Nuestra situación económica y en personal es tan crítica que amenaza la continuidad de la misión DOMUND en el Vicariato San José del Amazonas: no tenemos presbítero en 10 de nuestros 16 puestos de misión

Misioneros de Indiana
Misioneros de Indiana Nimia Gonzales

El cauce previsto por la Santa Sede para la provisión de misioneros y financiación, la famosa “commissio”, de hecho no está funcionando desde hace varios años. Pero el caso es que oficialmente ese mecanismo sigue vigente, de modo que nos encontramos en un callejón sin salida, sin nadie que mire por nosotros de manera efectiva.

En esta celebración me gustaría hacer un llamamiento a Roma para que por favor resuelva esta situación completamente anómala y designe una fuente sólida y eficaz de recursos humanos y económicos.

Llega la fiesta del DOMUND y encuentra a nuestro Vicariato Apostólicoen una situación tan crítica que amenaza la continuidad de la misión. Y como hoy es la jornada mundial de reconocimiento y apoyo a las misiones, he pensado lanzar un grito de auxilio en forma de artículo por si alguien (incluidas las autoridades competentes) se decide a ayudarnos, porque lo necesitamos mucho.

Como tierra de misión o iglesia en formación, estamos en los inicios del proceso de evangelización. No contamos con suficientes católicos, ni estructuras pastorales, ni personal, ni recursos ni concienciación para soñar remotamente con el auto-sostenimiento, como les pasó en sus comienzos a muchas diócesis que hoy se valen por sí mismas. Por lo tanto, dependemos de la ayuda externa para mantenernos en pie. Esto lo ha entendido la Iglesia universal desde siempre y por eso existe el DOMUND.

¿Cuál es el problema? Pues simplemente que el cauce previsto por la Santa Sede para la provisión de misioneros y financiación, la famosa “commissio”, de hecho no está funcionando desde hace varios años, como ya expliqué acá mismo en anteriores líneas (“75 años del Vicariato San José del Amazonas” - 18 de julio de 2020). Pero el caso es que oficialmente ese mecanismo sigue vigente, de modo que nos encontramos en un callejón sin salida, sin nadie que mire por nosotros de manera efectiva.

Los datos, más que cantar, lloran. De los 16 puestos de misión de nuestro territorio, solo hay presbítero en 6. Y entre esos 10 lugares sin presencia sacerdotal registramos 3 donde no hay absolutamente ningún misionero, ni religioso, ni laico ni ordenado. En todo el río Putumayo (dos puestos de misión y 1220 km) contamos un presbítero; en el Napo (cinco puestos y 619 km) tenemos dos; en el Yavarí (un puesto y 716 km) ninguno; y en el Amazonas (598 km) hay cuatro sacerdotes para ocho puestos misioneros. Así están las cosas.

La situación económica no es menos triste. Necesitamos del orden de 360.000 dólares al año para “sobrevivir”, es decir, para afrontar los gastos mínimos indispensables: alimentación y salud de los misioneros (unos 82,000 USD anuales), electricidad, agua y mantenimiento básico de los puestos (137,000 USD), pago a los trabajadores, actividades pastorales, formación de agentes, etc. Propaganda Fidei nos da como subsidio ordinario anual unos 30.000 dólares, es decir, menos del 10% de lo preciso. Les agradecemos pero evidentemente no nos alcanza.

Como no existe la financiación estable que debería haber, tenemos que estar pidiendo y pidiendo, molestando a obispos por aquí y por allá; y desde varias diócesis nos han apoyado, pero por supuesto no es suficiente. Vivimos permanentemente al borde del alambre, siempre a punto de tener que echar el cierre por quiebra técnica. Desazona, desanima y desgasta mucho.

Por lo tanto, en esta celebración del DOMUND me gustaría hacer un llamamiento a Roma para que por favor resuelva esta situación completamente anómala y designe una fuente sólida y eficaz de recursos humanos y económicos. En este sentido, sé que los obispos del Perú están conversando acerca de cómo poder auxiliar a los vicariatos de la selva articulando la solidaridad entre circunscripciones dentro de nuestro mismo país, y sería algo excelente.

No es bonito tratar este asunto, pero esta es nuestra realidad hoy día. La Amazonía es un tema recurrente en todo tipo de foros, se habla mucho de ella, “pulmón del mundo”, “campo de pruebas para la Iglesia”, y bla bla, pero ¿quién está dispuesto a venirse a vivir acá, a compartir las causas de estos pueblos? ¿Quién se comprometerá con estas iglesias nacientes, todavía pequeñas y débiles? ¿Quién amará la misión hasta el punto de compartir algo de lo poco que haya? ¿Quién quiere separarse de los suyos, soportar este clima, hacerse insignificante, renunciar a las comodidades, trabajar a full y ganar nomás las sonrisas de estas gentes?

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