¿Cómo hubiéramos reaccionado los adultos de hoy si cuando éramos niños, adolescentes o universitarios nos hubiera tocado una pandemia como esta? Más historias, estas de niños y jóvenes

Niños de Caballococha
Niños de Caballococha Emilio Sánchez

En las alturas de Puno los niños han de caminar 10 o 15 kilómetros subiendo el cerro hasta llegar a un lugar donde agarran internet. Otros van en canoa hasta la mitad de un lago o la cabecera de una quebrada para captar la señal.

¿Cómo hubiéramos reaccionado los adultos de hoy si cuando éramos niños, adolescentes o universitarios nos hubiera tocado una pandemia como esta? Cualquiera sabe. Es como una pesadilla con efecto retroactivo. Tal vez no hubiéramos estado a la altura de los de ahora.

Lo de la tele-escuela me sigue dejando maravillado. En la TV nacional se llama “Aprendo en casa”, pero luego está el canal de internet y en las ciudades muchos colegios tienen sus propias plataformas. Todos sabemos que el cole es un piñazo y al mismo tiempo una gozada, ¿o no? Nos quejábamos y a la vez nos encantaba estar con los compañeros, el ambiente del recreo, el trabajo en el aula, jugar y hasta ligar los que podían. Por eso tiene que ser una castaña para los muchachos levantarse temprano para seguir las clases… pero sin salir de casa. Aquellos cuyos padres nunca fueron sus profesores, ahora han descubierto que eso es la muerte 😂.

Da la impresión que en esta modalidad se trabaja mucho más. Los maestros se sacan el ancho. Mi compañera Adriana está todito el día pegada al celular (su esposo y sus hijos hasta le regalaron uno nuevo el día de la madre “porque lo usa constantemente”), da clase por whatsapp, conversando, por email… Y los huambrillos con trabajos que entregar, consultas, ejercicios, libros para leer… Los que tienen la suerte de tener tele, radio o poder comunicarse por teléfono, claro.

Pero ¿y qué pasa con las enormes zonas de la selva y la sierra del Perú que no tienen conectividad? Pues que los críos se ven obligados a heroicidades. En las alturas de Puno los niños han de caminar 10 o 15 kilómetros subiendo el cerro hasta llegar a un lugar donde agarran internet. Otros van en canoa hasta la mitad de un lago o la cabecera de una quebrada para captar la señal. Me figuro que aprovecharan para chatear con sus cumpas y, si se puede, ligar.

Me pasan un whtasapp ayer: 50 jóvenes del Putumayo universitarios en Iquitos ya no reciben apoyo de sus padres: plata, víveres… Diosito, su casa está a dos semanas de navegación; ¿qué hubiera sido de nosotros cuando estudiantes en Madrid sin la tarjeta para ordeñar el cajero y comprarnos nuestras cositas? Pero es que hay alumnos que se han quedado sin profesores porque han muerto. Así  me contaba Noemi, en su carrera siguen las clases virtuales excepto en dos cursos (asignaturas), y ahí los muchachos se mueven, tratan de recabar información, buscar materiales, consultar a profes de otros lugares, y comparten.

En Indiana unos niños de 6 y 7 años se subieron a un mango. No está claro si violaron el aislamiento social, porque no se sabe si el árbol estaba en su casa, pero lo cierto es que se cayeron, con el balance de tres muñecas, un cúbito y un radio rotos. Ya en el hospital de Iquitos, la mamá llorando me dice por teléfono, los gritos de dolor de los críos de fondo, que se necesitan 6 clavos que cuestan 1000 soles cada uno. No habrá cirugía hasta que la familia consiga los clavos, acá las cosas son así. Nos ponemos a buscar tal cantidad de dinero hasta que tres días más tarde el propio cirujano me dice que no, que solo valen 300 soles en total. En época de emergencia todo ha subido, pero parece que alguien quiso engañar a esa mujer, uno de esos conchasumadres que aprovechan la desgracia ajena para ganar plata.

El otro día hemos apoyado a una chica awuajún que está enferma y vive en un cuartiche cerca de la facultad de educación. Forma parte de una asociación de unos 100 jóvenes indígenas llegados de toda la región para estudiar; uno de sus dirigentes estuvo acá a recoger los medicamentos para la huambra y nos contó que las pasan canutas. Supuestamente tienen un convenio con el gobierno regional para su alojamiento y manutención, pero en la práctica están hacinados en varios lugares y comen fatal. Si no ven las verduras ni en foto y pasan hambre, imagínense con qué computadoras siguen las clases telemáticas durante la cuarentena 😬.

También pasaron por la casa dos médicos chivolos de Caballococha que contaban casi llorando que han tenido que renunciar porque llevan varios meses sin cobrar su sueldo. Es curioso: la gente muriéndose por falta de médicos, el Estado buscando doctores venezolanos y cubanos, y estos pobres chicos que tienen que cambiar de aires porque la Dirección Regional de Salud no les paga. Paradojas de mi Perú que se hacen más lacerantes en estos tiempos revueltos.

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