Emocionada despedida del hasta ahora obispo de Mondoñedo-Ferrol Luis Ángel de las Heras: "Seguiré rezando el Padrenuestro en gallego y llevaré a Galicia en el corazón"

Luis Ángel de las Heras
Luis Ángel de las Heras

“Nunca podré agradeceros suficiente estos años de gracia”

Pidió perdón: “Por no haber sabido persuadir a más hermanos para subir a esta barca; por haber hecho difícil la travesía a alguno; por las veces que no me he dejado apacentar por el Señor e incluso le he impedido apacentar a Él conmigo”

"Cristianos de estas parroquias a través de quienes Dios ha actuado portentosamente incluso por medio de sus flaquezas. ¿Cómo no vamos a estar agradecidos por esta gran historia de la que formamos parte y podemos contar hoy?”

"La esperanza es palabra de hoy y de mañana. Cuando la proclamamos, ilumina el camino que hemos de seguir. Un camino incierto, en el que escasean las fuerzas humanas. Un camino en el que los planes, proyectos y tareas no nos deben alejar nunca del Señor y de los hermanos"

Fue su primer amor (episcopal) y eso no es fácil de olvidar, especialmente para un hombre profundamente humano y espiritual, a la vez, como el hasta ahora obispo de Mondoñedo-Ferrol, Luis Ángel de las Heras. Y, en su despedida, se dejó llevar por su corazón, como siempre hace en la vida. Emocionado, aseguró que llevará “a Galicia siempre en el corazón”. Tanto a sus gentes, como a su alma, su idioma: “Rezo e rezarei por vós, especialmente cando recite o Noso Pai en galego".

Emoción por partida doble, porque la diócesis es binaria. Primero tuvo que despedirse en la bellísima catedral de Mondoñedo, la que vigila de cerca Alvaro Cunqueiro. Y, después, en la concatedral de Ferrol. “Nunca poderei agradecervos suficientemente ao Señor e a vós estes anos de graza. Rezo e rezarei por vós —especialmente cando recite o Noso Pai en galego— para que alumedes soños e acollades visións xuntos", dijo sumamente agradecido.

Y, con su habitual humildad, también pidió perdón. “Por no haber sabido persuadir a más hermanos para subir a esta barca; por haber hecho difícil la travesía a alguno; por las veces que no me he dejado apacentar por el Señor e incluso le he impedido apacentar a Él conmigo”.

Y tras pedir perdón por sus “pecados”, monseñor de las Heras quiso entonar un canto de acción de gracias al Señor. Por los favores personlaes recibidos en su pastoreo de la diócesis gallega, pero sobre todo por “la columna de testigos de la fe de Mondoñedo-Ferrol”. Es decir, “hombres y mujeres que nos preceden en el camino del Reino y que, igual que el profeta Elías y nuestro san Rosendo, fieles al Señor, han surgido como fuego del amor transformador de Dios. Cristianos de estas parroquias a través de quienes Dios ha actuado portentosamente incluso por medio de sus flaquezas. ¿Cómo no vamos a estar agradecidos por esta gran historia de la que formamos parte y podemos contar hoy?”, se pregunto el nuevo prelado de León.

El obispo, además de agradecido y bendecido, se proclamó esperanzado e invitó vivir esa virtud en medio de la crisis de la Covid: “La esperanza es palabra de hoy y de mañana. Cuando la proclamamos, ilumina el camino que hemos de seguir. Un camino incierto, en el que escasean las fuerzas humanas. Un camino en el que los planes, proyectos y tareas no nos deben alejar nunca del Señor y de los hermanos. Un camino en el que hemos de denunciar y luchar por erradicar el mal en cualquiera de sus formas. ¿Cómo no vamos a sentirnos esperanzados si Cristo Jesús es nuestra esperanza para seguir caminando?”

Y tras su canto a la gratitud, la bendición y la esperanza, monseñor de las Heras concluyó con una invitación a soñar. “A alumbrar sueños y acoger visiones juntos. Sueños y visiones que no son individuales, particulares, sino comunitarios, y se hacen realidad en esta porción del Pueblo de Dios: Mondoñedo-Ferrol. Una hermosa Iglesia particular que el Buen Pastor pastorea con esmero. Doy testimonio de ello y renuevo ante vosotros mi principal oración: Apaciéntame, Señor, apacienta Tú conmigo”.

La gente, triste, sabe que pierde a un obispo cercano, pero también sabe que llevará siempre a Galicia en el corazón. Hasta los curas lo echan ya de menos. Y, de hecho, en un gesto inusual, al final de la eucaristía en la catedral de Mondoñedo, le cantaron en la magnífica sacristçia una bella canción compuesta por el sacerdote nonoganerio Uxío García Amor.

Texto de la homilía

¡Bendito sea Dios!

Nunca poderei agradecervos suficientemente ao Señor e a vós estes anos de graza. Rezo e rezarei por vós —especialmente cando recite o Noso Pai en galego— para que alumedes soños e acollades visións xuntos"

«Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales» (Ef 1,3).

Fueron mis primeras palabras en esta catedral de Mondoñedo el 7 de mayo de 2016 y hoy las repito con mucha más hondura y significado que entonces, lleno de agradecimiento.

Con vosotros y por vosotros doy gracias a Dios, Padre Hijo y Espíritu Santo, que ha cumplido su promesa de envolvernos en su misericordia y amor durante estos años, como lo hace siempre. Doy gracias por este ministerio que he recibido de Él para serviros en esta Iglesia particular de Mondoñedo-Ferrol y, a través de ella, a la Iglesia Católica universal que hoy me destina a otro lugar de la misma y única barca en la que nos encontramos. La barca en la que Dios nos restaura, hace brillar su rostro y nos salva como hermanos, como familia, como pueblo de su heredad.

Al mismo tiempo que doy gracias, pido perdón. Por no haber sabido persuadir a más hermanos para subir a esta barca; por haber hecho difícil la travesía a alguno; por las veces que no me he dejado apacentar por el Señor e incluso le he impedido apacentar a Él conmigo.

Con el perdón del Señor en el corazón, quiero entonar una acción de gracias comunitaria, más que personal, invitándoos a dar gracias por sabernos discípulos misioneros de Jesús, agradecidos, bendecidos y esperanzados.

Discípulos misioneros agradecidos, porque tenemos delante de nosotros una gran historia de Iglesia, una columna de testigos de la fe de Mondoñedo-Ferrol. Hombres y mujeres que nos preceden en el camino del Reino y que, igual que el profeta Elías y nuestro san Rosendo, fieles al Señor, han surgido como fuego del amor transformador de Dios. Cristianos de estas parroquias a través de quienes Dios ha actuado portentosamente incluso por medio de sus flaquezas. ¿Cómo no vamos a estar agradecidos por esta gran historia de la que formamos parte y podemos contar hoy?

Esa gratitud de constructores del presente de Mondoñedo-Ferrol nos lleva a experimentarnos discípulos misioneros bendecidos. Igual que Pedro, Santiago y Juan son bendecidos con la visión de Jesús transfigurado y, singularmente, cuando, al bajar del monte, comprenden que su destino de discípulos es el mismo que el del Maestro: cruz y gloria, fracaso que es victoria. ¿Cómo no vamos a sentirnos bendecidos como seguidores del Hijo predilecto del Padre?

De las Heras

Agradecidos y bendecidos contemplamos el futuro sabiéndonos discípulos misioneros esperanzados. La esperanza es palabra de hoy y de mañana. Cuando la proclamamos, ilumina el camino que hemos de seguir. Un camino incierto, en el que escasean las fuerzas humanas. Un camino en el que los planes, proyectos y tareas no nos deben alejar nunca del Señor y de los hermanos. Un camino en el que hemos de denunciar y luchar por erradicar el mal en cualquiera de sus formas. ¿Cómo no vamos a sentirnos esperanzados si Cristo Jesús es nuestra esperanza para seguir caminando?

Gratitud, bendición y esperanza para alumbrar sueños y acoger visiones juntos. Sueños y visiones que no son individuales, particulares, sino comunitarios, y se hacen realidad en esta porción del Pueblo de Dios: Mondoñedo-Ferrol. Una hermosa Iglesia particular que el Buen Pastor pastorea con esmero. Doy testimonio de ello y renuevo ante vosotros mi principal oración: Apaciéntame, Señor, apacienta Tú conmigo.

Nunca podré agradeceros suficientemente al Señor y a vosotros estos años de gracia. Rezo y rezaré por vosotros —especialmente

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