Una tanda de ocho días desde Indiana, en plena selva, a religiosas en distintos puntos del Perú Ejercicios espirituales remotos

Ejercicios espirituales virtuales
Ejercicios espirituales virtuales Raziel Romero Mendoza

Una experiencia inédita y curiosa, pero creo que la virtualidad no es lo suyo, como tampoco cuadran una carrera de mediofondo o una degustación de jamón remotas. Los Ejercicios fueron escritos para darlos de una persona a otra persona, con cercanía extrema, un trato de tú a tú, con esa familiaridad que abre a la confianza. Dar ejercicios es una tarea física, los das con todo tu cuerpo, pones en juego tu persona entera.

Estos días estoy dando una tanda de ejercicios espirituales ignacianos de ocho días por Google Meet. Algo que jamás había hecho antes, uno de esos regalitos que el coronavirus nos ha dejado, y que, como tantas otras cosas, me ha pillado desprevenido y novato. Las religiosas que me habían llamado decidieron así para cuidarse en pleno rebrote, a mí me pareció sensato y en eso estamos.

De modo que desde Indiana, en plena selva, les doy puntos  y pláticas dos veces al día a veintitantas hermanas que se encuentran regadas por cinco o seis lugares diferentes de la geografía peruana: Lima, Trujillo… Milagros de la comunicación. La señal de internet hace lo que puede; ahora mismo está lloviendo a cántaros y si sigue así no sé qué pasará en la próxima cita (3:30 pm). Ya nos hemos quedado colgados varias veces, y entonces no hay más que acopiar paciencia y esperar a que la conexión regrese.

No me está resultando fácil hablarle a la pantalla, donde las imágenes aparecen borrosas o pixeladas. Pienso que es porque no hay posibilidad de feed-back, no puedo ver los rostros de las personas, advertir sus reacciones, comprobar si han comprendido, si se escucha bien, si les está llegando lo que estoy contando, observar su lenguaje gestual. Hay una hermana que de vez en cuando levanta un pulgar haciendo el signo del OK 👍, y ni se imagina cuánto me auxilia.

Ellas tienen delante las hojas con los esquemas, que las encargadas les entregan cada vez, y así van siguiendo la charla. Una tarde, el grupo de Soritor, donde no había internet ese rato, escuchaba nomás por teléfono 2G, no quedó de otra. Conforme transcurren los días veo que me voy adaptando lo mejor que puedo, pero hay materias, como los Binarios, por ejemplo, realmente complejas para explicarlas así a ciegas, sin poder interaccionar directamente con los ejercitantes.

La distancia física obstaculiza también el acompañamiento, es decir, el encuentro personal para ayudar a interpretar las mociones que surgen en la persona durante los ejercicios. A las reticencias y el pudor habituales en mucha gente, se une el inconveniente de confiarte a alguien a quien realmente no conoces, solo has visto unos minutos s en una pantalla. Porque, más allá de los momentos de puntos e instrucciones, en un retiro presencial hay siempre una convivencia, un contacto sencillo entre los participantes y el facilitador; por los pasillos, en el comedor, a la hora de la Eucaristía… Miradas, bromas, levantarse a quitar los platos, algunas palabras que traspasan por un momento el silencio. En esas situaciones cotidianas nos vamos conociendo bastante más de lo que podría pensarse, y eso allana el camino a las entrevistas personales de acompañamiento.

La misa también es un asunto. Intentamos “retransmitir” nuestra Eucaristía de acá, de los misioneros, y para eso necesitamos dos o tres celulares a los que acoplamos un micrófono, porque el primer día no se escuchaba un pimiento. De nuevo es una sensación rara, estamos celebrando una comunidad presente, el equipo (menos mal), “para” un público al que ni siquiera vemos. No sé, no me acaba de dejar satisfecho. No digo que esté en contra de todas esas misas por facebook que hay, pero el caso es que yo no he hecho ni una desde que comenzó la pandemia.

En fin, una experiencia inédita y curiosa, pero albergo serias dudas sobre su eficacia y su validez ignaciana genuina. Seguro que las religiosas dirán que sí, que fue muy provechoso y que lo hice estupendamente (ellas son muy buenas), pero qué quieres que te diga, creo que la virtualidad no es lo suyo, como tampoco cuadran una carrera de mediofondo o una degustación de jamón remotas. Los Ejercicios fueron escritos para darlos de una persona a otra persona, con cercanía extrema, un trato de tú a tú, con esa familiaridad que abre a la confianza. Qué dirá San Ignacio de estos intentos, loables pero limitados, a los que las circunstancias nos obligan. Los de la Escuela de Ejercicios de Salamanca supongo que estarán ya estudiando el fenómeno para perfeccionarlo y aquilatarlo.

Dar ejercicios es una tarea física, los das con todo tu cuerpo, pones en juego tu persona entera. Se trata de que se vaya reestructurando la sensibilidad del ejercitante, y para ello quien da modo y orden utiliza los cinco sentidos y su inmediatez en la relación con quienes acompaña. No hay red que pueda suplir ese dinamismo.

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