditos los nombres escritos en la frente, y esta realidad completa, transida de injusticia, miseria, lucha y esperanza dentro de mis ojos. Una navegación a puro remo.
En menos de 24 horas. O en apenas dos días. Unos 750 km de un costado a otro del Perú. Un viaje alucinante, peligroso, atropellado, incierto, agotador y un poco loco, la verdad
Bien pertrechados en la paciencia misionera y loretana, arribamos al atardecer a un lugar llamado tres Fronteras, un pueblito a 5 km de la base del ejército
El cariño piadoso del pueblo menudo hacia la Virgen trasciende las geografías y las culturas, porque se mama en el amor de la madre y se moldea en el amor a la madre. Son los amores más puros, preciosos y eternos.
Excepto las pequeñas canoas, ninguna embarcación puede ya entrar hasta Yanashi. Las lanchas de carga no llegan, las movilidades de pasajeros tampoco. ¿Cómo transportar abarrotes y artículos de primera necesidad hasta Yanashi? ¿Y las personas?
Por el momento queda un hilo de agua, pero, cuando se seque del todo, los habitantes de este pueblo tendrán que caminar ¡12 kilómetros! hasta el río grande. Así sufren mucha gente en la Amazonía.
No sé cuántas veces me agradecieron mi presencia. Y yo no hice nada, solo una visita de dos días con apenas una reunión, y la impresión de que debería acompañar a este puesto mucho mejor. Siento que estoy justo donde debo estar, en mi lugar, con esta gente. Nomás participando, dejándome llevar, siendo yo mismo; y soy querido.
Nos vemos obligados a quedarnos acá en una semana entera: del 21 al 28 de agosto. Siete días atascados, ni más ni menos. A principio no te lo puedes creer, piensas que habrá una solución. A continuación te angustias un poco (unos diez minutos), y después simplemente lo vas aceptando con calma. “Por algo será”, dice la gente, con esa intuición sencilla de la providencia divina: algún propósito tendrá Diosito con esto.
No son sustitutos de las religiosas o los presbíteros, están en primera línea de la misión por el don del Bautismo. Y esto hay que creérselo con todas las consecuencias, apostar por ellos sin timidez, dando un paso al costado para dejarles su lugar, el que les corresponde desde siempre y tantas veces se ha invadido. Aceptando que van a hacer las cosas “a su manera”, amando su manera y aprendiéndola con reverencia.
Cuando los laicos participen plenamente en los ámbitos de toma de decisiones, en el ministerio de la autoridad eclesial, estaremos aplicando el mejor remedio contra el clericalismo, que horada la sinodalidad y la torna a menudo una caricatura o una bella teoría. La Iglesia del futuro inmediato será laical y sinodal, o no será.
Calificar así una bestialidad tal como violar a las menores exhibe de manera asombrosa el racismo que infecta hasta las mentes supuestamente más ilustradas. El bárbaro awajún representa el opuesto a un “nosotros” situado en posición de superioridad y hegemonía.
Un etnocentrismo flagrante y despectivo heredado de la época colonial, cuyas calificaciones peyorativas coadyuvan a la impunidad con la que se despachan los poderes económicos dominantes, que se afanan en redactar leyes para poder depredar libremente la Amazonía; esta sería un inmenso territorio repleto de riquezas naturales casi vacío, donde únicamente viven cuatro “salvajes” que no hacen más que fastidiar con sus reivindicaciones
"Esta entrada es una publi de Molina Ópticos (c/Almendralejo 18 de Mérida), y más exactamente de sus clientes y de su dueña, Loren Molina Ruiz, que han trabajado en equipo dando forma a una iniciativa solidaria tan simple como efectiva"
No se puede sobrevivir solo acá, siempre dependemos unos de otros. La vida, el sustento, la fuerza, el trabajo, todo ello es una corriente que fluye entre todos y se comparte. Por eso no se puede mezquinar, es decir, no compartir, negar la ayuda a quien te pide porque está misio, teniendo tú alguito. Mezquinar es el más feo pecado en nuestro pueblo, y compartir palabra mágica y deber sagrado.
Las cifras oscilan según la fuente, pero son siempre escandalosas e inadmisibles: según Global Witness entre 2012 y 2021 fueron asesinados 51 defensores ambientales, 12 de ellos solo en la pandemia 2020-2021; la organización AIDESEP sitúa en 32 el número de líderes y lideresas victimados en la década 2013-2023. Perú pasa por ser el cuarto país más peligroso del mundo para un defensor ambiental.
Son frecuentemente autoridades representativas de sus comunidades que de manera decidida promueven y protegen el derecho a vivir en un ambiente sano y sostenible, luchando por resguardar sus territorios y sus recursos naturales frente a actividades ilegales que suponen la degradación del medio ambiente, la contaminación y la violencia.
Pobre Amazonía convertida en una despensa, selva descartada que clama, nuevamente colonizada; pero cuidada, custodiada y defendida hasta la muerte por estos verdaderos mártires de hoy, merecedores del honor de ser modelos de coherencia, humanidad y coraje.
El triple propósito del encuentro era: conocernos, valorarnos y caminar juntos. Fue una delicia escuchar a los indígenas hablar a su manera, y también notar el efecto benéfico que el silencio hace a los misioneros, acostumbrados a enseñar.
Necesitamos como Iglesia estar muy cerca de los pueblos originarios. Creo que esa conexión es inyección de vida y brújula del buen vivir para todos nosotros (Iglesia y pueblos, juntos), y percibo interiormente la fuerte llamada a cuidarla, porque en ella amanece la Palabra para nuestro presente y nuestro futuro.
Así fue como llegué a mi querida diócesis de Mérida-Badajoz, donde continúo, agradecido y orgulloso; y así llegué también a Valencia, de donde siento que sigo formando parte, de alguna manera, veinte años después. Disculpen por hablar de mí. En realidad, lo que ocurrió entonces y todo lo que vino más tarde, es nomás la historia de Dios conmigo, un conjunto de dones que he tratado de recibir y disfrutar lo mejor que he podido.
El Camino es un trasunto de la peripecia existencial de cada uno, y claro, hubo de todo: soledad y encuentro pacífico conmigo mismo, esfuerzo, descubrimiento de paisajes geográficos e interiores, esperanza, conocimiento de otros caminantes, amistad, enfermedad, compañerismo, el gozo de ser ayudado y sostenido, ampollas, retos, humildad; y retazos de Dios por todas partes, sencillo, cercano, entrañable.
Nos contó que les pagan 80 céntimos de sol por cada saco que suben; es decir, ¡unos 21 céntimos de euro! Mis ojos debieron abrirse como platos por el asombro y la indignación. Llevaba toda la tarde del día anterior currando, y le quedaría hasta las 3 de esa tarde, de modo que sería una jornada descargando, en total unos 50 sacos, 40 soles, 10,5 €. Tiene tres hijos a los que alimentar, y no queda otra que entrarle a lo que le salga.
El aswa es mucho más que una bebida, es un lenguaje completo, es el vehículo de expresión de este pueblo, contiene su alma, muestra su condición. Y es algo que depende casi por completo de las mujeres.
La lentitud forma parte de este ritual. Te sientas, se conversa… una warmi se levanta con el pate en la mano (“¡oh Dios mío, ya me va a tocar!”), jolgorio, charla, otra mujer masato en ristre, anécdotas, chistes con más risas. Demora… A veces te juntas con dos pates a la vez, y hasta con tres he visto.