Eucaristía con motivo de la Jornada de la Vida Consagrada Cardenal Osoro, a los consagrados: "El Señor os da la oportunidad de tocar los corazones"

Eucaristía en La Almudena
Eucaristía en La Almudena

La catedral de la Almudena acogió este miércoles, 2 de febrero, la Eucaristía con motivo de la Jornada de la Vida Consagrada. El arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, presidió la celebración

"La jornada", explicó, "pone de manifiesto que cada miembro de la vida consagrada es 'un mensajero de Jesucristo llevando un tesoro' y ese tesoro se lleva 'siendo testigos' de Él"

El arzobispo de Madrid los animó también a vivir, como dice el Papa Francisco en Evangelii gaudium, una 'etapa evangelizadora marcada por la alegría', abriendo caminos para la marcha de la Iglesia. Haciéndolo, indicó, con un 'estilo evangelizador nuevo'

"¡Qué belleza tiene vuestra vida consagrada!", exclamó el purpurado, y exhortó a los presentes a vivir el entusiasmo "de la entrega de la vida a causa del Evangelio"

(Archimadrid).- La catedral de la Almudena acogió este miércoles, 2 de febrero, la Eucaristía con motivo de la Jornada de la Vida Consagrada.

El arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, presidió la celebración acompañado por el cardenal Aquilino Bocos, CMF, el obispo auxiliar de Madrid monseñor Jesús Vidal, el vicario episcopal para la Vida Consagrada, padre Elías Royón, SJ, y un nutrido grupo de sacerdotes.

Ante los consagrados y religiosos presentes, el purpurado aseguró que el lema de esta jornada, Caminando juntos, «es una invitación que el Papa Francisco nos ha hecho a todos los cristianos» a vivir una realidad «que constituye lo más bello y hermoso de la Iglesia para hacer creíble a Jesucristo». La jornada, explicó, pone de manifiesto tres claves. En primer lugar, cada miembro de la vida consagrada es «un mensajero de Jesucristo», con la propia vida «presentada al Señor como ofrenda» y «con el carisma singular» a través del que un día se encontró con Dios.

En segundo lugar, «sois mensajeros llevando un tesoro», que es el propio Cristo. Y en tercer lugar, ese tesoro se lleva «siendo testigos» de Él. Un testimonio del que es muestra la profetisa Ana, «que no se apartaba del templo […], del lugar donde Dios se manifestaba a los hombres». Siempre junto a Jesús, les recordó, «servimos al Señor» en el trabajo diario, y como Ana «hablamos con nuestra vida de este Dios», sin necesidad de dar más explicaciones «que lo que expresamos con nuestra vida».

Invitó a los presentes a regresar a los orígenes de sus familias, a sus fundadores, que vieron la realidad «con los ojos del Señor» y quisieron servirlo para transformar el mundo «con la fuerza y la vida» de Jesucristo.

Evangelización en la alegría y el entusiasmo

El arzobispo de Madrid los animó también a vivir, como dice el Papa Francisco en Evangelii gaudium, una «etapa evangelizadora marcada por la alegría», abriendo caminos para la marcha de la Iglesia. Haciéndolo, indicó, con un «estilo evangelizador nuevo», llevando al alegría en las circunstancias de cada uno, «que a veces no son fáciles». En este sentido, dio las gracias a todos los consagrados, que, incluso sin ser entendidos a veces, «estáis realizando esfuerzos tremendos para que el Evangelio llegue a los hombres». Pero por el Bautismo se han recibido, subrayó, las gracias necesarias.

«¡Qué belleza tiene vuestra vida consagrada!», exclamó el purpurado, y exhortó a los presentes a vivir el entusiasmo «de la entrega de la vida a causa del Evangelio», en un carisma concreto «al que tenéis que darle rostro, forma, vida y pasión». En un mundo en el que sus vidas son signo de contradicción, «qué importante es llevar [...] la lógica del Evangelio», y hacerlo tocando «el corazón del ser humano», porque «no bastan discursos, no bastan discursos». «A vosotros –concluyó–, en las diversas realidades en que vivís, el Señor os da la oportunidad de tocar los corazones».

Primero, Religión Digital

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