El nuevo arzobispo de Zaragoza entra en el Pilar invitando a todos a "buscar respuestas" Carlos Escribano: "Merece la pena ser cristiano. ¡El mejor vino está por venir!"

Carlos Escribano: "Merece la pena ser cristiano. ¡El mejor vino está por venir!"
Carlos Escribano: "Merece la pena ser cristiano. ¡El mejor vino está por venir!"

"La crisis sanitaria está motivando una crisis económica y social sin precedentes"

"Los últimos, los más débiles y vulnerables son siempre los predilectos de Jesús. También deben ser los nuestros"

“Os necesito a todos, con ilusión renovada, para seguir anunciando con alegría al mundo que merece la pena ser cristiano”

"Los valores del evangelio, la visión trascendente de la persona humana, el compromiso solidario con los necesitados o la gran herencia cultural que nuestra fe nos ha legado a lo largo de los siglos y que nos permite entender plenamente nuestro presente no pueden, no deben, quedar relegados en estos momentos de la historia de nuestra nación"

Carlos Escribano ya es arzobispo de Zaragoza. En un ritual antiquísimo, y acompañado por el Nuncio y una veintena de obispos, el prelado tomó posesión de la única ciudad del mundo con dos catedrales: la Seo y la basílica del Pilar, invitando a todos a construir juntos y a “buscar respuestas” en mitad de una crisis sanitaria, económica y social. Con un llamado a la esperanza: “El mejor vino está por venir”.

A su entrada en el Pilar, el arzobispo saliente, Vicente Jiménez, dio la bienvenida a Escribano: “Vienes a tu casa. de aquí saliste para ser pastor de la diócesis de Teruel y Albarracín. Eres de los nuestros”. “En estos tiempos graves e inciertos de pandemia estás llamado a ser buen samaritano, que ponga en tanto dolor el aceite del consuelo y el vino de la esperanza y de la alegría”, añadió el administrador apostólico, quien invitó a su sucesor a tener “audacia de profeta, fortaleza de testigo, seguridad de guía, y mansedumbre de padre”.

Tras el ello, el Nuncio, Bernardito Auza, procedió a la lectura de la bula de nombramiento, y la entrega del báculo, entre los aplausos de una basílica al 30% de su capacidad por la pandemia. Todos los mitrados llevaban puesta la mascarilla, excepto para hablar. Un buen ejemplo.

"En Zaragoza aprendí a ser sacerdote"

En su homilía, el nuevo arzobispo de Zaragoza recordó que “el Santo Padre me envía de nuevo a la que ha sido mi casa durante muchos años”. En Zaragoza, recordó Escribano, “aprendí a ser sacerdote”.

“Vuelvo a una diócesis cargada de historia y de creyentes recios que han sabido mantener viva la llama de la fe”, glosó el prelado, quien quiso, “bajo el amparo de María”, abrazarse al Pilar. “Todos los aragoneses sabemos lo que esto significa”.

“Me siento muy privilegiado”, subrayó Escribano, recordando el relato del encuentro entre María y el Apóstol Santiago “en un momento de decaimiento de los ánimos”. “Salvando las distancias, también nosotros vivimos hoy momentos de dificultad por diversos motivos”, apuntó.

“Estamos ante una realidad social que ha cambiado mucho en los últimos años y que ha acelerado la secularización en nuestra tierra (...). A ello se ha sumado la dolorosa crisis provocada por esta pandemia que tanto sufrimiento está generando”, recalcó el nuevo arzobispo, ofreciendo su oración por los fallecidos, sus familias y enfermos “de esta cruel enfermedad, por aquellos que la están combatiendo y por todos los que están sufriendo las consecuencias por la crisis económica y social que de ella se deriva”.

No caer en el desaliento

Las circunstancias, admitió, “pueden engendrar en nosotros desaliento y esperanza”, pero también pueden servir para “buscar respuestas”. “El vino mejor está por venir, a pesar de que el presente se vislumbre oscuro. No, queridos hermanos, no cae la desesperanza (...) ¡el mejor vino está por venir!”

“En un día como este quisiera no hacer grandes propuestas, sino ponerme a la escucha para que sea el Señor quien vaya suscitando lo que más conviene”, recalcó, señalando los grandes objetivos de su pontificado. En primer lugar, “servir a la Iglesia de Zaragoza”, junto a los sacerdotes y la gente de vuestras parroquias, religiosos y religiosas y los fieles laicos, “que sentís en lo más profundo de vuestro corazón el hecho de ser misioneros en medio del mundo”.

“Os necesito a todos, con ilusión renovada, para seguir anunciando con alegría al mundo que merece la pena ser cristiano”, incidió.

Servir a los pobres

En segundo lugar, se comprometió a “servir a los pobres”. “Son muchos los rostros de la pobreza que se muestran hoy en nuestra sociedad”, subrayó, haciendo referencia a la crisis sanitaria, que “está motivando una crisis económica y social sin precedentes”.

“En el rostro del que sufre podemos encontrar a Cristo mismo. Los últimos, los más débiles y vulnerables son siempre los predilectos de Jesús. También deben ser los nuestros”, proclamó.

En tercer lugar, Escribano se comprometió a servir a la sociedad aragonesa. “Quiero tender la mano a las autoridades aquí presentes y a las instituciones que representan”, con “la certeza de que la Iglesia aporta mucho en la construcción social: los valores del evangelio, la visión trascendente de la persona humana, el compromiso solidario con los necesitados o la gran herencia cultural que nuestra fe nos ha legado a lo largo de los siglos y que nos permite entender plenamente nuestro presente no pueden, no deben, quedar relegados en estos momentos de la historia de nuestra nación”.

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