Una celebración atípica por la pandemia, sin procesión ni ofrenda floral y con la misa en la catedral Cardenal Osoro, en la fiesta de la Almudena: "Hoy hay sufrimiento en Madrid por las numerosas muertes, así como por la crisis económica y social"

El alcalde y el cardenal de Madrid
El alcalde y el cardenal de Madrid

"Nos encontramos con heridas profundas, con nuestras vulnerabilidades, con muchas muertes y la enfermedad, con incertidumbres a causa de los problemas socioeconómicos, que golpean especialmente a los más pobres"

"Es cierto que el coronavirus no hace acepción de personas, pero ha encontrado en su camino devastador grandes desigualdades y discriminación y las ha incrementado"

"La respuesta a la pandemia es doble: hay que encontrar la cura, pero también hay que combatir la injusticia social y la marginación""Lla opción preferencial por los pobres, que no es una opción política ni ideológica, ni de partidos, sino que es la opción que está en el centro del Evangelio, en el centro del anuncio de Jesús"

"Como pastor de esta Iglesia que camina en Madrid, quiero mostraros la cercanía de Jesús y recordaros, tanto a quienes creéis como a quienes estáis en búsqueda, duda o negación, que Jesucristo os ama y que, cuando ese amor se acepta, cambia la vida entera"

Atípica, como todo lo que se celebra durante esta pandemia, la celebración de la fiesta de La Almudena, patrona de Madrid. Sin procesión y con la misa, que pasa de la Plaza Mayor, a la catedral. Con el Voto de la Villa del alcalde de la ciudad y con una homilía, en la que el cardenal Carlos Ososo reconoció que "hoy, hay sufrimiento en Madrid" y "heridas profundas" y, por eso, en una clara apuesta social, el arzobispo pidió una respuesta doble: "hay que encontrar la cura, pero también hay que combatir la injusticia social y la marginación".

El cardenal Osoro, estuvo acompañado por sus obispos auxiliares, por el cardenal Rouco, arzobispo emérito de Madrid, y por el Nuncio de Su Santidad en España, Bernardito Auza, asi como por los obispos de Getafe, Ginés García, y Alcalá, Juna Antonio Reig y el arzobispo castrense, Juan del Rio.

Con la presencia del alcalde de la ciudad, José Luis Martínez-Almeida, que renovó el tradicional Voto de la Villa, la vicealcaldesa, Begoña Villacís; el vicepresidente regional, Ignacio Aguado, y los portavoces de los grupos municipales en el Consistorio, Pepu Hernández (PSOE), Rita Maestre (Más Madrid) y Javier Ortega Smith (Vox). También estuvieron presentes los ediles Ignacio Benito, del PSOE; Fernando Martínez Vidal, de Vox, y Miguel Montejo, Pilar Sánchez y Javier Barbero de Más Madrid.

Voto de la Villa
Voto de la Villa

Homilía del cardenal Osoro

«El Señor nos pide que curemos el mundo»

Hermanos y hermanas:

Celebramos este año la fiesta de Santa María la Real de la Almudena en plena pandemia del coronavirus, que afecta a la humanidad entera y también a nuestra ciudad. Hoy hay sufrimiento en Madrid por las numerosas muertes en este tiempo, así como por la crisis económica y social.  

Como tantas veces hemos hecho en nuestra historia, pedimos a nuestra Madre ayuda y protección. Renovamos aquel voto de hace siglos y decimos: «Santa María, en este momento difícil que atravesamos, acude en nuestra ayuda. Como en las bodas de Caná, pídele a tu Hijo Jesucristo que intervenga y venga en nuestra ayuda. Tus palabras tienen vigencia: “Haced lo que Él os diga”. Protege a los más débiles. Danos tu ayuda».

Mi carta pastoral de este año se titula «Quiero entrar en tu casa». Deseo deciros a todos las mismas palabras que el Señor dirigió a Zaqueo: «Date prisa, baja que quiero entrar en tu casa». Cuando Zaqueo lo recibió, todo cambió en su vida y en las vidas de los que estaban junto a él; que no solamente desconocían a Jesús, sino que se burlaban diciendo: «Si este supiera a que casa viene, no entraría». Como pastor de esta Iglesia que camina en Madrid, quiero mostraros la cercanía de Jesús y recordaros, tanto a quienes creéis como a quienes estáis en búsqueda, duda o negación, que Jesucristo os ama y que, cuando ese amor se acepta, cambia la vida entera. Así sucedió en casa de Zaqueo.

Alcalde de Madrid
Alcalde de Madrid

La Palabra de Dios que hemos proclamado nos invita a reconocer lo que el salmo responsorial nos decía aplicándolo a Santa María: «Tú eres el orgullo de nuestra raza». Sí, María, tú eres a quien Dios ha bendecido más. Te pidió que prestases la vida para darle rostro humano y dijiste sin dudar: «Aquí estoy». Tú eres, Santa María, el modelo de lo que la Iglesia ha de ser. Como nos señalaba proféticamente Zacarías hace un instante: «Se unirán al Señor muchos pueblos, […] habitaré en medio de ti, comprenderás que el Señor me ha enviado». Tú, Santa María, provocas que en la vida y en la historia de los hombres, la experiencia de Dios esté con nosotros. «Dios estará con ellos y será su Dios, […] ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor. […] Todo lo hago nuevo», como nos decía el libro del Apocalipsis. Tú, Santa María, eres nuestra Madre. Así lo quiso tu Hijo y así te recibimos, como lo hizo san Juan en nombre de todos. ¿Qué significa para nosotros recibir a María en nuestra casa, en nuestra vida, en estos momentos que estamos viviendo de pandemia? Vamos a acercarnos a su historia para entenderlo:

Aguado en la Almudena
Aguado en la Almudena

1. Momento de confianza. Dios pide a María que le preste su vida y Ella lo acepta: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra».

En esta situación de pandemia el Señor nos pide que curemos el mundo. Nos encontramos con heridas profundas, con nuestras vulnerabilidades, con muchas muertes y la enfermedad, con incertidumbres a causa de los problemas socioeconómicos, que golpean especialmente a los más pobres…  Es necesario que tengamos la mirada fija en Alguien que nos ofrece una nueva manera de vivir y de estar entre nosotros, que nos abre nuevos horizontes. El sí de María nos vuelve a ofrecer un encuentro con el Evangelio de la fe, de la esperanza y del amor, que nos lleva a afrontar con espíritu nuevo creativo y renovador los problemas que nos asolan.

La comunión del alcalde de Madrid
La comunión del alcalde de Madrid

Resuenan con fuerza aquellas palabras de san Juan Pablo II: «¡No tengáis miedo! Abrid vuestras puertas a Cristo». La Virgen María es experta en esta apertura. Jesucristo sana en profundidad todas las estructuras injustas y sus prácticas destructivas que nos separan a unos de los otros y amenazan a la familia humana y nuestro planeta. ¿De qué modo podemos ayudar a nuestro mundo? Continuando su obra de curación y sanación. La Iglesia sigue ofreciendo modos concretos de sanación: mantengamos el principio de la dignidad de la persona, del bien común, de la opción preferencial por los pobres, del destino universal de los bienes, de solidaridad, de subsidiariedad, del cuidado de nuestra casa común...

La pandemia ha sacado a flote otras patologías sociales más amplias como la visión distorsionada de la persona, que muy a menudo ignora su dignidad y su relacionalidad, o la mirada que tenemos hacia los otros como objetos para usar y descartar. Son miradas ciegas que fomentan una cultura del descarte individualista y agresiva, que transforma al ser humano en un bien de consumo. Dios mira al hombre de otra manera: nos ha creado como personas amadas y capaces de amar, nos creó a su imagen y semejanza, nos creó para la armonía y la comunión, nos da capacidad de procrear y custodiar la vida. Es cierto que el coronavirus no hace acepción de personas, pero ha encontrado en su camino devastador grandes desigualdades y discriminación y las ha incrementado.

Obispos en la Almudena
Obispos en la Almudena

Por eso, la respuesta a la pandemia es doble: hay que encontrar la cura, pero también hay que combatir la injusticia social y la marginación. En esta respuesta de sanación hay una elección que no puede faltar: la opción preferencial por los pobres, que no es una opción política ni ideológica, ni de partidos, sino que es la opción que está en el centro del Evangelio, en el centro del anuncio de Jesús. De esta crisis debemos salir mejores; tenemos la ocasión para construir algo diferente.

2. Momento de compromiso con la humanidad. Dios pide a María que salga a comunicar a quien ya ha sido acogido en su vida y está entre nosotros: «María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña».

Nuestra Madre la Virgen María sale a los caminos de los hombres, no puede guardar para Ella misma el mayor acontecimiento de la historia de la humanidad, que marca un antes y un después en la vida de los hombres. Marcha a ver a su prima Isabel, que en su ancianidad va a tener un hijo. Al experimentar la presencia de Jesucristo hay necesidad de salir y comunicarlo con obras y palabras. La Iglesia es misionera por naturaleza. Salgamos a anunciar a Jesucristo, también en este momento de la historia. La Iglesia desea mover los corazones de los hombres con la presencia real del mismo Jesucristo, como movió María, primera misionera, el corazón de su prima Isabel y la vida de un niño que aún estaba en el vientre de su madre.

Si nunca podemos ignorar al otro, menos cuando no se puede defender ya sea por la enfermedad, por la situación social de desamparo, por edad en el inicio o al final de la vida... En la encíclica social que el Papa Francisco nos acaba de regalar a la humanidad, Fratelli tutti, no pretende resumir la doctrina del amor fraterno, sino detenerse en su dimensión universal, en su apertura a todos. Frente a las diferentes formas de ignorar a los otros que azuzan a la humanidad en estos momentos, hemos de salir al mundo con la misma fuerza de María, llevando a Jesucristo y haciendo experimentar la grandeza que da a la vida humana.

La COVID-19 ha dejado al descubierto nuestras falsas seguridades; seamos humildes para reconocerlo. A pesar de lo hiperconectados que estamos, estamos fragmentados, nos es difícil resolver los problemas que afectan a todos. La Virgen María nos está invitando a conocer la dignidad de cada persona desde el inicio de la vida hasta la muerte. Somos llamados a hacer renacer un deseo mundial de fraternidad y de respeto a la vida. Mirémonos unos a otros. Abramos nuestra vida a todos y a todos los momentos de la vida del ser humano. No somos dueños; no seamos solamente consumidores o espectadores. 

Frente a las culturas vacías, inmediatistas y sin un proyecto común, cuando nos entrega a Jesucristo, María nos está entregando un proyecto de vida, nos está diciendo que la pregunta que debiéramos hacernos al comenzar cada día es: ¿dónde está tu hermano? Y tus hermanos son todos. A una sociedad se la conoce, entre otras cosas, por cómo acoge, respeta y cuida a los niños y a los ancianos. María nos enseña a no provocar descartes. Hagamos posible el nosotros.

Rouco, en la Almudena
Rouco, en la Almudena

3. Momento de valentía y pasión por regalar una forma de vida nueva y dar contenido real a dos palabras: hijos y hermanos.

La Virgen María vivió siempre sabiéndose hija de Dios y, desde el momento en que Jesús en la cruz le dio el título de Madre de todos, lo acogió con todas las consecuencias. Aquel canto que salió de su alma («Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador porque ha mirado la humildad de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí») tiene una vigencia permanente. Evitemos actitudes cerradas e intolerantes: todos somos hijos de Dios y, por ello, hermanos. Sentémonos a escuchar al otro, algo clave en el encuentro humano y así en el camino de la fraternidad local y universal.

Cuando se deja entrar a Dios en la vida de los pueblos, nace la esperanza porque nace la necesidad de darnos la mano unos a otros. Cuando esto se impide, sea por los motivos que sea, perdemos las raíces, no somos de nadie y entre nosotros nos unimos por gustos, pero no porque somos hermanos.

Con nuestra Madre, Santa María la Real de la Almudena, acojamos estos tres momentos: de confianza, compromiso y valentía y pasión. Confianza para prestar la vida. Compromiso por salir a encontrarnos con todos los hombres y muy especialmente con quienes más lo necesitan. Valentía y pasión por vivir sintiéndonos hijos y hermanos. 

Cuando llegué a Madrid como arzobispo os invitaba a vivir así: «Entre todos, con todos y para todos». Reitero mi propuesta y mi compromiso de llenar el corazón de cosas grandes: toquemos la verdad, la bondad, la belleza, la justicia, el amor. Seamos líderes en dar esperanza que mira más allá de la comodidad personal y abrámonos a los grandes ideales que hacen la vida más bella y digna. Hoy os digo que sigamos los pasos de nuestra Madre María: prestemos la vida para dar dignidad al otro; salgamos al encuentro de los hombres en los caminos reales en que transitan, y vivamos como hijos y hermanos. 

Hermanos y hermanas, que Jesucristo, el hijo de María que se hace presente realmente en el misterio de la Eucaristía, nos haga vivir así. Amén.

Finalizada la Eucaristía, tuvo lugar un acto en la puerta principal del templo con la Virgen de la Almudena, ya que este año no pudo salir en procesión. Además, la imagen permanecerá en el atrio exterior de la catedral durante todo el día "para recibir el cariño de todos los madrileños".

Voto de la Villa

El Voto de la Villa de Martínez-Almeida

Con motivo de la fiesta de Santa María la Real de la Almudena, el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, ha renovado el tradicional Voto de la Villa. Después de mostrar su dolor porque «miles de vecinos nuestros han fallecido víctimas de la peor pandemia desde hace un siglo» y «muchos miles más afrontan la pérdida de sus empleos y de los recursos necesarios para vivir dignamente, ha clavado la mirada en la Virgen y ha asegurado que «volvemos nuestros ojos y nuestros ruegos a vos, nuestra patrona y protectora, fiando en vuestra misericordia, como hicieron nuestros antepasados, para imploraros que nos ayudéis a luchar contra la plaga de nuestro tiempo y que protejáis especialmente a los más débiles y a los más desfavorecidos».

Voto íntegro

Señora:

Me corresponde hoy el honor de renovar el voto que nuestros antepasados realizaron ante vuestra imagen siglos atrás.

Imagen venerada en esta catedral que lleva vuestro nombre, consagrada a vos por san Juan Pablo II, y edificada por la devoción que los vecinos de esta Villa, comenzando por la Corona, siempre os han profesado a vos, nuestra patrona.

No en vano, tras la demolición de la antigua Iglesia de Santa María de la Almudena, fue doña María de las Mercedes, esposa del rey Alfonso XII quien donó los terrenos sobre los que se levanta la catedral en la que hoy nos encontramos, en respuesta a los ruegos de la Real Esclavitud a la que me honro en pertenecer.

Generación tras generación, desde hace más de nueve siglos, los vecinos de Madrid se han dirigido a vos, Señora, para implorar vuestro auxilio en tiempos difíciles.

Como en 1438, cuando los madrileños formularon voto para agradeceros vuestra intercesión en el cese inmediato de una terrible peste que entonces asolaba la Villa.

Reig, Rouco y el Nuncio
Reig, Rouco y el Nuncio

O como en 1646, cuando el Concejo de Madrid decidió sacaros en procesión para rogaros que salvarais a la ciudad de unas graves inundaciones provocadas por tres meses de intensas lluvias. Y cuentan nuestros antepasados que al poco de iniciarse la procesión, dejó inmediatamente de llover y el cielo se despejó de nubes.

En agradecimiento por vuestra intercesión, aquellos madrileños decidieron, a instancias nuevamente de la Real Esclavitud, formular con estas hermosas palabras el voto que hoy renovamos: «Esta Villa vota la asistencia a la festividad de Nuestra Señora de la Almudena PERPETUAMENTE PARA SIEMPRE JAMÁS, esperando que este servicio le será muy agradable a la Virgen Santísima y puede esperar muy buen suceso la intercesión para las armas de su majestad y bien público de esta Villa».

Nuevamente, en este año de 2020, los madrileños atravesamos tiempos muy difíciles. Miles de vecinos nuestros han fallecido víctimas de la peor pandemia desde hace un siglo. Y muchos miles más afrontan la pérdida de sus empleos y de los recursos necesarios para vivir dignamente.

Por ello nuevamente, los madrileños volvemos nuestros ojos y nuestros ruegos a vos, nuestra patrona y protectora, fiando en vuestra misericordia, como hicieron nuestros antepasados, para imploraros que nos ayudéis a luchar contra la plaga de nuestro tiempo y que protejáis especialmente a los más débiles y a los más desfavorecidos.

Almeida, en la Almudena
Almeida, en la Almudena

Y en el acto de la renovación del Voto de la Villa ante vuestra imagen, os pido, Señora, en nombre de todos los madrileños:

Que protejáis y confortéis especialmente a los sanitarios y a todas las personas que cuidan de nuestra salud, de nuestra seguridad y aquellas que hacen posible que se mantenga el pulso diario de nuestra ciudad, para que no desfallezcan en sus tareas.

Que nos infundáis a todos los madrileños esperanza, y también la fortaleza y el sentido de la responsabilidad necesarios para cumplir fielmente, sin excusas y en todo momento, las órdenes que las autoridades sanitarias dictan para nuestra protección y la de nuestros vecinos.

Que iluminéis la inteligencia de los científicos que, en todo el mundo, se afanan por encontrar remedios eficaces contra esta nueva peste que nos aflige.

Que inspiréis a empresarios y emprendedores para que encuentren nuevas formas de crear empleo y riqueza con las que reactivar nuestra economía.

Osoro, en la Almudena
Osoro, en la Almudena

Que nos inspiréis a todos los que tenemos responsabilidades de gobierno, hoy más que nunca, el deseo, la voluntad y el valor de aparcar todas las disputas estériles para luchar todos juntos por el bien común. Y el acierto de plantear unas políticas firmes, capaces de atajar la fractura social que puede acarrear esta pandemia.

Que nos otorguéis a todos los madrileños un corazón aún más abierto a la solidaridad con nuestros conciudadanos, para que ninguna familia madrileña se sienta desamparada en estos tiempos tan difíciles.

Que consoléis a las familias y los amigos de quienes han fallecido durante estos durísimos meses.

Y que esta durísima prueba que estamos atravesando, nos sirva para construir en el futuro una sociedad más cohesionada, más justa y más humana.

Que así sea.

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