El obispo de Córdoba defiende a San Pelagio, "mártir de la castidad" Demetrio lamenta la "esclavitud" de "la liberación sexual" en nuestro tiempo, que "no expresa el verdadero amor"

Demetrio Fernández, en la celebración de San Pelagio
Demetrio Fernández, en la celebración de San Pelagio

"La sexualidad es un don de Dios, es lenguaje de amor verdadero, cuando sigue la ley de Dios y no el capricho de las pasiones"

Pelagio "no consintió los halagos y propuestas de abuso sexual que el califa le propuso"

"La sexualidad es un don de Dios, es lenguaje de amor verdadero, cuando sigue la ley de Dios y no el capricho de las pasiones". El obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, ha arremetido contra "la esclavitud de una sexualidad que no expresa el verdadero amor", en su carta pastoral de esta semana.

En la misma, Demetrio reivindica a San Pelagio, "el niño mártir en Córdoba", cuya fiesta se celebra este viernes, coincidiendo con la ordenación sacerdotal de dos nuevos presbíteros. Un lugar simbólico, pues el Seminario de Córdoba fue edificado sobre el lugar físico del martirio de san Pelagio, que "no consintió los halagos y propuestas de abuso sexual que el califa le propuso", muriendo mártir en el año 925, en plena dominación musulmana.

"No sólo la propuesta deshonesta del califa, sino sobre todo la respuesta cristiana de un jovencito que había aprendido en su casa los mandamientos de Dios y el respeto a su santa ley" son para el prelado "un ejemplo para nuestro tiempo, que alardea de liberación en el campo afectivo sexual y, por el contrario, somete al hombre (varón y mujer) cada vez más a la esclavitud de una sexualidad que no expresa el verdadero amor".

Para Demetrio, "San Pelagio, mártir de la castidad, es ejemplo y estímulo para los jóvenes y adultos de hoy. Nos enseña que la sexualidad es un don de Dios, es lenguaje del amor verdadero, cuando sigue la ley de Dios y no el capricho de las pasiones".

Dos nuevos sacerdotes

En torno a la fiesta de San Pelagio, es tradicional en Córdoba la ordenación de nuevos presbíteros. "Este año son dos, Javier y Mario", subrayó el obispo, quien indicó que "la Iglesia no puede vivir sin sacerdotes, porque son ellos los que proporcionan los sacramentos, y particularmente la Eucaristía, al pueblo de Dios", de modo que, "cuando un joven descubre esta llamada, algo grande se produce en su corazón. Se pone en camino, confía su formación al discernimiento de la Iglesia, que lo cuida con esmero en el Seminario y, llegado el día soñado, lo presenta al obispo para que lo ordene presbítero", lo cual ocurrirá en esta ocasión con los dos seminaristas mencionados.

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