En Nueva Esperanza del Mirim, el lugar más alejado de nuestro territorio Hemos hecho lo que hemos podido

No hicimos nada de mérito. No resolvimos ningún gran problema ni salvamos a nadie. Estuvimos nomás, compartiendo un tramo de vida con aquella gente. Esta es la misión, algo sin duda muy modesto y aparentemente “ineficaz”.

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Como era previsible, en Nueva Esperanza no hicimos nada de mérito. No resolvimos ningún gran problema ni salvamos a nadie. Igualito que en todos los lugares. Estuvimos nomás, compartiendo un tramo de vida con aquella gente. Esta es la misión, algo sin duda muy modesto y aparentemente “ineficaz”.

Visto ahora desde Islandia, me parece que fueron días sosegados, no atiborrados de tareas ni actividades, que nos permitieron convivir con el pueblo, observar mucho (defecto antropológico) y participar en la vida cotidiana de la comunidad. En la reunión general pudimos conocer de primera mano en qué andan metidos: ausencias de los maestros, el enfermero no da medicinas que el anterior sí daba, problemas con un préstamo que pidieron pero hay vecinos que no devuelven, otros no pagan la mensualidad de la luz y el combustible no alcanza, hay cargas de pescado y carne que bajan por el río y que la policía intercepta, etc.

Tocó el 1 de mayo, día del trabajo. Como es feriado habían programado deporte, es decir, minicampeonato de fútbol, pero no pudo comenzar hasta mediodía porque la lluvia persistía desde la madrugada convirtiendo la cancha en un barrizal. Finalmente la música altísima convocó al personal; los equipos pagan una inscripción que sirve para dar los premios a los ganadores. El público se emociona siguiendo el juego porque hay muchas apuestas. Hay también partidos de mujeres, y los equipos se llaman “Las rompecorazones” y “Las abandonadas”, el machismo lo contamina todito. Ni que decir tiene que tuvimos que posponer nuestras reuniones y talleres de ese día.

Esa noche hubo todo el tiempo música, ruido, tomadera… Bastantes obreros madereros habían llegado después de mucho tiempo de dura faena, cansados, con ganas de divertirse. Este es un lugar unido al negocio de la madera, y hay muchas cuadrillas de operarios que entran al monte durante meses y luego regresan al pueblo a esperar que les paguen, o a hacer un receso antes de regresar a la tarea. Cuando están en la comunidad se emborrachan, hacen desorden, acosan a las muchachas, a veces niñas de sexto grado… Es una circunstancia que condiciona mucho el día a día de esta población.

Al día siguiente nos damos cuenta de que los niños de primaria, que son más 90, no entran en la escuela hasta más de las 8:30 am; de los cuatro maestros que están destinados acá, solo se encuentra el director, al que además en la asamblea comunal reprendieron públicamente por pasarse con la bebida. Y el director llega tarde y apenas logra entretener como puede a esa masa de críos hablando sobre el primero de mayo, los derechos laborales, el salario justo, etc. Resulta cuanto menos paradójico en un sitio donde se chambea sin contrato, sin seguridad ni beneficios, y se violan flagrantemente los derechos más básicos de los trabajadores.

Por la mañana, a las 9, están citadas las mujeres para su taller. Aunque demoran, al final llega un bonito grupo y las hermanas Emilia y Fatima organizan con ellas reflexiones y dinámicas. A las 3 de la tarde finalmente logramos implementar la charla sobre la educación de los hijos a cargo de Jaime. El balance es positivo, aunque cuesta un mundo arrancar a esta peña una palabra. Después, la hora del baño; para llegar al río hay que bajar por unas tremendas gradas flanqueadas por nauseabundos basurales. Nado y juego con los niños, a algunos los lanzo por los aires como a mis sobrinos, y ya tengo ganas de que lleguen las vacaciones. No me entero de cómo han quedado las elecciones en España pero sí puedo ver el Barça-Liverpool. No hay educación ni salud, ni agua ni saneamientos, pero TV por supuesto que sí. En la noche, a partir de las 7, ponemos la película “Ratatouille”, a la que asisten unos 30 chivolos y chivolas.

Y así van transcurriendo las jornadas. Todo culmina con la celebración del Bautismo de 20 niños. Mientras zarpamos temprano en medio de la niebla me pregunto si nuestra visita habrá servido de algo. Si estas personas, en contacto con nosotros, habrán intuido que Diosito existe y les ama. No lo sé, pero me siento tranquilo y en paz. Hemos hecho lo que hemos podido y, cuando es así, el Señor no nos pide más. Eso decía siempre mi maestro de novicios.

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