“Esta es la Puerta del Señor”, proclamó el arzobispo de Santiago Julián Barrio abre la puerta santa e inaugura el año jubilar compostelano

Julián Barrio abre la puerta santa
Julián Barrio abre la puerta santa

La simbología del derribo de la Puerta Santa se mantiene actualmente, aunque, por razones de seguridad y de limpieza, se haya suprimido, por primera vez, el derribo de la tapia

Las categorías de pecado y perdón son sustanciales al Año Santo

Las dos vías de redención de pecados, recuperando la Gracia de Dios, la del Sacramento de la Penitencia y las de Indulgencias están en crisis

A media tarde del día 31 de diciembre, tal como estaba anunciado, la primera Procesión salió de la Sacristía catedralicia hacia la plaza A Quintana por la Puerta de las Platerías, entrando luego, Segunda Procesión, en la Catedral por la Puerta Santa, una vez abierta. Como es usual las profesiones estaban encabezadas por la Cruz y siendo persona principal el Excelentísimo y Reverendísimo Señor Arzobispo de Santiago de Compostela, con capa pluvial blanca, mascarilla negra, en tarde lluviosa, de poca luz y de escasas personas por el Coronavirus. La ceremonia fue, en una primera parte, la Apertura de la Puerta Santa, de acceso al templo catedralicio desde “A Quintana”, y, en una segunda parte, la celebración de la Santa Misa.

Una primera parte, especialmente simbólica y metafórica, muy religiosa, pues de lo material consistente en un derribo de trozos de piedras o derribo de puerta tapiada, se trasladaba (metapherein) a lo muy espiritual consistente en separar lo mundano y divino, lo terrenal y lo celestial, del pecado y de la gracia. Y con una finalidad manifiesta: que los que vean eso o que hasta allí lleguen peregrinando desde lejos, comprendan el alivio y las facilidades del Júbilo o Jubileo, por poder descargar tantos y tan pesados pecados. La simbología del derribo de la Puerta Santa se mantiene actualmente, aunque, por razones de seguridad y de limpieza, se haya suprimido, por primera vez, el derribo de la tapia. El simbolismo es tan efectivo que la Iglesia hizo abundar abrir Puertas Santas.

 Antes de que la comitiva o procesión se dirigieran a la Puerta Santa, se escuchó, después de varias lecturas el mensaje del Papa, leído por el nuncio: “Querido Hermano”, dirigiéndose al Arzobispo, situado a un lado, junto a los obispos, pudiéndose contemplar la rectangular alfombra floral. Antes de narrar la apertura de la Puerta Santa señalemos dos cuestiones asuntos que la ceremonia sugiere o evoca:

Fiejóo cruza la puerta santa
Fiejóo cruza la puerta santa

A.- Año Santo y Año Jubilar, en cuanto su declaración, a partir de su inicio, el 31 de diciembre de 2020, permite obtener, recibir y ganar unas indulgencias plenarias cumpliendo unos requisitos. E Indulgencias que suponen una absolución de todos los pecados, con el añadido respecto al sacramento de la penitencia, de borrar hasta la pena temporal por los pecados ya sacramentalmente perdonados. Y unas Indulgencias a las que el Papa se refiere en la Bula Misericordiae vultus: “Indulgencia del Padre que a través de la esposa de Cristo alcanza al pecador perdonado y lo libera de todo residuo, consecuencia del pecado”.

En consecuencia, las categorías de pecado y perdón son sustanciales al Año Santo. En tiempos pasados, que fueron tiempos tridentinos en los que la predicación infernal por la Iglesia tanto asustaba, las Indulgencias de los Años Santos eran especialmente deseadas y bienvenidas. Recordemos que la genuina oratoria sagrada era desgarradora y de mucho pánico sobre los pecados y los infiernos. Aquel Dios castigador movía mucho los confesionarios, las indulgencias y las direcciones espirituales. En tiempos presentes, nada de eso ocurre, pues por el pecado y por las calderas de Pedro Botero, los predicadores hoy pasan como de puntillas. Del “Dios” de antes al de ahora, hay diferencias importantes. El Dios actual, tan misericordioso, es otra “cosa”.

Es interesante traer a colación la Bula del Jubileo de la Misericordia, Misericordiae vultus del Papa Francisco del año 2015. Se escribe en ella: “Misericordia es la vía que une a Dios y al hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados, sin tener en cuenta el límite de nuestro pecado”. Y luego: “Ante la gravedad del pecado, Dios responde con la plenitud del perdón”. Seguidamente: Jesús revela la naturaleza de Dios como la de un Padre que jamás se da por vencido hasta que no se haya disuelto el pecado y superado el rechazo con la compasión y misericordia”.

Yolanda Díaz, ministra de Trabajo cruza la puerta santa
Yolanda Díaz, ministra de Trabajo cruza la puerta santa

Las dos vías de redención de pecados, recuperando la Gracia de Dios, la del Sacramento de la Penitencia y las de Indulgencias están en crisis. Y si la gente no se confiesa hoy, tampoco se esforzará en ganar las Indulgencias, que tantos quebraderos, por corrupción, causaron, por cierto a la Iglesia, siendo causa de la Reformas protestante.

B.- Personaje importante en el Año Santo compostelano siempre fue el Arzobispo de Santiago, hoy don Julián Barrio, el cual, no obstante haber nacido en pueblo polvoroso y de la Diócesis de Astorga (Manganeses de la Polvorosa), muy cercano a Benavente, ya de la Diócesis de Zamora, nada hace recordar al polvo ni al ruido de voladores ni petardos. Don Julián, por no haber sido “Quinto” y haber sido estudiante en el controvertido Seminario de La Bañeza, nada tuvo que ver con la animalada que fue aquello del “salto de la cabra” desde la torre de la iglesia.

Eso era muy de allí, como los adobes, las sopas y como don Benicio Gallego, real y mítico alguacil de Manganeses, que, después de llamar la atención de los vecinos con el cornetín, cantaba: “Don Lirio Blanco Ramírez, Alcalde de Manganeses de la Polvorosa, hace saber…Y al final siempre terminaba diciendo: lo que se hace saber para general conocimiento”. Esa retahíla seguro que la habrá escuchado don Julián y que habrá ido al cine local, llamado “Rocío”.

Ceremonia apertura puerta santa
Ceremonia apertura puerta santa

El caso es que don Julián, bueno, de cara redonda y de dientes como de leche, con terquedad propia de los de Manganeses, cumplirá 75 años en el Año Santo de 2021, y esto ya calienta y anima los susurros y murmullos en las sacristías gallegas sobre su sucesor, negándose y rechazándose nepotismos, con radicalidad y bajo amenazas, confiando en el Papa de Roma. Eso escuché.

De Arzobispos recordé a Quiroga y Palacios, que presidía procesiones no sólo en la Plaza de la Quintana sino por todas las rúas compostelanas la víspera de Santiago, incluida la Rúa do Vilar, la de las tazas de vino, y que está enterrado cerca de donde debe estar Don Gaiferos. También recordé a Suquía y a Rouco, tan presente éste último ayer y hoy, habiendo sido ambos magistrales con el botafumeiro. Y no me olvidé del desafortunado Arzobispo gallego Maximino Romero de Lema, siempre presente en las fiestas de Santiago, que no fue nada de lo que quería ser: ni Arzobispo de Santiago, ni Cardenal, ni Prefecto de Congregación vaticana. Murió volando en aeronave de Iberia “de la Ciudad Eterna a la Ciudad de la Estrella”, según escritura necrológica de don Olegario en su juventud.

Pasamos por la verja que, desde la Plaza, nos hace llegar al lugar de la Puerta Santa. El Arzobispo realizó ante la Puerta el rito de su Apertura, golpeándola tres veces con un martillo de plata y de madera. Esta vez, para evitar el polvo y como consecuencia de la gran limpieza de la Catedral llevada a cabo, no hubo derribo de muro, de piedras o cascotes (otros años, con el derribo del tapiado, a punto estuvo de ocurrir una desgracia). Hoy se abrió la Puerta con una llave y así se inauguró el Jubileo. “Esta es la Puerta del Señor”, rezó.

Julián Barrio
Julián Barrio

Abierta la Puerta Santa, accedió primero al interior de la Catedral el Arzobispo, en cuanto primer peregrino y después de arrodillarse. Se formó la procesión, de recorrido por las naves catedralicias hasta el altar mayor, siendo seguidos los sacerdotes, con casullas blancas por los arzobispos y obispos, el nuncio y el cardenal Rouco, dando comienzo la solemne Misa estacional. De obispos vimos al de Lugo, Carrasco Rouco, al de Orense, Lemos, al de Tuy, Quinteiro, a los de Astorga y León, antes de Galicia, respectivamente, obispo auxiliar de Santiago y obispo de Mondoñedo. Se oyeron las músicas de Hércules Brass, Juan Durán y del guitarrista Núñez.

Pronunció el Arzobispo de Santiago una emotiva y brillante Homilía. Leyó: “¡Ánimo, gentes todas, que estoy con vosotros, Oráculo del Señor!”. Saludó en varios idiomas; recomendó superar el escepticismo y recordó al Año Santo, a Santiago, y a estos tiempos “que son de rezar y de amar”. La Homilía de hoy hizo recordar acaso ciertas improcedencias en la Ofrenda de ayer, pues lo que no puede o no debe decir el Rey, tampoco puede o debe decirlo su delegado, el llamado delegado regio, hoy también presente en la procesión y en el sitial catedralicio.

Terminada la misa, el interior de la Catedral fue perfumado por medio de ese gigantesco incensario de plata llamado botafumeiro.

Y concluida la ceremonia, driblando al virus, me dirijo a la ría alta y puerto O´Barqueiro, cerca de la Estaca de Bares, en la Diócesis de Mondoñedo, acaso el lugar de más belleza y sublime de Galicia.

En ese lugar, como siempre, miro al cielo y veo, casi, a Dios.

Feliz Año a todos, hermanos y hermanas.

La llave y el martillo del año santo
La llave y el martillo del año santo

HOMILIA EN LA APERTURA DE LA PUERTA SANTA

“Vendrán de todos los pueblos, proclamando las alabanzas del Señor”. Con el sentir del profeta Ageo, también os digo: “Ánimo ¡gentes todas! ¡Adelante que estoy con vosotros, oráculo del Señor! Mi espíritu está en medio de vosotros. ¡No temáis!” (Ag 2,4-5). La verdad nos posibilita el ser servidores de la fe en este Año Santo, tiempo de gracia y bendición para los que sufren y han perdido la esperanza, y tiempo de sanación y de encuentro, en el que hemos de “aprender a cultivar una memoria penitencial, capaz de asumir el pasado para liberar el futuro de las propias insatisfacciones, confusiones o proyecciones” (FT 226), apoyándonos en la tradición apostólica que fundamenta nuestra fe.

Saludo con afecto al Sr. Delegado Regio, al Sr. Nuncio de Su Santidad, al Sr. Cardenal, a los Sres. Arzobispos y Obispos, a los Miembros del Cabildo, al Señor Alcalde, a las autoridades, a los sacerdotes, miembros de vida consagrada, seminaristas y laicos, a los   peregrinos y a cuantos, a través de la radio y de la televisión, participan en esta celebración tan significativa espiritualmente para esta Diócesis que agradece el don que la providencia de Dios le ha confiado.

Hace unos momentos he tenido el gozo de abrir la Puerta Santa, un gesto cargado de simbolismo. He llamado a la puerta de la misericordia, convencido de que al que llama se le abre (cf. Mt 7,8). Ya ha comenzado el Año Santo en unas circunstancias especiales que hemos de afrontar con la esperanza cristiana  que “es audaz y sabe mirar más allá de la comodidad personal de las pequeñas seguridades y compensaciones que acortan el horizonte para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más digna”. Así lo percibimos en esta solemnidad de Santa María, Madre de Dios, que dijo sí al proyecto divino, misterio profundo, en el que se nos revela que lo que a nosotros nos parece imposible para Dios no lo es. Y ¡cuántos son los proyectos que en nuestra vida nos parecen imposibles!

                   Como los pastores vamos al encuentro del Niño Dios, mostrado a los humildes y sencillos. En esta experiencia de fe acogemos este don del Año Santo para despertar en nosotros la capacidad de ver lo esencial en medio de lo prescindible y descubrir la grandeza del amor y de la misericordia de Dios que nos busca y acoge a cada uno, nos llama a convertirnos y a superar el miedo que no es propio de quien se siente amado. Recordamos las palabras de Jesús: “El Espíritu del Señor está sobre mí porque él me ha ungido. Me ha enviado a proclamar el año de gracia del Señor” (cf. Lc 4, 18-19).

Cristo es la Puerta, simbolizada en ésta que se ha abierto, y nos invita a entrar por ella para ponernos un traje de salvación y envolvernos con un  manto de justicia (cf. Is 61, 10), y así conformar un mundo reconciliado en Él, cuidando nuestra interioridad para no erosionar la condición humana. Con el apóstol Santiago contemplamos el rostro misericordioso de Cristo que resucita a la hija de Jairo, el rostro transfigurado que nos revela la gloria del Padre, el rostro doliente en el huerto de los Olivos para devolver al hombre su condición nueva y el rostro del Resucitado quien en medio de la lucha entre el bien y el mal, la luz y la tinieblas, la vida y la muerte, fortalece nuestra esperanza.

La Casa del Señor Santiago abre sus puertas a todas las gentes, siendo “un hogar para testimoniar al mundo actual la fe, la esperanza y el amor al Señor y a aquellos que Él ama con predilección” (FT 276) y para ser signo de la Iglesia, que afianza la cohesión de la sociedad y procura a la actividad cotidiana del hombre un sentido más profundo, al impregnarla de una significación más elevada (cf. GS 40). De esta manera la Iglesia contribuye a humanizar la familia humana y su historia, y llama a responder a la vocación a la santidad para no frustrar la gracia de Dios en nosotros, evitando el debilitamiento de los valores espirituales, y el deterioro de la moral y del sentido de responsabilidad.

El Año Santo no es una huida espiritualista sino un compromiso para discernir cristianamente la realidad, en medio de la crisis antropológica, espiritual, cultural y sanitaria en la que se han visto radicalmente sacudidas las certezas fundamentales que conforman la vida de los seres humanos.  Hacer presente a Dios es un bien para la sociedad. “¡Santo Apóstol!, haz que desde aquí se fortalezca la esperanza que ayuda a superar la preocupación angustiosa por el presente, y el escepticismo que dificulta el ejercicio de la caridad. Es tiempo para rezar, amar, salir al encuentro de los demás con obras de misericordia, revitalizando la fraternidad que “permite reconocer, valorar y amar más allá de la cercanía física”, procurando que las personas pobres y las más vulnerables tengan siempre la preferencia.

Exhortación final

Pido ao Señor que se logren os froitos de evanxelización e paz espiritual que buscan os peregrinos, desde a súa pluralidade de vivencias existenciais e relixiosas. Estean en cada un de nós os sentimentos e o espírito de María para glorificar ao Señor. El “vos bendiga, e vos protexa, faga brillar sobre vós o seu rostro e vos conceda o seu favor; o Señor se fixe en vós e vos conceda a paz”. Moitas grazas ao Santo Pai pola súa mensaxe e polas súas benevolentes atencións a esta Igrexa compostelán. Agradezo a colaboración de todas as institucións e persoas en orde a unha fructuosa celebración do Ano Santo e a unha agarimosa acollida do peregrino. A cidade de Santiago e Galicia han de ser un fogar dos peregrinos. Acabamos de escoitar no Evanxeo que os pastores volveron glorificando e louvando a Deus por canto viran e oíran. Deus queira que vivamos esta mesma experiencia no Anno Santo. Que Santiago de Compostela sexa “unha cidade de innumerables referencias para innumerables pobos”. Así o espero da axuda do Señor Santiago, de San Xosé e da Virxe Peregrina. Baixo o seu amparo poñemos todas as persoas e todos os acontecementos deste Ano Santo. Amén.

Volver arriba